Ivy Dean siempre ha sido una princesa con todas las letras y todo el significado de la palabra. Sin embargo tras la llegada de Isabella Swan al recíproco pueblito de Forks, la brillante reina de la secundaria parece ser la única que nota que suceden...
AUNQUE LOS CULLEN TENÍAN MUCHAS PREOCUPACIONES EN ESE MOMENTO, la de Jasper era llegar a Forks para proteger a Ivy. No le interesaba si ella lo odiaba: llegaría, la estrecharía en sus brazos y desmembraría a la pelirroja y/o a cualquier persona que hubiese osado hacerle daño.
Estaba enfadado consigo mismo, de éso no había ninguna duda. Él había tomado la decisión de alejarse y no culpaba a Brandon por no haberle dicho todo lo que había estado sucediéndole, pero cuando recibieron el llamado de Alice explicando que tenían que ir de inmediato a Forks y lo que había sucedido con Edward, él la puso al día con todo lo que sabía que le había pasado: su abuela, Riley y sus amigos. Desde entonces, se le estrujó el muerto corazón.
Se odiaba por haberla dejado. La anhelaba. La necesitaba. Se sentía culpable porque la había dejado en el preciso instante en que ella lo habría necesitado y no podía comenzar a imaginarse lo mucho que podría odiarlo en aquel instante. No estaba seguro de querer sentirlo tan profundamente, pero su seguridad era primero.
—¿Puedes ir más rápido? —inquirió Jasper. Brandon conducía un auto, él iba de copiloto y Emmett y una muy afligida Rosalie iban en el asiento trasero, sin hablar. Carlisle y Esme los seguían en el auto de atrás, la matriarca demasiado angustiada cómo para brindarle confort a cualquiera de sus otros hijos.
—Primero: no, no puedo ir más rápido a menos que quieras que me multen. Segundo, Marissa llegará antes que nosotros y de todos modos no podemos aparecernos en su casa así como así —chistó Brandon. Lo miró de reojo, aún concentrado en el camino—. Ella estará bien, Jasper. Probablemente esté tranquila durmiendo en su cama. Los lobos corretearán a Victoria si se hubiese aparecido por Forks.
Se quedó más tranquilo. Aún les quedaba más de una hora de ruta y debía mantenerse sereno para no inquietar al resto de su familia con sus magnéticas emociones. Brandon era una bola de ansiedad desde que Alice avisó que irían a enfrentarse a los Volturi, y era lógico. Jasper también estaba preocupado por sus hermanos, pero intentaba mantenerse sereno porque se fiaba mucho de la astucia de la pequeña Cullen y de que sus dones los sacarían de allí con vida.
Cuando llegaron a Forks, eran ya las seis y media de la mañana y el sol no había terminado de salir. Brandon lo tuvo que llevar a rastras a la que solía ser su casa y ni siquiera se le ocurrió manejar cerca de la residencia de los Dean. A tan sólo unos kilómetros restantes, el teléfono del integrante más nuevo de la familia comenzó a sonar, y fue Jasper quién se apresuró a responder por él.
—¿Hola?
—¿Jasper? —preguntó Marissa sorprendida. Se dio cuenta por su tono de voz que se sentía angustiada—. ¿Ya están en Forks?
