Capítulo 24: Un funeral en mi alma.

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De la propia historia...

Jarveil salió furioso de la reunión con el consejo y los senadores, había pasado una semana desde que se postuló y a pesar de que los ciudadanos de Pendingrin lo veían con buenos ojos no era lo mismo para quienes patrocinaban su candidatura, puesto que le exigían cada vez más y más, cosas que a su parecer eran absurdas, aun así, debía hacerlo si quería llegar a tan anhelado poder.

—Todos saben que los favoritos eres tú y Carl Marine de los demócratas, entre ustedes se encuentra el futuro alcalde de Pendingrin —comentó Sam que se posicionó a su lado.

—¿Acaso escuchaste lo que me piden ahora? Quieren que despose a cualquier chica de una buena casa, no está bien visto que un hombre soltero llegué solo al poder —reprochó Jarveil.

—Tenemos tres semanas para las elecciones, es demasiado apresurado ¡Una locura! —agregó Sam que no dio crédito a las peticiones del consejo y los senadores.

—Tú sabes que, si Carl Marine llega al poder, estoy acabado, el consejo y los senadores lo estarán también, a pesar de que está casado con la hija de Iván, todos saben lo mucho que desprecia a las Tres Familias, incluso se cuenta que se casó con Alena solo para hacerla sufrir —confesó Jarveil con la frente sudorosa.

—Estuve investigando y en efecto Carl Marine no es un hombre simple, a la única persona que parece confiarle es a su hermana Mirella Marine quien está casada con Enzo Bertrand el dueño del barco con las cosas robadas, es muy probable que si Carl gana los cargos en contra de Enzo desaparezcan y se encaminen en contra de William La Grange por ser el alcalde en turno y permitir que murieran los gitanos por nada, si no pensamos en algo estaremos perdidos —afirmó Sam.

Ambos caminaron hasta la oficina de Sam, tras cerrar la puerta se unieron en un cálido beso.

Pensamientos de Katherine:

Pasé una semana sin mucho que hacer, ya que estaba de "vacaciones" según Lisa, por lo que inicié un nuevo pasatiempo que era hornear pasteles, llevaba tres días intentando lograr que la masa se cociera, no obstante, algunas veces estaba cruda o quemada, encontrar el balance fue algo muy difícil, ya que a pesar de que seguí la receta de Darlene al pie de la letra no me salió igual ¡Ni siquiera se podía comer! Y ni hablar del pobre Robert que fue mi conejillo de indias para probar todos mis horrendos pasteles, aunque debo admitir que fue muy cortés con sus opiniones a pesar de que su cara contaba otra historia.

—¡Ya llegué! —exclamó Darlene cuando cruzó la puerta, pues hacía cuatro días que se fue con su nueva conquista a un intenso paseó.

—¿Cómo te fue? —le pregunté desde la cocina.

—Nunca olvidaré a Lorenzo, mi hermoso caballero de piel bronceada —expresó con una gran sonrisa cuando entró a la cocina y se sentó.

Lorenzo era el dueño de un barco mercante italiano que arribaba a los puertos de Pendingrin cada seis meses, conoció a Darlene en el mercado mientras ella compraba fruta, su conexión fue inmediata, así como su atracción sexual. La invitación para que navegara con él mientras visitaba otros puertos cercanos fue aceptada casi de inmediato, lo que me pareció bastante bueno, ya que me gustaba ver a Darlene viviendo su vida con pasión y desenfreno, además, era agradable tener de vez en cuando el Castillo en completo silencio.

—Hice esto para ti —dije y le di una rebanada de pastel con pasas.

—¿Ofrenda de paz? —preguntó con una ceja levantada porque desde que discutimos no habíamos vuelto a hablar, me enteré de su viaje por una nota que me dejó sobre la mesa.

—Puede ser —respondí con una sonrisa.

Darlene le dio un pequeño mordisco y noté como sus ojos se entrecerraron en un gesto de desagrado —Le pusiste demasiada azúcar —expresó y se levantó por un vaso con agua.

PendingrinWhere stories live. Discover now