Capítulo 8

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Hoy mamá no está de buen humor y sé que es serio cuando incluso a los mellizos les contesta mal. 

¿Qué por qué me sorprende? Mis padres siempre han tenido preferencia por ellos, en especial mamá. Desde que nacieron los amó como nunca lo hizo conmigo. Sus dos hijos, preciosos y rubios al igual que ella, su cuento de hadas al fin cumplido gracias a ellos. Conforme fueron creciendo eso iba empeorando más y más, el trato hacia mí se volvió en hacerme a un lado y dejarme ahí hasta que se percataban de que también existía. 

¿Saben de esos vídeos que hay en internet, dónde el cumpleañero está sentado esperando a que el niño mimado sople la vela? Siempre me sentía así. Donde los niños mimados son el centro de atención y sus padres están de acuerdo con eso, claro que no es culpa de los niños. El tema con mis hermanos es que no les enseñaron que no serían el centro de atención todo el tiempo, sino que siempre lo eran. Aún después de pasar toda su vida en esa posición ninguno de los dos me trata mal, nunca lo han hecho. El problema es que mis padres se los permitieron y mamá sigue con eso hasta el día de hoy.

No les tengo rencor a ninguno, maduraron y se dan cuenta cuando mamá tiene ese tipo de actitudes conmigo, hacerme a un lado y ponerlos a ellos en el pico de la pirámide, pero ninguno, ni siquiera papá puede contra mamá. 

Así que sabes que está verdaderamente enfadada como nunca, cuando también tiene un trato malo con los mellizos.

Mamá se gira bruscamente y se tropieza con Jake, su cuerpo impacta con el de mi hermano y el bol que él tenía en las manos se tambalea tirando la leche y los cereales del interior.

—¡Mierda Jake, ahora lo limpiarás!

Su grito nos saca un susto a los tres, mamá camina hasta su habitación y desaparece ahí dentro.

Jake con las manos empapadas en leche deja el bol en la mesada y se mira la ropa que también está mojada.

—Deja te ayudo —le digo poniéndome de pie. 

Tomo un trapo y se lo aviento para que se limpie las manos, mientras tanto limpio lo que se vertió en el suelo poniéndome en cuclillas. Recojo los cereales de colores y pasados unos segundos un impacto fuerte hace que termine totalmente en el suelo.

—Alexandra, deja de estorbar. —Mamá me mira furiosa y pasa de largo. Automáticamente llevo mi mano al lugar en donde su rodilla impactó. En el intento de levantarme me golpeo contra la barra de la cocina.

—Mierda —murmuro sobando mi cabeza.

—¿Qué me dijiste?

Alzo la vista a mamá, quien después de mirarme con odio comienza a acercarse a mí.

—Me golpeé, yo... —balbuceo. No termino la frase porque sé que no hay cosa que remedie lo que ocurrirá a continuación. Jake se pone en medio intentando hacer que se calme pero mamá lo corre hacia un lado. Su mano me toma con odio y mucha presión por el brazo haciendo que me pare al instante. Espero que me golpee con los ojos cerrados pero no llega a hacerlo

—Cierra la boca que eso se te da muy bien —farfulla—. Ahora vete ya a la escuela que si llegas tarde te las verás conmigo.

Me suelta bruscamente haciendo que me tambalee. Mamá toma un par de papeles que dejó en la mesa y se coloca el bolso negro sobre el hombro tomando las llaves del auto.

—Vámonos, se nos hace tarde —le ordena a los mellizos. Ellos toman sus cosas, me dan un abrazo y salen con ella cerrando la puerta detrás de ellos. Pocos segundos después escucho el auto de mamá arrancar. 

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