Capítulo 28: Parte cinco.

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Pensamientos de Katherine:

Tras hablar con Sabina nos contó que un rumor en Pendingrin indicaba que Roz habitaba una casa de la parte alta, donde se reunía con diversas personas y otros demonios.

—Es un buen lugar si lo pensamos bien, muy cerca de nuestras narices —comentó Nadmi cuando se subió a su caballo.

—Tenemos que ir allá cuanto antes —indiqué, luego vi el cielo grisáceo de un poco más de mediodía que me recordó mi estancia en el Castillo del Conde en España.

Al llegar a la casa de la que nos habló Sabina, de inmediato recordé ese lugar, se trataba de la casa de Sophie Bird, la anciana a la que envenené.

—Conozco una forma de entrar —dije y las guie a la parte de atrás de la casa por donde me metí en aquella ocasión.

—¿Y ahora qué? Nadie trajo ganchos —susurró Nina.

—Ayúdenme a subir —indiqué.

Entre Nadmi y Nina me levantaron lo más que pudieron y yo alcancé la barda de la que me agarré muy fuerte para luego subir.

—Vayan a la puerta de enfrente —mencioné y luego salté.

Fue una linda manera de dejarlas atrás, para que yo trabajara más cómoda. Volví a entrar de la misma manera que antes, pero esta vez no vi a ninguna empleada, todo estaba vacío. Al llegar a la sala de estar escuché ciertos susurros provenir de detrás de una puerta eran casi inaudibles, por lo que a pequeños pasos me acerqué, agarré una de mis estrellas, y de golpe abrí la puerta para descubrir que Gertrude la nieta de Sophie estaba amordazada y atada de pies y manos, a su lado derecho estaban dos empleadas en iguales condiciones y en la esquina de la habitación yacían tres cuerpos sin vida con los rostros desfigurados.

—¿Qué sucedió? —pregunté cuando le quité la mordaza de la boca a Gertrude.

—Un demonio se apareció en mi casa y nos atacó, llevamos aquí una semana ¡Ayúdanos! —pidió muy asustada.

—¿Dónde está el demonio? —averigüé.

—Desde la mañana no la vemos —respondió Gertrude que cuando estuvo libre me ayudó a desatar a las demás cautivas.

—Salgan de aquí —dije, y las acompañé hasta la entrada donde abrimos la puerta.

—¡Gracias por dejarnos como tontas! —exclamó Nina que estaba a pocos metros de la entrada.

—Tranquilas, que Roz no se encuentra aquí —respondí.

—¿Y qué haremos ahora? —cuestionó Nadmi.

—Sencillo, tengo un plan —manifesté.

Tras contarles mi plan, Nina se encargó de llevar a la aterrada Gertrude y a sus dos empleadas a un lugar seguro, en lo que Nadmi y yo entramos a la casa para ir directo a la habitación donde estuvieron cautivas.

—Esperó que esa perra no tarde, el olor es terrible —opinó Nadmi con la mirada puesta en los cadáveres.

—Has estado en el infierno y te quejas de esto —comenté divertida.

Ambas conversamos de cosas triviales, anécdotas que surgieron en todo el tiempo en el que no nos vimos.

—Así que te volviste buena amiga de la señora Bloom —expresé con ironía.

—Deberías olvidarte de eso, yo presencié todo lo que pasó Alice, su padre la traiciono de una manera vil, por eso se casó creyendo que estaba haciendo lo correcto —objetó Nadmi.

—Su padre siempre la utilizo — refunfuñé.

—A veces por ser nuestra familia hacemos cosas para ayudar, aunque una parte de nosotros vea lo malos que pueden ser, siempre está esa parte que guarda la esperanza de que ellos van a mejorar, eso le sucedió a Alice, vio lo terrible que era su padre, a pesar de eso al final quiso ayudarlo, dime tú ¿Quién no hace tonterías por quienes amamos? —cuestionó Nadmi viéndome a los ojos, sus palabras se convirtieron en un par de bofetadas que me aterrizaron a la realidad.

PendingrinWhere stories live. Discover now