Ivy Dean siempre ha sido una princesa con todas las letras y todo el significado de la palabra. Sin embargo tras la llegada de Isabella Swan al recíproco pueblito de Forks, la brillante reina de la secundaria parece ser la única que nota que suceden...
EN UN ABRIR Y CERRAR DE OJOS, AGOSTO Y LA PRIMERA DECENA DE SEPTIEMBRE VOLARON con rapidez. Cuando el cumpleaños de Bella llegó, aquel día su amiga rubia parecía incluso más emocionada que ella. Incluso también más emocionada que Alice, quién no había parado de hablar de aquella fecha en ningún momento.
Cuándo Ivy al fin interceptó a la castaña sola, se lanzó a darle un abrazo en el estacionamiento.
—¡Feliz cumpleaños! —chilló Ivory, y Bella le tapó la boca en un instante. Ella le golpeó la mano para que no la tocara y rebuscó en su bolso con algo de dificultad.
—¿Acaso alguien escucha lo que quiero? —se quejó—. Acordamos que no habrían obsequios.
—No, tú acordaste eso. Nunca dije que no habría obsequio. ¿Acaso cumpliste dieciocho y te volviste más gruñona y vieja? —le preguntó divertida, sin darse cuenta la alarma que se prendió en la cabeza de su amiga quién se llevó una mano a la cara. Ivy se rió—. Bella, estás demente. Y espérate, estoy segura que metí mi regalo aquí.
—No me veo mayor... ¿O sí?
—No. Te quedan años de juventud aún, pero deberías usar crema a la noche si sigues frunciendo tanto el ceño —recomendó divertida, y sacó una pequeña cajita. Uno hubiese pensado que el tamaño quizá hubiera tranquilizado a Bella pero conociendo a Ivory, aquello sería algo totalmente llamativo. Quizá brillante—. ¡Ajá, lo tengo! Feliz cumpleaños.
—Pero-
—Ay, por favor, se supone que tiene que ser divertido cumplir dieciocho. Cállate y ábrelo, momia —la rubia hizo un ademán con las manos. De mala gana, la castaña lo abrió para descubrir un lindo collar con un dije de florcita blanca—. Es una gardenia, dicen que es la flor de la dulzura y la pureza y creo que va mucho contigo. Le regalo un collar con una flor a cada persona que considero importante en mi vida, ¿ves mi brazalete? Le agregué una gardenia, por ti. Tiene un girasol por Ángela, un clavel por Jess, un lirio por Lilah, una no-me-olvides por mi mamá y ahora, una gardenia por ti.
—Eso es realmente dulce —chistó ella, envolviéndola en sus brazos—. Me encanta, Ivy, gracias.
Divisó a Edward caminar hacia ellas, lo saludó con la mano sin mucho interés y luego volvió la vista a su amiga.
No era que se llevaran mal. Las cosas hubiesen estado demasiado tensas entre Ivy y el resto de los Cullen si no hubiese sido porque Alice siempre aligeraba el ambiente y porque a Jasper le quería y las cosas nunca se sentían extrañas o tensas cuando estaba con él. Pero Edward era raro, y ambos parecían repelerse. Sin embargo, ninguno era descortés con el otro.
