Capítulo 31

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En casa ni siquiera notan mi ausencia. Me hace preguntarme, ¿en realidad me ven? 

Cuchareo mi cereal sin muchas ganas, mamá está como siempre preparándose un batido, mis hermanos hablan mientras comen y todo está como siempre. Aunque en realidad nada lo está.

 Papá llega y planta un beso en la frente de Deborah, después se gira a nosotros apoyando los antebrazos en la mesada detrás de la barra.

 —¿Quieres que te lleve hoy, o vendrá ese chico por ti? —pregunta con un tono ligero. Estoy a punto de hablar cuando mamá lo hace. 

—No la lleves, ¿No ves que nos odia? —Suelta una risa y sigue partiendo las fresas. 

—Yo no dije eso. 

—A mi me sonó exactamente a eso. 

Mamá se gira para fulminarme con la mirada. Vuelvo la vista a mi plato, no tengo ganas de pelear. En realidad nunca tengo ganas de hacerlo, parece que a mi madre hasta le divierte. 

Papá suelta un suspiro y recobra la compostura. 

—No somos los padres que te gustaría tener pero tampoco eres la hija que queríamos —agrega mamá y después enciende la licuadora, haciendo que el sonido de esta retumbe por todo el lugar. 

—Deborah... —La voz de papá se pierde con el sonido y no hace otro intento por hablar.

¿Alguna vez has estado tan harto de todo que quisieras desaparecer? Tal vez no morir, solo ponerle una pausa a todo. Que deje de molestar, de herirte y doler. Hay veces en que las palabras de las personas te decepcionan y lo hacen tan constantemente que llega un punto en dónde quiero desaparecer, irme, huir, porque sé que no podré cambiar lo que dicen o piensan y preferiría irme a tener que aguantarlo más.

Pero también me pregunto, ¿Por qué debería de ser yo la que se vaya? Son los demás los que me hacen daño, los que hacen que me duela como no tienes una puta idea, lector. 

No dudo que yo les haya hecho daño, pero estoy segura de que no está si cerca de igualar al que ellos me hacen.

Ahogo las ganas de llorar porque ya no tiene sentido.

Un vehículo se estaciona frente a casa y al asomarme sé que es Samuel. No le pedí que lo hiciera pero siempre está en el momento justo, no se cómo lo hace, no sé por qué lo hace, pero huyo de casa siendo lo único que tengo claro que quiero hacer.

—Hola. —Me sonríe y saca la parte de atrás de su cuello.

No sé que decirle. ¿Gracias?, ¿por qué?, ¿qué haces aquí? Así que en vez de hablar simplemente lo abrazo. Sinceramente. Aprieto mis brazos alrededor de su cintura y después de quedarse tieso por unos segundos sus manos acarician mi cabello.

No menciono nada al respecto y el tampoco pregunta, solo cantamos algunas canciones y nos quedamos en silencio cuando una termina y la otra empieza. 

                                                                                        ⋆ ˚。⋆ ˚。⋆

—Te veo mejor —dice Mia alejando su vista de la pantalla para posarla en mi.

Intento dejar de reír, cubriendo mi boca con el dorso de la mano.

—Yo siempre estuve bien. —Le sonrío y vuelvo la vista a la película.

Mia enlaza su mano con la mía. Nos quedamos un par de minutos con la mirada hacia el frente, puedo ver el reflejo de las luces de colores en sus iris miel.

Las palabras se resbalan de mi garganta como si siempre hubiera sido demasiado sencillo hacerlo, como si fuera lo más fácil del mundo en este momento.

—Te amo.

Los créditos comienzan a aparecer y Mia gira su cabeza a mi. Hay un poco de sorpresa junto con felicidad en sus ojos y el brillo que siempre llevan. Me siento mal por no decírselo todas las veces que sé que ella merece.

—Y yo a ti —responde apretando mi mano y pintando una sonrisa en sus labios.

Mia toma el control y quita la película, deslizando entre más títulos y echándome pequeñas miradas por momentos.

—Mejoras y después te pones sensible. Es como si no conociera a esta nueva Alex. —Se gira hacia mí para sonreírme amplia y cálidamente—. Me gusta.

—Aprovecha el amor que te doy, porque esta «nueva Alex» se irá.

Me da un leve empujón y niega con la cabeza.

—Eres el conjunto de todas esas cosas y te amo así.

La envuelvo con mis brazos y aspiro su leve olor a vainilla, dulce y suave.

—Eres la mejor, ¿lo sabías? —musito contra su cabello.

—Me harás llorar.

—Pero es verdad, eres esa luz en la oscuridad de todas las personas con las que te topas. —Me alejo de ella para conectar nuestras miradas y sepa que hablo con sinceridad—. Prométeme que aunque tú corazón se hiera jamás dejarás de ser quién eres, ¿si?

Mia me mira por unos segundos, pasa sus pulgares por mi mandíbula, delineando el contorno de mi rostro y asiente con la cabeza mientras una sonrisa amplia crece en sus labios.

                                                                                      ⋆ ˚。⋆ ˚。⋆

—¿Eso no es trampa? —digo entre risas.

Dylan niega con la cabeza mientras sigue riéndose. Jake se acerca a él y lo tira al suelo fingiendo golpearlo mientras se ríe con él.

Pateo el balón y este pasa la línea que delimitamos con pequeñas piedras. Levanto ambas manos victoriosa.

—¡No, trampa! —dice Dylan mientras se ríe porque Jake le está haciendo cosquillas aún en el suelo.

—Los jugadores están distraídos. —Alzo los hombros y les sonrío con arrogancia.

Comienzo a correr cuando los veo venir, aunque sus piernas ya son más largas que las mías así que me alcanzan fácilmente. Los tres caemos sobre el césped, riéndonos y quedándonos sin aire.

El cielo está iluminado, feliz, de un azul intenso decorado con nubes sin forma, pero claro que comenzamos a intentar encontrarles una.

—Esa es un cocodrilo. —Jake apunta a una nube que no tiene forma ante mis ojos, pero que poco a poco va tomando una.

—No, es un avión —replica Dylan achicando los ojos.

—¿Están ciegos? —río—, es un dinosaurio.

Ambos niegan siempre manteniendo sus pequeñas sonrisas.

Me quedo perdida en los colores del cielo, los tres admirándolo en silencio, pensando en nuestras cosas y más. Hasta que Jake es quien rompe el silencio.

—Esa es Lila —menciona apuntando a una nube gigante. Su sonrisa se ensancha y se vuelve cálida, amorosa, tierna.

Miro en dirección a su dedo y sí la veo. Esta vez no hay lágrimas, ni el pinchazo en mi corazón, hay una sonrisa y recuerdos felices con ella. La extraño, con toda mi alma, la quise demasiado.

Ambos, sin decir nada, se deslizan pegándose a mí y nos abrazamos. Con la brisa fresca golpeando nuestros cuerpos, ondeándonos el cabello. Y no hace falta decir nada porque todo está en este abrazo.

Sola #1 [✓]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora