Semana 39

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Jacob se apresuró a ayudarle con todas las bolsas y las cargó al interior. Mientras tanto, Alexia y yo nos entretuvimos ordenando la ropa del bebé en la que sería su habitación.

—Necesito sentarme —dije, tomando asiento en el balancín con rapidez.

Anudé los brazos en torno a mi vientre y suspiré profundamente.

—Catherine... ¿Estás bien? —Alexia dejó caer una diminuta camiseta sobre la cuna y se aproximó a mi posición—. ¿Quieres que llame a Dimitri?

—No, no, no —repuse—, no lo hagas, por favor. De lo contrario, cancelará los planes de esta noche y me llevará de cabeza al hospital. No quiero pasar los próximos días ingresada por algo que, seguramente, no sea nada.

—Pero sientes dolor —afirmó.

—Estoy de casi nueve meses, Alexia. Saldré de cuentas en cuestión de días y la doctora me advirtió de que el parto podría adelantarse, y más después de todas las emociones que he sufrido durante los meses anteriores —resoplé—. Sin embargo, puedo caminar, no he roto aguas y el dolor no es tan intenso. En serio, me encuentro bien, créeme.

Me sostuvo la mirada antes de asentir. Cuando el dolor se calmó y el bebé volvió a patear de esa manera tan enérgica, fui capaz de ponerme de pie y continuar colocando la ropa en su respectivo lugar. Al cabo de varias horas y tras una comida abundante seguida de una tarde de películas, Dimitri apareció en la habitación del bebé. Le dediqué una sonrisa y le observé montar una pequeña mesilla de noche.

Se había remangado la camisa, dejando a la vista los tatuajes que ya había memorizado y los músculos tensados. No importaba el tiempo que transcurriera: siempre me volvería a enamorar de él tantas veces como pusiera los ojos en su rostro.

—¿Necesitas ayuda? —pregunté cuando le vi fruncir el ceño.

—Creo que le falta un tornillo —alzó una pequeña bolsa de plástico, vacía.

—¿A quién? ¿Alexia o Jacob? —bromeé, acercándome a él. Puse las manos sobre sus hombros y los acaricié—. Cariño, deberíamos preparar la cena. Son casi las ocho, ¿sabes?

Se incorporó, sacudiendo las manos en sus pantalones a pesar de llevarlas limpias, y las colocó en mis mejillas. Atrajo mis labios hacia los suyos y me besó con fervor. ¡Por fin un poco de privacidad! Con tanto invitado, lo había echado de menos. Me aferré a su cuerpo de manera instintiva para no perder el equilibrio y reí sobre sus labios como una tonta.

Tras unos minutos descendimos por las escaleras. Me vi obligada a mantener una sonrisa cuando el dolor regresó. Alexia reconoció esa expresión y me ayudó a buscar una excusa para mi repentina ausencia. Fui al baño y esparcí agua helada en mi nuca antes de volver a la cocina.

—Tus padres ya están aquí, amor —Dimitri anunció antes de relamer sus dedos.

Estaban manchados de salsa.

Apresurada, salí al exterior para recibirles. Abracé a mis padres con fuerza, por separado, antes de tirarme sobre Patrick. No lo hice de manera literal, pero sí que rodeé su cuerpo con mis brazos y lo estreché con la mayor fuerza posible. En respuesta, besó mi frente.

—Jamás creí que nos encontraríamos en esta situación. ¿Tú? ¿Echándome de menos? ¿Abrazándome de esta forma? Cuidado hermana, o pensaré que me quieres —bromeó.

—Sigues siendo el mismo idiota de hace dos semanas. Bien. Me alegro de que mi ausencia no te haya marcado de por vida —besé su mejilla y, entre risas, le arrastré al interior.

Saludaron a Dimitri, Alexia y Jacob antes de ayudar con la cena. Como era de esperar, mi madre apartó a Dimitri del fuego y le enseñó varios trucos de cocina. Él obedeció a todo lo que ella le aconsejaba y me vi tentada a grabar todo lo que sucedía en vídeo, como si este momento de felicidad fuera a desvanecerse de una forma u otra. Entonces, recordé que ya no había peligro alguno y me relajé.

Cuarenta semanas [Los Ivanov 1] [COMPLETA]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora