Capítulo 87

1.3K 96 4
                                    


Narra Julia

Al llegar al restaurante me di cuenta de que mis daddies tal vez tengan gustos culinarios muy sofisticados. Aunque solo me hayan llevado por el momento a dos sitios, ambos han sido bastante elegantes.

Un chico nos recibió en la entrada, era lindo, bastante diría yo, y quizás debí haber disimulado más mi sonrisa, pues no tardé en recibir una mirada interrogatoria de papi, quien sostenía mi mano. Desvié la mirada de su rostro al instante, y pronto me llegó la sensación de ardor en las mejillas, seguido de una pequeña risa del antes mencionado.

–Acompáñenme– soltó el dichoso chico con una sonrisa que traté de mirar lo menos posible, para luego comenzar a caminar.

Iba uno o dos metros por delante de daddy, quien iba tal vez unos tres por delante de papi y de mí, distancia que sinceramente agradecí bastante por lo que iba a ocurrir a continuación.

–Muy grande para ti, corazón– soltó papi divertido, y me limité a desviar la mirada lejos de él con tal de que no vea mi sonrojo.

Dios, qué incómodo.

Pero ni siquiera se veía tan grande, ¿tal vez unos veinticinco? No sé, no me importa, con esos ojos se puede justificar una excepción.

Finalmente llegamos a la mesa, que estaba rodeada por un sofá en semicírculo conformando los asientos. Daddy se sentó por el lado derecho, yo me senté en medio y papi al lado izquierdo. El chico le extendió a papi un menú, pues daddy ya tenía el suyo, y después me entregó uno a mí.

–Gracias– solté tal vez más risueña de lo normal.

–Por nada, peque– respondió él con una sonrisa tierna para luego marcharse.

En ese momento fue cuando papi estalló a carcajadas, confundiendo a mi daddy y volviendo a hacerme sonrojar a mí.

–¿Qué pasó?– le preguntó daddy, confundido pero risueño por su reacción.

–Papi– me quejé en voz baja, recibiendo un beso en la cabeza por parte suya, beso que le costó darme por una risa que se lo impedía.

–Mi niña– soltó ahora un poco más calmado –, todo el mundo te ve como una bebé– agregó sonriente.

–Porque es una bebé– soltó daddy acariciando mi mejilla –... es la bebita de la casa– agregó dándome un beso en la misma.

–Es que tú no conoces el contexto, amor– soltó papi retomando la risa, ahora acariciando mi cabellera, llamando su atención. Me dirigió una sonrisa, como buscando mi aprobación para contarlo, yo desvié la mirada por la vergüenza que esta confrontación me causaba, pero no dije nada para detenerlo. Es cierto que me da vergüenza, pero mientras sean ellos, no tengo problema en que se rían –. Estando en la entrada– comenzó a hablar, haciéndome sentir un nudo en el estómago que me orilló a reír con él por mis nervios –... dios mío, es que si tan solo hubieses visto la carita de la nena– agregó haciéndome sonrojar, provocándome algo más de risa.

–¿Por? ¿Qué vio?– preguntó él, aún confundido y manteniendo su sonrisa, que poco a poco se convertía en risa por contagio nuestro.

–Al mesero– soltó él, y pronto los tres estallamos a reír.

Estuvimos alrededor de un minuto así, hasta que finalmente pudimos calmarnos lo suficiente para continuar la conversación.

–Mi niña...– soltó daddy enternecido –es muy grande para ti, bebé– agregó frotando mi espalda con cariño.

–Eso le dije yo– respondió papi risueño.

Limpié las lágrimas en mis ojos que la risa me trajo, y abracé a daddy. No por consuelo, no por sentirme mal, lo abracé porque me gusta mucho este tipo de momentos con ellos.

Papi besó mi cabeza por detrás, y daddy comenzó a darme palmaditas en la espalda.

-------------------------

Leyendo el menú, me di cuenta de que parece ser tradición en los restaurantes caros escribir el nombre de los platillos en todo menos español. No lo sé, tal vez sólo sea mi ignorancia gastronómica, pero ¿qué significa "minestra"?

Daddy pareció haber notado mi dificultad, y dejó su menú sobre la mesa para acercarse a mí y leer el mío.

–¿Necesitas ayuda, bebita?– me preguntó con dulzura, para luego dejar un beso en mi mejilla.

–No conozco el nombre de muchas cosas– respondí con confusión, tratando de averiguar por qué en la sección denominada "antipasti" había pasta.

–A ver, nena– soltó él acercándose a mí. Rodeó mi cintura con su brazo izquierdo y me dirigió la mirada –. ¿Qué se te antoja? ¿Pizza, monita?– me preguntó sonriente, como esperando que olvide la cantidad de calorías por rebanada. Negué con la cabeza –¿spaghetti?– ahí dudé un poco, pues supongo que dependerá de la preparación cuántas calorías conlleve.


Narra Sebastián

–¡Mhm! Suena rico, ¿no, bebita?– le hablé sonriente en un tono infantil, buscando alentarla.

–¿Ya viste este, mi niña?– se unió mi marido señalando un "spaghetti alla carbonara" –Ese le gusta mucho a papi– agregó para luego besar su cabecita.

La nena miró el menú en sus manos y luego se dirigió a mi esposo.

–¿Tú que pedirás, papi?– le preguntó, recibiendo un cariño en su cinturita de mi parte.

–Papi pedirá una pizza...– soltó, y luego continuó en un tono de emoción, buscando alentarla –auténtica italiana– agregó con orgullo, haciéndome sonreír –. Y tal vez una ensalada caprese, pero todavía no estoy del todo seguro.

–¿Hay ensaladas?– preguntó ella con ilusión.

Al instante me sentí algo mal, e intercambié una mirada de preocupación con mi marido.

Sé que le cuesta, sé que tiene un trastorno y sé que está dando lo mejor de sí. No es ella quien me hace sentir mal, es su enfermedad. Yo sé que quiere pasta, o pizza, o hotcakes, o galletas o cualquier otra cosa que cualquier nena querría. Pero ella sufre tanto con esa voz en su cabecita.

–Sí, princesa... pero son muy pequeñas– le respondí con gentileza, recibiendo una miradita de súplica que pronto se volvió a posar sobre su menú.

Mi esposo acarició su cabecita, y nos mantuvimos intercambiando miradas él y yo mientras ella leía. Mateo me dirigió un gesto interrogatorio, como preguntándome si estaría de acuerdo en permitírselo.

Hoy desayunó toda su fruta sin tenerle que rogar en lo más mínimo, y nos ha mandado fotos de sus comidas al menos dos veces al día. Se está esforzando, y lo podemos notar.

Tal vez un pequeño descanso le vendría bien.

–La ensalada caprese que papi está pensando en pedir, es muy rica, monita– le dije con dulzura, haciéndola sonreír.

La nena dejó el menú sobre la mesa y me abrazó, contagiándome la sonrisa. Le devolví el abrazo acompañado de unas pocas palmaditas sobre su pañal, y al alzar la mirada pude ver a Mateo sonriéndome con ternura.

Pronto se inclinó en dirección a mi niña y le dedicó unas breves cosquillas, haciéndola reír.

JuliaWhere stories live. Discover now