Memories

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Había despertado de golpe, hacía frío y la oscuridad prevalecía salvo por una ligera luz de una lámpara en la improvisada mesa de noche. Había tenido un sueño pero no recordaba cual era, un mal sueño seguramente porque tenía una sensación como un hormigueo por todo el cuerpo, como si algo horrible hubiera pasado. También el corazón me latía con fuerza. Mi primera imagen al abrir los ojos eran las cadenas colgando, varios rieles por el techo. Esa no era mi habitación, o al menos no donde me estaba quedando en la Safe House.

¿Por qué estaba en este cuarto? ¿Me quede dormido? Intentaba recomponer mis recuerdos, una vez más fuimos presas de la maldita lujuria. Se burló de mis fideos, yo me mofé de su acento sureño mal hablado, el me hizo un comentario de que era el peor tailandes de la historia por hablar ingles y yo le critique su falta de estudios por no aprender bien inglés. Me empujó, le empujé, y la historia se repitió...Besos salvajes, mordidas apasionadas, caricias urgentes. Era tan extraño que años y años de este tipo de actividades pero nunca había tenido orgasmos tan intensos como los que Pete me provocaba.

Pete.

No estaba recostado a mi lado, y al girarme pude verlo sentado en el piso frío, recargando su rostro en la orilla de la cama profundamente dormido.

—Te tomas el papel de perro muy en serio. —murmuré levantándome de la cama, estaba desnudo, mis boxers y mis pijamas tirados, el piso era un asco, varios condones usados, pañuelos, mi caja de condones. Me vestí tomando todo eso, tiré todo ello en el baño que daba de una de las pequeñas puertas.
A este paso tendría que pedirle a los guardaespaldas que cuidaban el lugar que me compraran más aunque se vería bastante raro. Nadie sabía que Pete estaba aquí, si mi padre se enterase, lo mataría al instante... Y si bien se supone ese era el plan, aún no iba a hacerlo, pero por desgracia cada día me preguntaba si era realmente capaz de matarlo. No lo deje morir una vez, ¿habría una segunda?

Hice todo el ruido posible pero Pete parecía cansado, me acerqué, llevaba su pijama inferior, sus dos manos esposadas, usualmente solo tenia una, pero en esta última vez mientras gemía contra mi oído, él mismo pidió ser sometido así, iba a intentar no ponerme a pensar en esa voz suplicante suplicando mas con esas manos atrapadas o no iba a poder volver a conciliar el sueño.

—Hey, Pete... despierta. —había aprendido con los días a hablarle desde lejos, porque una mañana que intenté levantarle para que desayunase me soltó una patada. Por fortuna ese truco funcionaba, abrió los ojos pesadamente, tallándose un momento la cara y disfrute esa imagen, su cuello tenía mis manos ligeramente dibujadas, varias marcas rojizas por su piel, y estaba seguro que si miraba bajo su pijama, sus entrepiernas tendrían mordiscos. El no podía poner quejas, en ocasiones anteriores me dejó de la misma manera. —¿Por qué estas dormido en el piso, idiota? —

—Tú estabas en la cama. —Pete, de respuestas simples, se levantó pesadamente y se sentó a la orilla de la cama estirando su cuerpo que parecía dolorido aún. —¿Qué horas son? —

Miré hacia el único reloj de la habitación. —cuatro y cuarenta de la mañana. ¿Sabes que esta cama es Pet Friendly verdad? Las mascotas de todo tamaño están permitidas. —

—Si, pero he escuchado que el dueño es un psicópata, no quiero compartir el mismo espacio dormido con alguien que puede; desde arrancarme la garganta hasta pegarme los piojos... —Se encogió de hombros mientras miraba sus manos amarradas.

—Sigue así con tus comentarios y vas a dormir amarrado en el piso. —amenacé y este solo levantó las cejas. Salí de la habitación, lejos del radio de distancia donde su cadena llegase, en un cajón del recibidor tenía la llave de sus esposas. No era tan estúpido para dejarlas ahí cerca, tomé aparte una camisa de mi cuarto, la zona en la que estábamos al estar cerca de lagos hacía todo más frío y húmedo por las madrugadas. Al regresar le encontré aun sentado mirando hacia la oscura ventana. Su perfil era algo que me gustaba observar, su nariz perfilada, sus labios finos.

My Second ChanceWhere stories live. Discover now