Epílogo

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Emma

—A la de tres, ¿de acuerdo? —pregunto.

Todos asienten con la cabeza.

—Una... dos... y tres.

Presiono el botón de abrir que hay en mi pantalla y me aparecen todas las asignaturas que he cursado en la carrera este primer año junto a sus respectivas notas.

—Todo aprobado —dice Lucas llenando el silencio.

—Las mías también —añade Kayla.

—Y yo —dicen Austin y Zach al unísono.

—Yo también —dice Vee emocionada.

—Yo también lo he aprobado todo —levanto la cabeza de mi móvil y los miro a todos.

—Eso significa... —empieza a decir Kayla —¡QUE YA ESTAMOS EN SEGUNDO!

Los seis empezamos a saltar de emoción, incluso Lucas y Zach que estas cosas no las suelen expresar. Cuando nos relajamos aún con una sonrisa en la cara Austin llama a su madre lo más rápido posible y le cuenta que tanto él como sus hermanos los han aprobado todo.

Unos golpes en la puerta llaman nuestra atención, me acerco a abrirla y me encuentro de frente con Noah.

—Hola Emma —me saluda el pecoso.

—Hola Noah.

—Siento molestar, pero debo pediros que recojáis ya vuestras cosas, tengo que cerrar la residencia en una hora y me quedan por mirar las demás habitaciones.

—Claro, perdona es que nos acaban de llegar la notas, en cinco minutos nos vamos.

—¿Habéis pasado todos a segundo?

—Sí, todos hemos aprobado.

—Me alegro —sonríe.

—Gracias —le sonrío de vuelta.

Seguidamente desaparece por el pasillo y vuelvo a cerrar la puerta.

—Sí mamá, ya tenemos los billetes, nos vemos en unos días —Austin espera la respuesta de su madre —adiós, te quiero.

Austin cuelga el teléfono.

—Chicos tenemos que irnos, Noah ha venido a avisarnos —les informo.

—Venga, coged las últimas cajas y vayámonos —ordena Zach.

Los chicos cogen las últimas cajas que hay en su cuarto al igual que nosotras y nos vamos de la habitación. Cierro la puerta una vez estamos todos en el pasillo y me quedo varios segundos mirando con algo de nostalgia el número ciento uno que hay en la ella.

Kayla, Vee y yo dejamos las últimas cajas con nuestras pertenencias en el coche del padre de Vee, y los chicos dejan las suyas en el Jeep de Lucas. Subo al asiento del piloto y después de poner música y de comprobar que mis amigas van abrochadas, nos dirigimos a nuestro destino.

Conduzco por las calles de Santa Mónica hasta llegar al barrio residencial donde he pasado parte de mi infancia.

Me detengo ante una casa de ladrillos de color arena con un techo de tejas de un gris oscuro que contrasta con los marcos blancos de los ventanales que hay en ambos pisos de la casa. La casa tiene un escalón de piedra que la eleva un poco, también hay un porche sin barandilla con columnas blancas que rodea la casa al igual que el jardín. En el lado izquierdo de la casa, metida en el porche, hay una gran mesa rectangular de madera con dos bancos.

Por en medio del jardín cruza un camino de piedra que lleva hasta la puerta principal de la casa, la puerta de la entrada es doble y de madera, pintada del mismo color que las tejas de la casa. A la izquierda de la puerta un número siete en plateado está atornillado a la pared.

Bajamos las cajas del maletero del coche y nos dirigimos a meter las últimas cajas de la mudanza en nuestro nuevo hogar.

La casa nos sale al mismo precio que vivir en la residencia de la universidad, si que es verdad que no está tan cerca de las facultades como la residencia, pero mis abuelos preferían alquilarnos a nosotros la casa antes que a unos desconocidos.

La idea se le ocurrió a mi abuela, al principio me pareció una locura, pero después de hablarlo con los demás, el único inconveniente que vimos fue que estamos a diez minutos en coche de la facultad. Ahora cada uno tiene su propio cuarto, podemos volver a la hora que queramos a casa e invitar a cualquier persona.

La casa es enorme, yo creo que es demasiado para seis adolescentes como nosotros, pero al dejarnos la casa al mismo precio que la residencia, y con todos los muebles incluidos, ha sido prácticamente imposible negarnos.

Nada más entrar hay un recibidor con un techo bastante alto y de frente unas escaleras que se bifurcan hacia ambos lados. Al lado derecho del recibidor hay un gran salón al que se accede por dos puertas correderas. Hay un enorme sofá que ocupa dos pareces completas, las otras dos paredes tienen unos grandes ventanales que se pueden abrir y dan paso al porche del lado derecho de la casa y al jardín delantero. En el salón también hay una mesa, esta es redonda y varias sillas la rodean, en el techo hay una bonita lámpara que ilumina la mesa.

Al lado izquierdo del recibidor hay una enorme cocina con una isla como en la casa de mis padres. Toda la encimera es blanca y los armarios de una madera ni muy clara ni muy oscura. En una de las paredes están todos los electrodomésticos, horno, microondas, y una nevera con dos puertas. Un ventanal como los del salón dan paso al jardín trasero con piscina y que separa a los vecinos mediante una valla blanca muy alta.

Subiendo al piso de arriba, hacia el lado derecho están las habitaciones de cada uno. La primera de la izquierda es la mía, a su lado la de Austin y en la del final está Zach. Frente a mi habitación está Kayla, al lado de ella Vee y al lado de Vee está Lucas. Hacia la izquierda, subiendo por las escaleras, hay un par de baños y otra habitación más que hemos decidido que la vamos a usar como sala para estudiar y ver películas.

Dejamos las últimas cajas en el lugar correspondiente, eso significa que ya nos hemos mudado al completo y con ello empieza una nueva etapa en nuestras vidas. Nos queda todo un verano por delante, un verano diferente al anterior, lleno de surf, de fiestas, de Lucas y de experiencias nuevas con los mejores amigos que una puede tener.

Ahora nos toca deshacer las últimas cajas de la mudanza y más tarde hacer unas maletas, ya que en unos días empiezan nuestras vacaciones y no pueden empezar de la mejor manera, nos vamos todos de viaje a Texas.

A 1080 kilómetros por hora [Impactos #1]Where stories live. Discover now