Capítulo 27

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Todo se siente tan solo y callado en mi interior, aún cuando hay ruido y gente. 

Camino detrás de Mia subiendo al auto de su padre, Milo me sonríe y pregunta un par de cosas en el camino. Al llegar dejo mis cosas en el sofá y me siento en la barra tratando de prestar atención a lo que Mia me está explicando de la receta que hacemos hoy. 

—Puede ser eso o puedes cambiarlo. ¿De qué tienes ganas? —Me dedica una media sonrisa y aprieta con suavidad mi mano por encima de la superficie de mármol. 

—Eso me gusta. —Le devuelvo la sonrisa—. Una malteada es fácil. 

Solo pienso en comida y mi estómago gruñe de mala forma, las únicas cosas que se me antojan son aquellas que están frías, como el helado o una malteada con esta, no sé la razón pero es lo que hago últimamente, apenas como para después llenar una tasa de helado y comerla en el alféizar de mi ventana. 

—Bien —dice con emoción mientras da pequeños aplausos varias veces. 

Comenzamos a sacar las cosas necesarias —que no son muchas—, Mia reproduce el tutorial para que pueda verlo y ambas comenzamos con eso. 

—¿Qué tal tu y Angie? —cuestiono vertiendo helado e la batidora. 

—Genial, ella es linda... Créeme que si le dijeras a mi yo de secundaria que esto pasaría le hubiera explotado la cabeza. 

La pelea que tuvimos las tres fue infantil, obviamente éramos demasiado inmaduras pero Mia actúo para defenderme. Quizá la razón por la que Angie comenzó a molestarme es porque notó mi trato cortante con ella, todo gracias a que mi madre se la pasaba molestándome con relación a ella. Estoy segura de que si le menciono a Angie en este momento Deborah sigue amándola. 

—Me alegro por ti, mereces personas buenas en tu vida. —Mojo mis labios y meto la cuchara con sobrante de helado a mi boca. 

Mia intenta decir algo pero se ve interrumpida por el sonido de la licuadora. No quiero que diga que yo igual me merezco personas buenas en mi vida o queme diga que yo soy una de ellas, sé que no traigo solo felicidad y amor, tengo una lista demasiado larga de la mierda que traigo a la vida de las personas. 

Al terminar ambas estamos felices en el sofá, bebiendo de nuestras malteadas, viendo una caricatura sobre una chica superhéroe con traje de mariquita y un chico con uno de gato. Y si, vuelvo a aferrarme al momento, a disfrutar la calidez en mi pecho, la pequeña felicidad en mi interior. 

¿Por qué es tan difícil decir estás estúpidas dos palabras? Se la pasan estando atoradas en mi garganta pero mi mente si que puede pronunciarlas. 

«Te amo.» pienso. 

                                                                                          ⋆ ˚。⋆ ˚。⋆ 

Voy caminando por el pasillo con un dolor de cabeza frustrante, aferrándome con fuerza al azar de mi mochila y esquivando a unos cuantos idiotas que solo se dedican a estorbar en los pasillos, cuando una mano me toma con suavidad dela muñeca, pero se siente desconocido y familiar al mismo tiempo. Me lleno de pánico al cruzarme de nuevo con esos iris verdosos, quisiera golpearlo, patearlo, escupirle y decirle lo mierda de persona que es pero me congelo. 

—Hola Alex —pronuncia Caleb con toda la tranquilidad del mundo. 

Abro la boca pero de ella no sale nada. 

Aprieta un poco el agarre cuando hago el ademán de irme. 

—¿Te comió la lengua el gato? —dice en tono burlón llamando la atención de un par de personas alrededor—. Porque tu perra no pudo ser. 

Las ganas de llorar se convierten en ganas de abofetearlo. 

—No es para tanto Alex, es un simple animal, puedes conseguirte otra —agrega rodando los ojos, restándole importancia al dolor en mi corazón, a mis sentimientos. 

—Idiota —digo en voz demasiado baja. 

—¿Qué?, ¿Qué dijiste? 

La diversión y burla en su rostro hace que me encienda por dentro, el miedo pasa a segundo plano durante unos segundos. 

—Que eres un imbécil de mierda —repito poniendo énfasis en cada palabra, con todo el asco, enfado y rabia que emana de mi interior. 

—¿Tienes algo más creativo? —Alza una ceja esperando. Abro la boca con la intención de decirle muchas cosas pero me interrumpen. 

—Caleb, déjala en paz —dice Angie con un tono ligero. 

Comparten una mirada, quizá dice muchas cosas pero no logro descifrar ninguna de ellas. Caleb me suelta y me mira con diversión antes de girarse y caminar junto a la rubia. 

Vuelvo a la realidad, con el cosquilleo de nervios en el estómago y las uñas clavadas en mis palmas. Donde nadie nos estaba mirando y en realidad a nadie le importa si Caleb me toma o no de un agarre con brusquedad. 

Este mundo real que cada vez se siente más lejano a lo que solía ser. 

                                                                                        ⋆ ˚。⋆ ˚。⋆ 

—Mira este. —Le enseño la pantalla de mi celular a Dylan. Un vídeo donde un gatito no logra llegar hasta el borde de la mesa de un brinco.

Dylan se ríe al finalizar el vídeo, Jake detrás de él hace un puchero.

—Pobrecito.

—¿Quién? —pregunta mamá con curiosidad.

—Un gato de un vídeo que Alex nos enseñó —responde Jake con una sonrisa.

Vuelven a ser la familia de antes, no hay tratos cortantes ni fríos entre ellos y mamá.

—No tiene importancia —murmuro. Porque sé que la atención que mamá le pone a mis cosas es nula.

—Listo, ya lo encontré —dice Jake con una caja en las manos. Es un típico Monopoly.

Los tres nos sentamos en círculo, ellos dos sobre el sofá y yo en la alfombra. Comenzamos a jugar, repasando las instrucciones y repartiendo los pequeños billetes falsos.

Las horas pasan, se llenan de risas, pequeñas discusiones graciosas y el danzar de los dados sobre el tablero. 

El cielo comienza a llenarse de colores anaranjados, colándose entre las cortinas. 

En pequeñas fracciones de segundos los miro a ambos, y no sé que me hace ponerme sensible, haciendo que sea posible pronunciar un par de palabras que casi nunca les digo. No son las que más me cuesta decir, pero las digo con toda la sinceridad del mundo y la que aún queda en mi corazón.

—Los quiero.

Sola #1 [✓]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora