Capítulo 45

3.5K 207 8
                                    


Narra Julia

A pesar de que se encontrara tan cerca el restaurante, preferimos ir en auto por el calor. En el trayecto estuvimos hablando de mi escuela, pues recordamos que mañana será lunes, y les comenté lo emocionada que me encontraba por ya casi graduarme.

–¿Cuándo terminan las clases, princesita?– me preguntó daddy.

–Me quedan solo dos semanas– respondí felizmente.

–¡Wow, princesa!– exclamó papi –¿Y ya sabes qué estudiarás? ¿o dónde lo harás?

–Pues... no, en realidad no... tenía planeado tomarme un año para decidirlo– les expliqué.

–Okay...– soltó daddy –¿Dani qué estudiará? Él me agradó mucho– agregó con un tono de aprobación, haciéndome reír.

–A mí también me agradó, la cuida mucho– respondió papi, supongo que refiriéndose a mí.

Me alegraba saber que les caía bien al menos uno de mis amigos. Y no cualquier amigo, mi mejor amigo.

–Solo te dejaremos tener un novio si es él– soltó daddy haciéndonos reír a carcajadas a papi y a mí.

–Qué sobreprotector eres, amor– le dijo papi risueño.

–No, hablo en serio, yo no permitiré que tenga un novio mi nenita a menos que sea Daniel– soltó firmemente –. Los hombres son unos imbéciles– agregó tomándome por completo por sorpresa.

Abrí los ojos como platos, pero no podía ocultar mi sonrisa más que cubriéndola con mis manos. Nunca había escuchado a daddy decir una mala palabra.

–Okay, número uno; cuida tu vocabulario con la nena cerca– le indicó papi tratando de contener su risa.

–Tienes razón, perdón– respondió daddy para rápidamente girarse sobre el asiento del copiloto y verme a mí –. Pero yo sé que mi niña nunca repetiría palabras así, ¿verdad, monita?– agregó sonriéndome tiernamente.

Para ese entonces yo ya me encontraba riendo abiertamente.

–Y número dos... eres gay, amor– agregó daddy, y tanto papi como yo estallamos a carcajadas.

–Dani estudiará gastronomía, respondiendo tu pregunta, daddy– solté finalmente una vez logré calmar mis risas.

–¡Uf, ahora me cae mejor!– exclamó, y finalmente pudimos divisar el restaurante a través de las ventanas del auto.

–Okay, ¿por dónde se entrará?– se preguntó papi a sí mismo una vez nos encontramos a unos pocos metros de llegar.

Logrando nuestro cometido de llegar, papi salió del auto para luego entregarle las llaves de este a un portero. Mientras tanto, daddy me ayudó a bajar de los asientos traseros, tomó mi mano, y finalmente nos dirigimos los tres a la entrada. Era un lugar muy bonito, se veía incluso demasiado elegante para el atuendo que yo llevaba puesto.

Una chica nos abrió la puerta con una sonrisa, nos dio la bienvenida y finalmente nos encaminó a una mesa al escuchar el nombre de mi papi. Una vez sentados, no tardaron en traernos un menú a cada uno, y yo me dispuse a ver el mío con atención. Desgraciadamente, estaba casi completamente en japonés, y me costó mucho entender las descripciones de los platillos pues no sé mucho de sushi, por lo que no los pude recordar por sus nombres.

–¿Necesitas ayuda, bebita?– me preguntó papi con gentileza.

–Tal vez debamos pedirle al mesero un menú infantil– sugirió daddy pasando su mano derecha por las aberturas de su cabellera.

–¿Prefieres un menú infantil, nena?– me preguntó papi nuevamente.

Me mantuve en silencio. Me daba vergüenza, pero es que no comprendía estos nombres.

–Es que...– solté avergonzada, recibiendo sonrisas gentiles de parte de mis daddies –es que yo no sé japonés.

–Ay, princesa, tranquila... ¿no reconoces ningún nombre de algo que te guste?– me preguntó daddy acariciando mi mejilla desde su asiento.

–Le pediré un menú infantil– concluyó papi con una sonrisa, después de verme negar con la cabeza ante la pregunta de daddy.

Una vez se acercó el mesero a nuestra mesa, papi no dudó en llamarlo.

–Disculpa, ¿tienen algún menú infantil que pueda usar mi niña?– le preguntó señalándome con su pulgar detrás de él.

–Mhm, no, señor– respondió el mesero para después continuar –. Lo más cercano que tenemos son hojas de actividades y crayones.

Papi y daddy se miraron mutuamente, para que luego daddy hablara.

–¿Podría darnos una, por favor?– dijo, ocasionando que el mesero asintiera y se marchara.

–Daddy– solté en voz baja, avergonzada. Sentí humillante no solo que lo pidiera... sino que además lo pidiera él en mi lugar.

–¿Qué tienes, corazón?– me preguntó extrañado.

–No pasa nada, bebé, yo puedo explicarte los platillos, ¿está bien?– me comentó papi.

–Gracias, papi, pero no es eso, es que...– dije en respuesta, tomándome una corta pausa –... no necesito una hoja de actividades.

–Ay, bebita, lo siento– respondió daddy risueño, contagiándole la risa a papi –. Pensé que sí la querrías.

Balanceé mis pies desde la silla, pues estos no llegaban a tocar el suelo. Daddy tomó mi mano, y se lo permití a pesar de seguir avergonzada. Sin más demora, llegó finalmente una mesera a nuestra mesa, movió mi plato y dejó frente a mí aquella dichosa hoja de actividades junto con tres crayones.

–Aquí tienes, corazón– me dijo con una sonrisa para luego marcharse.

No necesité alzar la mirada para escuchar las risitas burlonas de mis daddies.

–No se rían– solté, ocasionando que rieran más, ahora casi contagiándome el gesto. Pero no lo permití, mi orgullo era más fuerte, así que escondí mi sonrisa lo mejor que pude.

–¿Qué tenemos aquí?– se preguntó daddy aproximándose a la hoja para ver las actividades que esta contenía.

–¡Mira, amor!– exclamó papi llamando mi atención –Hay muchísimos animales para colorear– agregó, y cada uno tomó una crayola para comenzar a colorear los dibujos.

–¡Wow! Mira este león– dijo ahora daddy, y yo comenzaba a dudar sobre si la decisión que había tomado había sido la indicada.

–¡Coloréalo, coloréalo!– respondió papi haciendo carcajear a daddy.

Sin perder más el tiempo, tomé la tercera crayola y me les uní.

–Esperen, yo también quiero– solté rellenando aquel dichoso león de color naranja.

Casi al instante, ambos dejaron sus crayones sobre la mesa y se turnaron para dejar un suave beso en mi frente.

JuliaWhere stories live. Discover now