Capítulo 26: Les Collines y las guerreras autoproclamadas.

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Pensamientos de Katherine:

Trabajé con Nina durante tres semanas seguidas, viajamos a varios poblados y aunque al principio fui muy renuente con su presencia de a poco su compañía dejó de suponerme un problema, lo único que me generó conflicto fue la persistencia de ella por compartir habitación conmigo porque le encantaba dormir a mi lado y se negaba a marcharse, cada noche me contó una vivencia diferente de forma simpática, admito que de vez en cuando sonreí de manera sincera, con ella no fingí, puesto que me sentía yo misma sin temor alguno de ser juzgada o criticada, respetaba mis silencios, o mis estados maniacos, Nina era arte.

—Me encanta la música de piano es muy hermosa —dijo Nina cuando bajamos del carruaje para entrar a la fiesta organizada por el ministro francés Owen Mercier, quien era nuestro objetivo, tan solo debíamos observar con quienes se reunía debido a que él formaba parte de La Unión era uno de los jefes y mayores opositores a Lisa, ya que la opinión de cada uno era demasiado contraria por ende nunca lograron ponerse de acuerdo en nada.
El ministro estaba acompañado de su hija Paige Mercier y su inseparable guardia Antony IV Armagnac.

—Siempre quise aprender a tocar piano, quizá algún día lo haga —comenté y observé como Nina lucía hermosa con un vestido de color rojo vivo, también llevaba un pequeño antifaz que resaltó sus expresivos ojos de color miel, yo tenía puesto un vestido de corte similar, de color melón.

—Adelante hermanas Dufour —indicó el portero a su lado estaba un gran perro peludo y de orejas caídas que nos vio con flojera, noté como Nina se puso tensa, luego aceleró el paso.

Entregamos nuestra invitación justo en la puerta de la enorme casa e ingresamos. Al interior la música tenía una cadencia lenta, pero relajante, los asistentes iban de un lado a otro brindando con quien apareciera frente a ellos, ver tantos rostros me perturbo por un momento, así que busqué a cualquier mesero que llevara champagne.

—Salud —le dije a Nina alias Clem Dufour.

Para esa noche ambas fingimos ser hijas de un acaudalado señor feudal del norte del Hexin quienes estaban de paseo por Francia. La invitación a la fiesta fue obtenida por alguna de las tantas conexiones de Lisa, así fue como terminamos ahí para realizar otro trabajo más.

Ella sonrió y se sentó en una de las mesas desocupadas, yo me acomodé a su lado.

—¿Por qué te pusiste nerviosa con el perro flojo de la entrada? —le pregunté en voz baja.

—Durante mis primeros años en el orfanato la cuidadora castigaba a los niños encerrándolos en un pequeño cuarto con un perro que siempre estaba ladrando, era de color negro, peludo y babeaba demasiado, le decían la bestia por su genio agresivo, en varias ocasiones fui encerrada ahí, pasé horas y horas tapándome los oídos para dejar de escucharlo, lo único que hacía era quedarme pegada en la esquina mientras veía cómo ese horrible perro se lanzaba hacia mí, no sabes cuánto le rogué a Dios para que las cadenas que lo detenían nunca cedieran —reveló y luego tomó por completo su copa.

—¿Alguna vez escapó? —averigüé.

—Sí, pero no fue conmigo, la mala suerte se la llevó otra niña que casi perdió el brazo, por eso no me gustan los animales menos los perros o todo aquello que sea peludo —expresó seria.

—Eso explica las mujeres lampiñas con las que te he visto —murmuré con una pequeña sonrisita.

—¡Lo lamentó tanto! Quisiera quedarme, pero mañana zarpo de vuelta a Pendingrin —escuché que dijeron y llevé la mirada hacia la otra mesa donde Jarveil Bloom se puso de pie.

Él caminó cerca de donde yo estaba, como me fue imposible evitarlo lo único que hice fue quedarme en mi asiento saboreando otra copa de Champagne por su lado Jarveil me observó con detenimiento a dos metros de donde me encontraba.

PendingrinWhere stories live. Discover now