Ivy Dean siempre ha sido una princesa con todas las letras y todo el significado de la palabra. Sin embargo tras la llegada de Isabella Swan al recíproco pueblito de Forks, la brillante reina de la secundaria parece ser la única que nota que suceden...
CARLISLE SE VEÍA BASTANTE PERTURBADO, lo cuál, la mayoría de las veces lograba perturbar al resto.
—¿Y me dices que encontró siete de ellos? —le preguntó a Jasper nuevamente, como si aquello fuese a cambiar la realidad. Su hijo asintió pesadamente—. Está empeorando.
—¿Ella, o la situación en Seattle? —se mofó Rosalie con hostilidad. Entonces miró las uñas para ignorar la fea mirada que le lanzaron Alice y Brandon, actuando completamente desinteresada.
—Ambas. Aunque, bueno, yo diría que Ivy está volviéndose mejor... Lo cuál significa que ha de ser peor para ella —espetó el doctor—. ¿Y dónde está ahora?
—La dejé en su casa. Seguía bastante alterada. No me lo dijo, pero pude sentirlo —explicó.
Le había partido el alma dejarla tan perturbada como se sentía. Lo único que le gustaría poder hacer, sería abrazarla y prometerle que todo estaría bien.
Pero, ¿lo estaría? No habían noticias de Akeno. El estrés de la graduación estaba a la vuelta de la esquina y Ivy estaba perdida. No tenía un plan, estaba enojada y ni siquiera sabía qué le estaba sucediendo. De Victoria no habían señales, y Alice estaba saturada intentando mantener un ojo en ella y también en lo que sucedía en Italia. Todo era un perfecto desastre.
Y cada vez que él quería acercarse a Ivy, ella huía con el temperamento de un gato mojado. No podía hacer otra cosa que darle sus espacios, pero no le gustaba del todo. Las cosas iban perfectas entre los dos antes de que él la dejara. Estaba claro que no podía pretender que Ivy lo hubiese recibido con los brazos abiertos... Pero si él hubiera sabido todo lo que le estaba sucediendo, habría vuelto.
Qué idiota había sido.
—Esa pobre niña... —se lamentó Esme—. No se merece nada de esto.
—Nadie se merece nada de lo que nos pasa, pero nos pasa —espetó Rosalie, tan fría como el hielo mismo—. Ella es lo que es, no es la gran cosa. Se está enfrentando a un cambio como todos lo hicimos. ¿Por qué hay que compadecernos por ella?
—Porque en su momento nosotros estuvimos para ti cuando nos necesitaste. Ahora es ella quién nos necesita —le dijo Carlisle, de manera apacible. Ella puso los ojos en blanco, y Emmett le puso una mano en el hombro—. En cuánto a Seattle, no nos apresuremos a sacar conclusiones. Si los Volturi deciden venir aquí, Alice lo preverá. Por el momento, no hay nada qué temer.
Pero Rosalie no parecía estar ni tranquila, ni contenta. Ella y Edward apenas se dirigían la palabra y Jasper optaba por obviar sus comentarios hacia Ivy. Estaba seguro que llegaría el día en que se le escapara uno en frente de ella, y la probabilidad de que Ivy la pusiera en su lugar era bastante alta.
