Ivy Dean siempre ha sido una princesa con todas las letras y todo el significado de la palabra. Sin embargo tras la llegada de Isabella Swan al recíproco pueblito de Forks, la brillante reina de la secundaria parece ser la única que nota que suceden...
A LA SEMANA SIGUIENTE, BELLA YA ESTABA DE REGRESO EN FORKS. Aunque Ivy quería acercarse a ella, no pasó por alto de que la castaña siempre estaba rodeada y acompañada de su novio... y de sus cuñados. Edward no parecía despegársele ni un momento y cuando finalmente debían separarse, Alice la llevaba a todas partes como si fuese su muñeca personal. Inevitablemente arrastraron a Jasper a aquella extraña dinámica, Rose y Emmett salieron de la foto negándose rotundamente a compartir más tiempo del necesario con Bella y ahora la que solía ser la mesa de los Cullen ahora simplemente era la mesa de la extraña y obsesiva pareja y Alice Cullen y Jasper Hale.
Ivy se rió por lo bajo pensando en cómo las cosas habían cambiado. Extrañaba a Bella y el equilibrio que representaba entre sus otras dos mejores amigas, y aunque se sentía algo desplazada supuso que ella estaría contenta con la nueva amistad que mantenía con Alice. Y mientras la rubia y la chica Stanley caminaban hacia el estacionamiento al finalizar la semana escolar, Jess se notaba nerviosa.
—De acuerdo, ¿qué hiciste? —inquirió ella, divertida y despreocupada, casi imaginándose que sus sospechas sobre el extraño comportamiento de su amiga eran erróneas y producto de su imaginación.
Pero Ivory Dean era una persona demasiado intuitiva; casi parecía un superpoder. No era que ella se percatara de esto, por supuesto. Jamás se había percatado de lo extraña y peculiar que podía ser.
—¿Yo? Yo no hice nada —se encogió de hombros, mientras ambas atravesaban la puerta principal. Ivy caminó con su atención dirigida en su amiga, quién le agarró los cachetes con una mano e hizo que dirigiera su vista a algún punto del sombrío estacionamiento—. Él insistió.
Y parado allí entre todo el caos y el tormento adolescente, sobresalía la figura del muchacho de cabello rubio ceniza y ojos marrones. Figura que hubiese reconocido en cualquier multitud pese a que en aquel momento estaba bastante cambiado gracias a la cantidad de meses que tenía sin verlo.
Sonrió con creces al ver a Riley Biers parado en el estacionamiento, recostado sobre su auto y aguardando pacientemente. El muchacho sostenía un pequeño ramo de jazmines como sabía que a ella le gustaban. No entendió qué hacía allí y tampoco hizo mucho esfuerzo para entender, pues estaba demasiado contenta de verlo.
—¡Riley! —chilló, mirándolo con dulzura. Sus botas resonaron con fuerza en las escaleras y el asfalto al mandarse una corrida atravesando el estacionamiento que llamó la atención de más de un estudiante. La observaron curiosos, pero a ella no le importó. Se tiró a abrazarlo, poniéndose de puntillas y pasando sus brazos por su cuello. El muchacho rodeó su cintura y la levantó levemente del piso—. ¿Por qué no me dijiste que estabas en Forks? ¿Qué haces aquí? ¡Te cortaste el cabello! ¿Qué tal la universidad? ¡Estoy tan contenta de verte!
