Ivy Dean siempre ha sido una princesa con todas las letras y todo el significado de la palabra. Sin embargo tras la llegada de Isabella Swan al recíproco pueblito de Forks, la brillante reina de la secundaria parece ser la única que nota que suceden...
EL DÍA SIGUIENTE, IVY SE LA PASÓ CUESTIONÁNDOSE TODO. Y ya no iba solamente en un ámbito de cuestionarse cómo se sentía respecto a su padre casándose de nuevo, sino era algo más. Pensaba en Brandon, en lo ocurrido en la ceremonia, lo seguro que estaba de sus palabras y el miedo que le provocó aquello. También pensó en Jasper. En cómo, por alguna razón le pidió que no se amigara de Brandon. ¿Por qué dos chicos que no tenían nada que ver el uno con el otro, le pedían que se alejara del otro? Era extraño e inusual. Por último recordó la acusadora mirada de Brandon cuándo le dijo a su hermana que "ella tenía experiencia en el tema" y que "cómo podía estar de acuerdo con esto". ¿Aquello, qué?
La única conclusión que había sacado, era que todos estaban jodidamente locos de remate.
Pero por más que trató de ignorar ambas partes, estaba demasiado intrigada y quería averiguar qué se traían entre manos. Brandon, sin embargo, aquella misma tarde partió de vuelta a la universidad y ni siquiera se despidió de ella. No era que le molestara, pero esperaba al menos una disculpa de su parte, o al menos que se disculpara con Marissa. Cuando Ivy le preguntó si lo había hecho, ella negó con la cabeza y le dio una triste sonrisa: Brandon era su única familia, y le dolía haber discutido con él en el que debió ser el día más importante de su vida. De todos modos el domingo pasó rápido y cuando quiso acordar, debía dar la cara en la escuela. Se preguntó en tanto, si Jasper le daría una explicación a su repentina desaparición.
No quería pensar que había sido su culpa. No quería sentirse así... Pero por alguna extraña razón, lo hacía. Dudar de ella misma era algo que ocurría muy pocas veces, pero cuando sucedía era como si su mente se encargara de tirarla abajo de sobremanera.
Aquel lunes fue el día en que Edward y Bella oficialmente se presentaron como pareja en la escuela, y nadie podía creerlo. Llegaron juntos al instituto, bajándose del auto del muchacho que llevaba unas gafas de sol y una sonrisa plasmada en la cara. Ivy jamás lo había visto sonreír. Su grupo de amigos los miró incrédulo, mientras la más cercana a la castaña que llegaba caminando y con el uniforme de las porristas puesto, frunció el ceño divertida ante la escena.
Ivory le levantó el pulgar en señal de aprobación a la lejanía cuando cruzó miradas con su amiga, y soltó una risa con suavidad, abrazada a sus libros y cuadernos. Su vista se movió al auto del resto de los hermanos de Edward: había algo en ellos aquel día, que la había intimidado. La manera en la que la única rubia del clan miraba a su amiga estaba llena de desaprobación y cólera. Alice simplemente se mantenía neutral, y Emmett estaba algo afligido. Jasper ya era un poco más difícil de descifrar. Quizá no le importaba en lo absoluto, y al cruzársele esa idea por la cabeza a Ivory, decidió quedarse con ella.
