el ojo que todo lo ve

497 65 3
                                    

- Aquí las cosas se van a poner muy feas, mejor que salgáis por donde podáis.- Bryn anunciaba a las personas que quedaban vivas en esa sala, temblando de terror.

- ¡Yo me quedo!- decía aquel hombre que bailó con Farnesse, desenvainando su espada, queriendo ayudarla.

- No se haga el héroe, capitán.- la chica movía su mano para llamar a las bestias y retrocedía despacio.- Lo mejor que puede hacer, es salir por esa puerta y partir en su barco lo más rápido posible... Pero no se olvide de mis amigos, ni de su prometida y, tampoco de ese saco de nervios que está a sus espaldas.

La chica se refería al hermano de Farnesse, que se escondía detrás de aquel hombre armado. La gente empezó a salir por las puertas, ventanas e incluso escalaban por las cortinas para no permanecer más tiempo cerca de aquellas horripilantes criaturas. Así que, el rubio no más escuchar aquellas palabras empezó a jalar del brazo a su protector para salir de allí.

- ¡Vamos fuera! ¡Sois la única oportunidad para mis compañeros para salir de aquí!- gritó Bryn que empezaba a desesperarse. Antes había escuchado la conversación de aquellos dos hombres en la terraza y sabía que contaban con un barco y tripulación dispuestos en el puerto.

- ¡Está bien! ¡Pero no partiremos sin usted!- el muchacho no sabía por qué, pero aquella dama le traía sentimientos encontrados, pero sabía que era de fiar y bastante fuerte, así que, la quería cerca.

El moreno empujó al rubio fuera de allí y Bryn ya pudo concentrarse en lo que tenía delante. Todavía quedaban muchos humanos en la sala, incluyendo a la familia de Farnesse y por mucho que odiase a los aristócratas, no quería perder el control, al menos no tan pronto.

- Arrasa con todos los demonios, mi fiel servidora.- susurró y una bola de fuego verde salió de sus espaldas, flotando en el aire como un fuego fatuo.

Los tigres, al verla, se le echaron encima, pero la masa verde brillante, como si estuviera viva, los engulló a cada uno. Con una fuerza descomunal de cremación, tardó pocos segundos en reducir a los animales en cenizas y la peculiaridad, es que nadie pudo sentir nada de calor. Como anunció la domadora de esas flamas, sólo atacaron a los seres demoníacos.

- ¡Que nadie salga de este cuarto!- ella empezó a sentir como algo más grande que simples monstruos, cubría la ciudad entera. El cielo se tornaba rojo.- ¡Soldados! ¡Asegurad ventanas y puertas! ¡Que nadie salga de aquí!

- ¡¿Adónde va?! ¡No se vaya!- gritó una mujer que agarraba la mano del que parecía su joven hijo.

- Voy a intentar salvar esta ciudad y escapar con vida de ello.- se acercaba a una ventana.- ¡Aguantad hasta el amanecer! ¡Una vez salga el sol estaréis más protegidos y evacuad esta ciudad!

Dicho eso se aventó fuera, parando su caída con sus pies por las tejas del tejado. Se quedó parada en la cornisa, mirando al cielo, mientras su piel cambiaba de color a un grisáceo y espinas salían por su espalda y retorcidos cuernos de su cabeza. Su pelo negro, creció tanto que arrastraba por el suelo, tapando su cuerpo desnudo de piel escamosa oscura. Sus huesudas manos ya eran garras con afiladas uñas y su cara estaba algo deformada por la gran boca con la inmensa cantidad de dientes afilados que sobresalían. En sus ojos no se diferenciaba el iris, era todo verde con aquella pupila reptiliana alargada. Ya no tenía nariz, solo dos agujeros como una calavera, pero sus orejas se alargaron como las de un elfo. Su musculatura creció considerablemente, convirtiendo su cuerpo en algo andrógino sin pechos y sin genitales, pero mantenía una estructura delgada. Sacó su larga lengua negra para sobarse la cara y quitarse algunos pelos que le dificultaban la vista.

Legendary Lovers (Griffith × OC) [Berserk] Where stories live. Discover now