Tenía una mandíbula bien marcada y una sonrisa encantadora. La forma de sus ojos y la expresión completa de su cara me recordó a Dimitri, y no supe por qué. Aclaré mi garganta cuando caí en cuenta de que me estaba mirando y señalé a la parada de autobuses.

—Me temo que debo marcharme. La universidad me espera —comprobé la hora en mi teléfono de nuevo. Eran apenas las ocho y media, disponía de tiempo suficiente como para coger un autobús y llegar a la primera clase.

—Yo te llevo —jugó con las llaves que parecían ser de su coche—. Tardarás menos, y así te ahorrarás dinero. Además, podrás pasar tiempo conmigo, ¿qué hay mejor que eso?

—Me recuerdas a alguien que no me cae nada bien —mentí de manera descarada antes de exhalar un suspiro—. No quiero molestarte, seguro que tienes cosas que hacer.

—Para nada.

Me sostuvo la mirada antes de señalar a un vehículo de color negro aparcado al final de la larga fila de coches. Ladeé el rostro para estudiarlo mejor, queriendo comprobar si se trataba de un espejismo o ese coche se encontraba allí realmente. Puestos a ser sinceros, viajar con Nathaniel —Nate—, no me suponía molestia alguna. Es más, podría llegar a ser divertido.

No tenía nada que perder.

Desistí de la idea de ir caminando y acepté con amabilidad su invitación. Procuré no arañar nada cuando tomé asiento en el lado del copiloto y abroché el cinturón. Durante el trayecto hablamos acerca de nuestras respectivas vidas. Me contó que trabajaba como técnico informático en el distrito de Brooklyn, a menos de una hora de Manhattan. Tenía 25 años, vivía solo, por lo que me dio a entender que estaba soltero. Aunque no quise pensar en aquello.

Antes de pasar por la universidad nos detuvimos en una cafetería. Me invitó una donut rellena de chocolate y un café. Sonreí con amabilidad y, justo antes de bajar del coche —una vez que llegamos a la puerta de la residencia, por supuesto—, me pidió mi número de teléfono.

—Si tienes dudas acerca de alguna asignatura, no dudes en llamarme —dijo desde el interior del coche, ensanchando la sonrisa—. Los números y las matemáticas son lo mío. Y no me supondrá ninguna molestia, suelo venir mucho por aquí.

—Gracias.

Cerré la puerta y me despedí con la mano. No me esperé a que se fuera, sino que me apresuré a llegar a mi habitación, recoger los libros correspondientes, y salir corriendo a clases. No podía llegar tarde, no de nuevo, pues el profesor comenzaría a anotar mis retrasos y eso afectaría a mis calificaciones. Me extrañó no ver a Alexia en la habitación, supuse que estaría en clase. Comprobé que todo estaba en su sitio antes de abandonar la residencia y adentrarme en ese tumulto de personas.

 Comprobé que todo estaba en su sitio antes de abandonar la residencia y adentrarme en ese tumulto de personas

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Coloqué las gafas de sol en el interior de su respectivo estuche y miré a mi reflejo. Había envejecido en estos últimos días lo que no había hecho en diez años. Froté mi barbilla, recordando que debería afeitarme pronto, antes de resoplar. Acababa de regresar de mi supuesto viaje de negocios, y tenía que hacerle frente a la realidad, cosa que había ido posponiendo durante la última semana.

Cuarenta semanas [Los Ivanov 1] [COMPLETA]Tahanan ng mga kuwento. Tumuklas ngayon