Capítulo 70

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Narra Julia

¡Juro que mi daddy prepara los mejores sándwiches del mundo! El mío está delicioso, y no dudo que los suyos también lo estén. Ahora feliz por mi elección de condimentos, comencé a balancear mis piernas desde la silla, enfocada en mi desayuno mientras mis daddies hablaban.


Narra Sebastián

Dentro de dos semanas y media será el cumpleaños de mi princesa, y aún no he tocado el tema con mi marido, pero me gustaría que le diéramos algo muy especial. Debo hablarlo con él para saber qué ideas le vienen a la mente.

Por ahora ella está distraída con su desayuno, lo cual agradezco infinitamente, pues creí que después del incidente de ayer no querría desayunar hoy.

–Amor, tendré que ir a ver la empresa esta mañana para firmar un contrato– llamó mi atención Mateo –. Tardaré una hora y media como máximo– agregó para luego darle una mordida a su sándwich.

–Okay, cariño, ¿debes irte ya?– le pregunté.

–No, no– respondió negando con su cabeza, para luego limpiar sus labios con una servilleta –. Te ayudaré a bañar a la nena, la dejamos en la escuela y luego me voy– me informó.

Sonreí al recordar cuando la bañamos ayer, y lo enfocada que estaba en aquella bomba de baño. Mi marido también sonrió, e instintivamente nos giramos para mirarla. Para nuestra sorpresa, ya había terminado su comida, pero parecía preocupada y triste.

–¡Princesa, lo hiciste muy bien!– la felicité sonriente, y ella me miró con... ¿temor? en su rostro.

–Aw, nena, tranquila– soltó mi marido para luego ponerse de pie con intenciones de acercarse a ella.

La nena hizo un pequeño puchero que me pareció la cosa más tierna del mundo, y luego se llevó las manitas a sus ojitos con tratando de evitar llorar.

Metí mi último trozo de comida en mi boca, y tomé los platos ahora vacíos para dirigirme a la cocina. Asegurándome en el camino a esta de que Mateo la estuviese atendiendo.


Narra Mateo

Me coloqué a la altura de mi niña y escondí uno de sus mechones detrás de su orejita. Acaricié su mejilla y le sonreí.

–Peque... estamos orgullosos de ti– solté, pero no parecía ser exactamente lo que ella quería escuchar, pues cubrió su carita con sus manos y la giró en dirección contraria a mí.

Pronto entendí que "triste" no era la palabra indicada para describirla ahora. Sino tal vez ¿"avergonzada"? Pero no comprendía porqué, nosotros comimos lo mismo que ella, ¿por qué se sentiría mal?

–Bebita, ¿qué pasa? ¿estás bien?– le pregunté confundido.

–¿Qué tiene?– me preguntó mi marido ahora preocupado, volviendo de la cocina.

–No lo sé– respondí rápidamente, para luego dirigirme a ella –, ¿quieres que te cargue, nena? ¿Necesitas un abrazo?

Ella no respondió, y aunque hasta ahora no había comenzado a llorar aún, tenía miedo de que en cualquier momento lo hiciera, así que pasados unos segundos; decidí tomarla en brazos finalmente.

–Ven con papi, princesa– solté al elevarla, tomándola por sorpresa.

La coloqué sobre mi cintura, poniendo mi mano sobre su pijama, donde se encontraba su pañal, y casi al instante logré deducir lo que había ocurrido.


Narra Sebastián

Sin previo aviso, mi esposo comenzó a reír lo más silenciosamente que pudo, contagiándome el gesto aún sin saber su motivo.

–¿Qué pasó?– le pregunté confuso y risueño, y al instante mi niña se escondió en su pecho, aferrándose con sus bracitos a su cuello.

Mi marido trató de calmarse y hablar, pero apenas parecía estar a punto de decir algo; soltaba otra silenciosa risa. Finalmente, cuando por fin logró controlarse, me miró con una sonrisa de oreja a oreja, enternecido a más no poder, para luego dirigirse a la nena.

–¿Tuviste un accidente, princesa?– le preguntó dando su mayor esfuerzo por disminuir su sonrisa.

–Aww, monita– solté enternecido como nunca antes, para luego acercarme a ella y besar su cabecita.

¡Mi niña hermosa!

Pobrecita, debo sentirse tan avergonzada.

Y pronto confirmó mis sospechas comenzando a sollozar.

–Tranquila, corazón, no llores– le hablé acariciando su cabellera –. Nadie está molesto contigo, ¿okay?

–Sí, bebita, no pasa nada... sh, sh, sh– soltó Mateo meciéndola ligeramente.


Narra Julia

Dios mío, esto es humillante. Qué vergüenza.

No sé qué me pasó, estaba tan tranquila y de la nada solo salió. Lo pude retener, no me mal-entiendan, pero para cuando fue así ya llevaba ¡la mitad del camino! Así que solo terminé... pero al instante me puse nerviosa. Mierda, si no hubiese sido así no lo habrían notado. Y ahora papi está meciéndome de arriba a abajo intentando calmarme por mojar el pañal.

–Lo siento, lo siento, lo siento...– susurré repetidamente mientras me aferraba a su cuello.

–No, no, no, no... tú no hiciste nada malo, peque... no te disculpes, bebé– me respondió daddy con una sonrisa calmada.

–Mi pobre niña– soltó papi para luego besar mi mejilla.

–¿Qué te parece si te damos un baño, princesa?– me sugirió daddy, y aunque no fue por completo por lo que dijo, comencé a lograr calmarme finalmente.

Pasados unos segundos asentí, y se turnaron para besar mi cabeza para luego dirigirnos a las escaleras.

–Sh, sh, sh... aquí estamos, bebita, tranquila– susurró papi al subir los escalones.

Me recargué en su pecho, y aunque ya no estaba llorando, sí me encontraba algo incómoda aún, tanto física como emocionalmente. Acabo de pasar la mayor vergüenza de mi vida, y papi estaba llenándome el rostro de besos como si nada.

Al entrar a mi habitación, daddy se dirigió a la puerta del baño, y cuando esta por fin se encontró abierta, entramos papi y yo. Papi me dejó sentada sobre la alfombra en el suelo, y cuando se marchó de vuelta al cuarto, daddy aprovechó para llenarme el rostro de besos, haciéndome sonreír ligeramente.

Cuando volvió, lo hizo con unas toallitas de bebé en mano, se sentó con las rodillas dobladas y las puso en el suelo a mi lado. El sonido del agua cayendo me distrajo, y al girar la cabeza pude encontrarme a daddy distraído con la bañera.

–Acuéstate, nena– me indicó papi con una sonrisa de oreja a oreja. Lo miré aún avergonzada, y seguí sus indicaciones a los pocos segundos.

Al recostarme, daddy pronto apareció en mi panorama visual para sonreírme y besar mi frente. Su gesto me dio calma, pero pronto volvió el remordimiento.

–Nunca nos enojaríamos porque necesites un cambio, princesa– me hizo saber acariciando mi mejilla, mientras sentía cómo papi me despojaba de los pantalones de mi pijama.

Pude notar desde mi posición que ambos dirigieron la mirada a mi pañal para luego sonreír divertidos, ocasionando que me remueva ligeramente y me lleve las manos al rostro por la vergüenza. Daddy pasó su dedo índice por la punta de mi nariz, la cual se asomaba por entre mis manos, para luego hacerme cosquillas aliándose con papi.

–¡Ya!– exclamé risueña– ¡Por favor, daddy! ¡Papi, basta!– agregué y finalmente se detuvieron para darme un beso en la frente cada uno.

JuliaDove le storie prendono vita. Scoprilo ora