Capítulo 23

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Al llegar el lunes ni siquiera tengo que esforzarme en despertar porque no dormí nada, por alguna razón no logré conciliar el sueño más de dos horas seguidas. 

Cubro mis ojeras con maquillaje, no desayuno porque tampoco tengo muchas ganas y me dirijo hasta el auto de papá, porque de nuevo él quiso llevarme. 

Me concentro en la ventana, ya que tampoco tengo ganas de perderme en la música que salen de mis auriculares ni de los parlantes del auto. Veo árboles, locales y personas pasar a toda velocidad a mi lado, volviéndose solo figuras borrosas para mis ojos que se llenan de lágrimas por momentos.

No he hablado en todo el fin de semana, ni siquiera sé si me queda voz después de llorar todo lo que lloré. 

El auto se detiene en el estacionamiento de la escuela y papá apaga el auto para mirarme. Sus iris marrones se encuentran con los míos y sé lo que hará, intentar hablar. 

—No hablas mucho últimamente —comenta desviando la mirada al frente. 

—Simplemente no tengo ganas de hacerlo, ok? —respondo en un tono suave intentando no sonar grosera o cortante con él. 

Me frustra que haga esto, por momentos finge tener interés en mi, pero cuando mi madre me hace algo el solo es un espectador. Me mira como alguien sin importancia si es que llega a hacerlo y no pronuncia palabra por mi, ni para defenderme, ni evitar que me suceda algo. No sé cómo sucedió, si éramos más unidos antes, quizá yo destruí nuestro lazo, como suelo hacerlo con todo. 

—Alex... —Suelta un suspiro y sus ojos vuelven fugazmente a los míos—, solo intento saber qué sucede contigo, en tu mente, cómo te sientes. 

—Por favor papá, me preguntas una vez a la semana cómo me encuentro, realmente no me escuchas y no lo has hecho durante mucho tiempo —farfullo rozando el enfado. 

—Alex, sabes que estoy aquí para escucharte —musita. 

Ruedo los ojos y llevo mi mano hasta la puerta, abriéndola y tomando mi mochila, colocándola sobre mi hombro con enojo y brusquedad. 

—Sí, pero siempre es mucho más sencillo decirlo que hacerlo, ¿cierto? 

Ni siquiera me detengo a ver su expresión, simplemente cierro la puerta y comienzo a caminar.

Estoy harta de que las personas mientan, que tiren promesas falsas sin llegarlas a cumplir.

No, no siempre «todo estará bien» o «mejorará.» No unas simples palabras sin ganas van a arreglar aunque sea un poco el dolor que se acumula en mí, no por hacer promesas falsas y vacías voy a creerte más o confiar en ti cuando nunca me has demostrado aunque sea una pizca de interés sincero. 

He dejado de esperar demasiado de la gente que creí que me daría su apoyo y amor incondicional, ahora sé que me toca luchar sola porque es como siempre he estado: sola. 

                                                                                         ⋆ ˚。⋆ ˚。⋆ 

Aún con la forma en la que le hablé a mi padre él no se comporta grosero conmigo. 

Pasan dos días en los que apenas puedo levantarme y llegar a tiempo ala escuela, sigo evitando a Samuel todo lo que puedo inventando excusas sobre no ir con él, aún así he estado trabajando en el proyecto por mi cuenta, porque no voy a dejarlo reprobar por mi culpa. 

—¿Cómo está todo? —pregunta Mia pasando su mano sobre mi cobija, la cual es muy suave y acolchada. 

—Bien —contesto encogiéndome de hombros. 

Sigo colocando los libros en su estante, a veces me gusta hacer cosas sin sentido para distraerme, como quitar todos mis libros y volverlos a colocar en su lugar. 

—Te traje algo —murmura. Me giro hacia ella y señala la puerta—. Es sopa, la dejé en la cocina. 

—¿Tú la hiciste? 

Mia asiente. 

—Pensé que quizá te vendría bien, no sé... —Agacha su mirada concentrándose en jalar los hilos de las pulseras en sus muñecas. 

Me siento a su lado y paso mi brazo por sus hombros acercándola a mí. 

—Estoy bien, ¿ok? Gracias por la sopa, seguro está deliciosa —aseguro acariciando su cabello. 

—¿Quieres hacer algo? No sé para distraerte... Podemos cocinar, o ver películas o lo que tú quieras. 

Un nudo se forma en mi garganta. Me levanto dándole la espalda, haciendo quelas lágrimas que se acumulan en mis ojos desaparezcan.
Me giro a ella para sonreírle y en voz baja hablo. 

—¿Podemos comer algo? 

Automáticamente ella lo entiende, sus ojos se cristalizan y asiente. 

Mia sabe que cuando estoy mal por alguna razón pierdo el apetito, así que sabe lo importante que esto es para mí, el simple hecho de sentarnos las dos en silencio en la mesa, cada una con un plato lleno de la sopa que ella preparó para mí.
Espera a que yo esté lista, aprieta mi mano por encima de la mesa y no dice nada más que eso, mostrándome apoyo en vez de solo prometerlo. 

Al final logro comer y sí que la sopa estaba deliciosa, Mía siempre ha dicho que estudiará psicología como su padre y después gastronomía, porque ambas cosas le encantan y ni puede decidirse solo por una. 

Quisiera decirle que la amo, con cada parte de mi destrozado ser, pero eso solo causaría más dolor en ella, así que prefiero callarme.

Sola #1 [✓]Место, где живут истории. Откройте их для себя