Capítulo 21

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Emma

Marzo.

Ya estamos en marzo.

Hace dos malditos días estaba empezando la universidad con Kayla y Vee. Este curso ha pasado extremadamente rápido. Las notas del semestre pasado no me fueron nada mal, la nota más baja que tuve fue en guion en la que saqué un ocho, a todos en general nos fueron muy bien los exámenes. También hemos empezado a preparar el festival de verano de FV y tenemos tres meses para aprendernos los bailes, limpiarlos y poner posiciones.

Desde que acabaron los exámenes, he ido a hacer surf todas las tardes que no he tenido que hacer trabajos de clase o clases de baile, siempre me quedo hasta ver el atardecer. Y todos los sábados por la mañana he ido también a hacer surf mientras amanecía. Muchas veces Lucas se apuntaba y muchas otras he ido yo sola.

Vuelvo a las ocho de la tarde a la residencia, es viernes y he ido a hacer surf, el trabajo que tengo que entregar el lunes lo acabé a principios de semana y no tenía nada qué hacer. Como siempre en la recepción está el pecoso de Noah haciendo vete tú a saber qué.

—Hola Noah —le saludo.

—Hola Emma.

—¿Qué tal todo? —pregunto.

—Igual que siempre, haciendo cientos de documentos que tengo que pasarle al señor Crawford.

—Pues sí que tienes que hacer documentos... a lo largo del año solo te he visto inmerso en la pantalla del ordenador y en papeles.

—Tengo que confesarte que de vez en cuando, cuando no hay mucha gente que pasa por aquí, —mira a ambos lados y susurra —me pongo a ver telenovelas.

No puedo evitar no estallar en una sonora carcajada.

—Oye Emma, no te rías.

—Perdona, perdona, es que no me lo esperaba Noah, pero seguro que tu trabajo es muy tedioso y aburrido —intento aguantarme la risa todo lo que puedo.

—No sé en qué momento accedí y pensé que ser recepcionista de una residencia sería buena idea —resopla Noah.

—¿No has buscado otro trabajo? —pregunto.

—¡Claro que sí! El problema es que en el único sitio que me quieren es en supermercados trabajando más de diez horas y con una miseria de sueldo o cuatro horas mal pagadas en tiendas de ropa. El trabajo aquí no es el mejor, pero al menos pagan bien.

—Y como para no pagar bien, a saber con cuántos imbéciles lidias al día.

—Pues mira, entre los que no saludan, los que pasan gritando y tienes que mandarles callar, los que les llamas la atención por algo y se ofenden, —los va enumerando con los dedos —los que te piden cosas y después no dan las gracias, ah, y como olvidar a los que pasan olímpicamente de mí.

Yo vuelvo a reírme, aunque me sabe mal por él, debe de ser una tortura pasar las tardes solo y encima que te falten el respeto de estas formas.

—Más de los que piensas, —admite— aunque quedáis las chicas de la ciento uno y el chico rubio también de tu habitación.

—Austin —aclaro.

—Sí, porque los otros dos... —Noah pone los ojos en blanco.

—Zach, el alto, es de pocas palabras y Lucas, el tatuado, le va a días. Si le pillas bien, te dirá algo, y si le pillas mal no te dirá nada.

—Igualmente me parece una falta de respeto —asegura Noah, yo me encojo de hombros.

—Voy a subir, seguro que se preguntarán dónde me he metido, hace rato que les he escrito que estaba de camino —señalo la puerta de entrada a la residencia con el pulgar.

A 1080 kilómetros por hora [Impactos #1]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora