C A P I TU L O 60

1.1K 118 31
                                    

Maxim.


Suelto el teléfono con una maldición.

El salón se mantiene en silencio. Ni mis hermanos ni mis padres dicen algo, pero escucharon mis palabras.

De lo único que hablan los noticieros es de la polémica del divorcio. Cuando me desperté y mi madre estaba viendo la televisión supe que la noticia había impactado lo suficiente como para que circulara en noticieros, radios, internet y redes sociales.

Pero sin duda me jode que Atenea vaya y hable de la relación como si fuera algo de todos los días. No se muestra afectada y suelta las cosas como si no le importaran.

Italiana maldita.

Lo vi en sus ojos. Esa duda que la hizo detenerse antes de firmar.

Creo que estuvo a punto de hacerlo, pero es terca, orgullosa y rencorosa. No nos va a perdonar, o si, quizás si lo haga, pero de todas formas nos quiere lejos.

No importa cuando le roguemos, tiene el rencor guardado hasta al fondo y prefiere su orgullo antes que su felicidad.

—No me gusta que le hables así a esa chica, Maxim. —me dice mi madre en tono de reproche.

Ruedo los ojos disimuladamente porque si me ve es capaz de dejarme congelarme afuera.

—Le hablo como quiero a mi ex esposa. —escupo aun con el enfado embelleciendo.

—A mí me bajas el tonito, Maxim. —dice con dureza. — No le vas a hablar de esa manera a la madre de tu hijo. —me espeta.

Resoplo.

—Si quiero me busco a otra mujer y le preño. —escupo.

El golpe que le da a la mesa me deja en claro que la estoy sacando de sus casillas. Me mira con sus ojos iguales a los míos llenos de enfado. Mi padre se hace el sordo, igual que Abba y Alexei.

—Con las amantes no se tienen hijos, porque esos hijos no son una bendición. —me espeta con furia. — Son un problema. Los hijos se tienen con la mujer propia, la misa cantada solo en una iglesia, frente a los ojos de Dios. ¿Me escuchas, Maxim? Y que no se te olvide, tu catedral se llama Atenea. —me brama.

—Como digas. —farfullo con desinterés.

—Si quieres ir y revolcarte con cualquier prostituta, hazlo. —me dice. — pero a mi casa no vuelves a entrar, Maxim Sokolov. —me advierte con una expresión severa. — Y que les quede claro a ambos. —le habla a Alexei también. — El único nieto que voy a recibir con los brazos abiertos va a ser el hijo que espera Atenea. —avisa con determinación.

—Mamá... —intenta decir mi hermano.

—Mamá, nada, Alexei. —lo calla. — Son bien machitos para engañarla, pero no tienen la valentía para plantarle cara y decirle las cosas como son. Mira que recurrir al divorcio... —niega con la cabeza. — pareciera que no son hijos míos. —nos dice con decepción.

Muevo mi mandíbula y resoplo con disgusto.

—¿De cuando tienes tanta preferencia por esa chica? —resopla con disgusto Abba.

—No te refieras así de ella, Abba Marie. —le dice papá con dureza.

—Atenea es a la única mujer que les voy a soportar. —advierte mamá. — Y si tengo preferencia por ella, es porque yo si se lo que es saber que te van a comprometer con alguien que no conoces. Lo que esa chica piensa de ustedes es algo muy feo, Alexei. —le dice a él, pero me mira a mí.

—Lo sabemos ya. —musita él.

—Bien merecido tienen el desplante que les está haciendo.

—Mamá no te pases. —le digo ya harto.

Amor Entre Mafias |+18|Where stories live. Discover now