Ivy Dean siempre ha sido una princesa con todas las letras y todo el significado de la palabra. Sin embargo tras la llegada de Isabella Swan al recíproco pueblito de Forks, la brillante reina de la secundaria parece ser la única que nota que suceden...
SENTADA EN EL PORCHE DE SU CASA, Ivy observó como la nieve caía y su patio delantero volvía a cubrirse de blanco pese a que Marissa lo había estado limpiando a diario.
No podía creer todo lo que había sucedido en los últimos meses. No podía creer que Riley hubiese desaparecido y que no tuvieran ninguna pista de en dónde podría estar, a dónde había ido, o qué había ocurrido con él. La incertidumbre la estaba matando, y supo que daría lo que sea para volver a verlo o para saber que por lo menos se encontraba con bien.
Un auto estacionó en la entrada y de este salió Brandon. No le sorprendió, después de todo faltaban dos días para Navidad... Y nueve días para su cumpleaños. Nadie en su familia pareció replicar cuando anunció que ese año, no estaba con ánimos de celebrar su honomástico.
—¿Ya no andas en moto? —le preguntó Ivy cuando él llegó a la puerta. Subió las piernas hasta la cómoda reposera y se envolvió aún más en la manta. Él chasqueó la lengua y negó.
—Opté por algo más estable —respondió, y le guiñó un ojo. Dejó sus maletas en el piso y se apoyó contra la baranda del porche, justo frente a ella—. ¿Cómo estás llevándolo?
Era lógico que Marissa le había contando sobre todo lo que había sucedido los últimos meses y sobre cómo todo parecía ir de mal en peor. Incluso el mismo Brandon también sufrió la indiferencia de los Cullen cuando Alice lo dejó sin otra explicación que que se mudarían lejos con su familia. ¿Qué sería lejos? se preguntó. Y luego, se preguntó si Brandon estaría enterado de la perturbadora verdad que escondía esa familia.
—¿Qué de todo? —cuestionó con ironía, incapaz de volver su vista del libro. Sabía que a Brandon no le importaba lo que le sucediera y no quería hablar de ello ni verlo fingir.
—Entiendo —sopesó, y se quedó callado por un instante. Tomó las maletas y se apresuró a poner una mano en la perilla de la puerta principal—. Si de algo sirve, Ivy... Lo siento. Lamento mucho lo de tu abuela, lo de tu amigo, y lo de Jasper.
Lo miró y asintió agradecida. Aunque para ella eran palabras sumamente vacías. Brandon no lo comprendería jamás, y nadie lo haría. Ni siquiera ella comprendía cómo se sentía del todo.
—¿Has sabido de ellos? Alice...
—No. Ella también me dejó —se apresuró a responder.
—Entiendo. Lamento haber preguntado... ¿Cómo estás llevándolo tú? —curioseó ella. Brandon sonrió unos instantes hasta que un sonido de risa salió de sus labios. Ladeó la cabeza, y sin dar una respuesta entró a la casa.
Y así, sin nombrar a los Cullen, sin nombrar a Alice y sin siquiera la más mínima mención de Riley, de su abuela, o de toda la gente que había perdido esos últimos meses, pasó la navidad más miserable de su vida.
