Ivy Dean siempre ha sido una princesa con todas las letras y todo el significado de la palabra. Sin embargo tras la llegada de Isabella Swan al recíproco pueblito de Forks, la brillante reina de la secundaria parece ser la única que nota que suceden...
JASPER SUSPIRÓ ANTE LA OLEADA DE EMOCIONES HOSTILES QUE EMANABA SU hermana Rosalie aquella tarde. Aunque intentaba enfocarse en la efusividad de Emmett por el partido de béisbol que estaban por jugar, o en el entusiasmo de Alice y Esme ante la presencia de la humana que no tardaría en llegar, le era casi imposible.
Se dedicó entonces a quedarse quieto en su lugar, sabiendo que la presencia de Bella Swan no le daría la chance de relajarse como le gustaría y que debía mantener la guardia en alto y poner mucha fuerza de voluntad para no dañarla. No quería hacerlo; no podría lastimar a su hermano de esa forma.
Cuando Edward y Bella llegaron al claro del bosque, el cielo estaba cubierto de nubes negras y el olor a tormenta acentuaba demasiado el del bosque. El rocío fresco y la humedad del pasto creaban un clima tanto gélido como tenebroso. Pronto, un conocido aroma a jazmín y manzanilla se coló sin querer en sus fosas nasales, y como era costumbre, se sintió como si un alambre de púas hirviendo se enlazara en su cuello atándolo de tal manera que el dolor era adictivamente placentero. Aquello dio pie a un exceso de veneno en su boca y un hueco en su estómago, expectante a ser saciado con la sangre de la humana. Ladeó la cabeza y observó a Bella vestir la chaqueta de Ivory Dean.
Necesitaría cazar más seguido si Bella iba a pavonearse más seguido entre su familia jugando a ser una de ellos e ignorando el peligro que eso implicaba. Pero, que se apareciera con la chaqueta impregnada en la peculiar esencia de Ivy era increíblemente ridículo.
Se sintió mal consigo mismo por los fugaces pensamientos que arrollaron su cabeza.
—Lo siento —se disculpó su hermano con él, en un relativamente bajo y rápidamente, para que Bella no pudiera ni escucharlo ni entenderlo—. No sabía que vendría con eso. Le ofrecí la mía, pero no la quiso.
»—No te preocupes —respondió en su cabeza, haciendo un asentimiento con esta.
El aroma de Bella era atractivo, pero para él no lo era tanto como el de Ivy. Ella tenía algo sumamente especial, y Jasper no podía descifrar qué era. Nunca se había detenido a pensar en el aroma y la esencia de los humanos pues para él casi todos olían iguales. Pero aquella adolescente había sido la única persona en sus tantos años de existencia que le había atraído de aquella forma tan animal y deliciosa para los de su especie. Y la única por la que había decidido apostar y soportar semejante dolor.
También había algo de ella que lo había cautivado en otros sentidos. Quizá sus emociones magnéticas y bondadosas. Quizá su belleza tan etérea y mística. O quizá el hecho de que era sumamente inalcanzable para él por muchísimas razones. Lo cierto era que, con el tiempo, había aprendido a quererla de cierta forma. Desde la lejanía al principio. Y luego, a través de sus pequeños y repentinos acercamientos que jamás había previsto ni planeado pero simplemente se dieron. Y luego, cuando entendió que Ivory Dean tenía sentimientos encontrados hacia él, supo que era el momento de cortar toda relación.
