Capítulo 12

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Narra Mateo

Al dar la hora de la acordada llegada de Emma y Julia, bajamos al primer piso dispuestos a esperarlas.

–¿Sabías que Julia tiene diecisiete?– me comentó Sebastián, sorprendiéndome con la noticia.

–¿Es en serio?

Mi novio asintió con la cabeza, sonriente, demostraba estar consciente de que la edad de la nena no era la que aparentaba.

–Dios mío– agregué llevándome la mano a la boca –. El próximo año será legal...

–En un par de meses, en realidad– corrigió.

Pronto caí en cuenta de la situación ante la que nos encontrábamos.

–Amor... dieciocho años.

–Lo sé– respondió con una sonrisa de oreja a oreja.

–Cuando los cumpla podrá decidir si quedarse a vivir con nosotros.

Me llevé las manos al rostro, estaba tan emocionado que comencé a fantasear con ella accediendo a ser nuestra little.

–No fantasees– me advirtió Sebas, no pude evitar reír, me conoce tan bien.

No dudé en ir a abrazarlo, y fue un par de minutos después cuando finalmente tocaron el timbre.

–¡Hola!– exclamó la pequeña frente a mí, mientras corría a abrazarme.

–Hola, traviesa, ¿cómo estás?– le respondí abrazándola de vuelta. Antes de contestarme, repitió el gesto con mi novio, y este no dudó en responderle el abrazo.

–Bien, gracias– dijo apartándose, para luego ser interrumpida por su tía.

–¿Qué tal chicos?– nos saludó con una sonrisa que no dudamos en repetir.

–Muy bien, Emma, ¿y tú?– respondió Sebastián.

–Muy bien, gracias– respondió y las invitamos a pasar.

Primeramente le ofrecí a la señora café, té, agua o una copa de vino, pero ella prefirió el café, y una vez todos a excepción de la pequeña teníamos nuestra taza en mano, nos dirigimos a la mesa.


Narra Julia

Estuvimos hablando un rato, y yo me llegué a distraer de la conversación en más de una ocasión. Mi tía dijo que nos iríamos temprano, pues tenía que atender unos asuntos de su trabajo, yo no me quejé, pues sé que ella trabaja muy duro.

–¿Y qué estudiaste, Sebas?– escuché preguntar a mi tía.

–Administración de empresas– respondió Sebastián.

–¿Y tú, Mateo?– volvió a preguntar mi tía.

–Yo estudié contabilidad, de hecho nos conocimos en la universidad– comentó Mateo.

–¿En serio? Y fue amor a primera vista seguro– bromeó mi tía.

Mientras que Sebastián reía, Mateo se limitó a asentir, como si disfrutara avergonzarlo. No pude evitar reír.

–¿Y tú de qué te ríes, monita?– me preguntó sonriente Sebas, ocasionando que ría más.

Pasó su dedo índice rápidamente por la punta de mi nariz y rió, para. luego volver a integrarse en su conversación pasada.

Al poco tiempo de su conversación, Mateo se puso de pie y se dirigió a la cocina, por lo que no le di mucha atención. A los pocos segundos, un plato y un vaso ya se encontraban frente a mí, sobre la mesa. Eran hot cakes y lo que parecía ser jugo de manzana.

–¿Cómo se dice, princesa?– dijo mi tía, interrumpiendo mis pensamientos.

–Gracias– respondí sonriente, ¡amo los hot cakes!

Disfruté cada bocado de mi comida, y me detuve entre mordida y mordida para integrarme a la conversación de vez en cuando. Pasaron los minutos, y con ellos las horas, hasta que mi tía tuvo que poner un límite tristemente.

–Les quiero agradecer muchísimo por invitarnos, chicos, pero debo ir a trabajar ya, porque me están esperando– se justificó, entristeciéndome.

–Emma... quédense– pidió sonriente Mateo.

–Insistimos– agregó Sebastián.

–Me da mucha vergüenza, pero de verdad debo ir– respondió lamentándose.

–¿Me puedo quedar yo?– pregunté volviéndome a integrar a la conversación. No pasó ni medio segundo para que las miradas de todos se posaran sobre mí.

Tal vez no debí haber preguntado eso, fue grosero. Ahora estaba orillándolos a que me dejen quedarme.

–Julia, no seas grosera– se quejó mi tía.

Me hizo sentir mal que me llamara por mi nombre.

–Perdón, es verdad– respondí cabizbaja, estaba genuinamente avergonzada.

–No, no, no... no la regañes– me defendió Mateo.

–¿Quieres quedarte, princesa? ¡Quédate!– me animó su esposo.

Alcé la mirada, estaba confundida, no parecían decirlo por cortesía.

–No, no. Y de verdad perdón por lo que dijo, no tienen que ser tan amables– respondió ella.

Nuevamente yo ya no era parte de la conversación.

–No, hablamos en serio, no tenemos problema en que se quede– dijo Sebastián.

–Piénsalo, se aburrirá en una oficina, eso si no la dejas solita en casa– argumentó Mateo mirándome.

–¡Aquí podríamos enseñarle a dibujar!

–¿Podríamos?– se burló Mateo

No pude retener la risa para ese momento, me sentí mal por haberme burlado pero es que la confianza de Sebastián era muy graciosa. Él y mi tía también rieron.

–No lo sé, ya han hecho muchísimo– agregó mi tía una vez se tranquilizó.

–No es molestia, Emma, déjanos cuidarla... podemos ver una película, y cuando la quieras recoger nos avisas y te esperamos aquí– dijo Mateo.

Mi tía se tomó unos segundos para pensarlo, en un punto me miró a mí y yo traté de esconder mi sonrisa de emoción.

–¿Están seguros?

–¡Claro, si Julia es un encanto!– argumentó Sebastián.

Ella volvió a reflexionar, nuevamente tomándose su tiempo para pensar, pero finalmente cedió, llenándome de una alegría que no podía demostrar del todo, pues recibiría un regaño por parte suya.

–Volveré lo más temprano que me sea posible, lo juro.

–No te preocupes, Emma, de verdad, va a estar en buenas manos, te lo prometo– agregó Mateo.

–Eso lo sé– respondió mi tía sonriente –. Pero si se comporta mínimamente mal...– agregó para dedicarme una mirada amenazante a mí y luego continuar –no duden en hacérmelo saber.

–¿Portarse mal? ¡Si es un amor!– exclamó Sebastián abrazándome, ocasionando que ría por el gesto.

Una vez me soltó, pude ver sonreír a mi tía, quien no tardó en retomar la conversación agradeciéndoles por cuidarme, justo antes de despedirse y marcharse con sus cosas.

Creo que será una linda tarde.

Juliaحيث تعيش القصص. اكتشف الآن