—Lo he conseguido —anunció Jacob, sin contener la emoción en su tono de voz.

—¿Eres el presidente? ¿Has revisado los papeles que firmé? —pregunté de nuevo.

Nunca estaba de más cerciorarse de que todo iba como tú querías.

—Así es. Bart me ha nombrado presidente ejecutivo, con el 90% de acciones. Ha dicho enfrente de los asesores y accionistas que confía en mis instintos más que en ti; él parecía contento de tenerme dentro de la empresa. Será arriesgado exponer a la prensa, sin motivo aparente, este repentino cambio, pero la masa de periodistas se calmará tras entretenerse con otro cotilleo que se produzca en la ciudad —parloteó, inquieto.

—Esto es magnífico. —Esbocé una amplia sonrisa y me recliné en el asiento—. Catherine se pondrá contenta al escuchar esto... siempre y cuando me permita acercarme a un radio de diez metros de su hogar. Ha contratado a Patrick como su protector.

—Compréndela: no has hablado con ella desde que descubriste que os están siguiendo. Explícale que has renunciado no solo para que yo acceda a las cuentas fantasmas y a la montaña de secretos que Bart acumula, sino también para impedir que el acosador continúe acechándola. —Disminuyó el tono de voz. Yo correspondí enderezándome en la silla, con temor a que sus siguientes palabras no me gustasen—. Papá tiene algo preparado para ti, pero no ha querido decirme el qué. Solo espero que no sea algo demasiado grave y que pueda ayudarte a salir. —Se aventuró—. Buena suerte, Dimitri. Tengo que colgar para atender a mis nuevos clientes —informó, adentrándose en una multitud.

—Adiós, Jacob. Gracias por cubrirme en esto.

Guardé mi móvil de inmediato y me acomodé la corbata, a la espera de mi padre. Fui yo quien preparó el documento ante notario, cierto, pero él desconocía ese dato. Habría sido demasiado sospechoso que aceptara mi propia renuncia sin rechistar, por tanto, mi hermano pretendió que ese documento había nacido de un complot de los accionistas y convenció a mi padre de que yo no tenía ni la menor idea de ello. Muchas empresas de familia se desvanecían por el tiempo, bien porque la producción decaía hasta la ruina o porque los accionistas superaban en número las inversiones de la propia familia. Jacob fue inteligente en suponer que mi padre aceptaría la opción número dos.

No sospechaba que yo recuperaría el control en cuanto tuviera la oportunidad.

«Nadie me quita lo que es mío».

Unos nudillos golpearon la puerta de mi despacho con violencia. Adopté la pose de cada día: adusta y concentrada en mi trabajo. Encendí la pantalla del ordenador, abrí el último documento en el que había estado investigando y pretendí que tecleaba, ignorando parcialmente el semblante cargado de júbilo de mi padre.

—Tenemos que hablar urgentemente —informó.

—Por supuesto —respondí con indiferencia.

Tomó asiento frente a mí, y entrelacé las manos sobre el escritorio.

—Ayer por la tarde recibí una petición de los asesores en la que se exigía tu inmediato abandono de esta empresa. Debido a la numerosa participación, y a mi intervención, hemos tomado la mejor decisión para nuestra industria familiar. —La sonrisa que retorcía sus labios hizo que contuviera la mía. No podía mostrarme satisfecho, tampoco alegre, sino anonadado por lo que estaba oyendo—. Jacob te sustituirá. Siempre tuve la corazonada de que sería mejor para esta empresa, sin tus estúpidos escándalos. No es necesario que lo llames para convencerlo de lo contrario: Jacob ha accedido al acuerdo.

Me obligué a apretar las manos hasta el punto donde mis nudillos se tornaron blancos, transmitiendo a través de ese simple gesto lo que no haría con simples palabras.

Cuarenta semanas [Los Ivanov 1] [COMPLETA]Where stories live. Discover now