Capítulo 34

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Me quedo abrazado a ella por interminables minutos. De a poco siento que el frío de mi cuerpo comienza a disiparse.

Gwen, da un paso hacia atrás y me toma de la mano.

—¿Dónde estabas? —me pregunta y cierra la puerta detrás de nosotros.

Me hace a caminar hacia la sala de estar y veo la manta en el sillón, y la televisión prendida en un canal de música.

Quiero decirle, contarle todo, pero duele y me avergüenza saber de dónde vengo, la clase de padres que tengo.

Me siento desbordado, mi mente no puede dejar de pensar en Sharon, en Hope, en la vida que pude haber tenido, en lo diferente que hubiese sido todo.

Mis ojos comienzan a llenarse de lágrimas, es algo que ya no puedo evitar.

No aparto los ojos de los ojos de Gwen, y veo como los suyos, bonitos, también se llenan de lágrimas.

Al siguiente segundo, ella está abrazándome de nuevo, su cuerpo se aferra al mío y allí dejo salir todo el dolor.

Lloro en silencio, mientras Gwen me abraza con fuerza y en la televisión suena Chasing Cars, como un pequeño himno para este momento.

Nos quedamos así, y juro que con cada minuto que pasa puedo sentir como el calor de su abrazo comienza a colarse sobre el dolor.

Gwen, se aleja despacio, toma mi rostro entre sus manos y seca mis mejillas con sus pulgares. Sin decir nada, vuelve a tomar mi mano y me lleva hacia su habitación.

La observo, sentado en el borde de la cama, moverse por la habitación. Saca una toalla de un pequeño armario y se arrodilla frente a mí. Sus manos van hacia los botones de mi camisa y comienza a soltarlos. La calma nos rodea, a pesar de la tormenta afuera que sacude las ventanas. Dejo que me saque la camisa mojada y la deja a un costado. Luego, cubre mis hombros con la toalla y sus manos frotan mis brazos sobre la tela para pasarme calor.

Sus manos vuelven a acariciar mis mejillas. Ella se ve tan preocupada, que puedo imaginarme la angustia que ha pasado al no saber nada de mí.

—Lamento la hora —hablo al fin —No sabía a donde más ir.

—No tienes que disculparte, me alegra que hayas venido —me asegura —Me tenías preocupada.

—Lo siento...

Ella niega con la cabeza, como si me comprendiera realmente. Y sé que si le contara todo, ella de verdad entendería. Pero no puedo hacerlo ahora.

—¿Quieres hablar? —pregunta como si estuviera leyendo mis pensamientos.

—No, ahora no —niego al instante —Mañana —la miro fijo, preguntándome si algo cambiará cuando le diga que le mentí con respecto a Sharon, aquella vez en la casa de Donald —¿Todavía me amas?

Me aterra pensar en la posibilidad de perder una onza de su amor.

—¿Por qué no habría de amarte? —ella responde con otra pregunta.

—Porque soy un desastre —voy a enumerar todo pero ella no me deja seguir hablando.

—No, no lo eres.

Se levanta un poco hacia mí y me besa.

Su beso es sanador, es un remedio, es mi cura. Llevo la mano a su nuca y la mantengo cerca cuando intenta alejarse. La beso más intenso, más profundo porque necesito olvidar, necesito llenar mis pensamientos de Gwen. Sólo Gwen.

—Te necesito tanto —le digo soltando sus labios un poco.

—Aquí estoy —murmura agitada, mientras sus manos se cierra sobre mis hombros. Sus labios se burlan de los míos con aquellos besos pequeños, consoladores —Todo estará bien... Sea lo que sea que haya pasado, pasará.

Peligrosa Obsesión (Remake) EDITANDOWhere stories live. Discover now