47 - Mordiendo el anzuelo

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El mozo abre la trampilla y se introduce en el desván. Llega entre resoplidos y sin resuello, pues ha corrido hasta llegar al hogar de los Ventura. Deja la portezuela abierta pues no hay peligro de que nadie les descubra al encontrarse la neska camino de Orense, y exhausto comienza a hablar a los dos hombres que le miran serios y circunspectos. -Señor, he venido a toda prisa desde San Ginés. Vos teníais razón. La señora Paloma apareció por allí, y dejó esto tras la imagen de la Virgen del Rosario. –Extiende una mano para depositar el papel sobre la palma abierta del caballero. Con la admiración bailando en sus ojos negros, el asiático exclama.

-Cada vez me admira más esa sevillana vuestra, Blanxart. Se ha revelado como una auténtica espía. –el catalán sonríe a su amigo, que le ha contado la incursión de la chica en su guarida secreta. Él también se siente impresionado por las buenas dotes investigadoras demostradas por Paloma Obando.

Presuroso, el adalid se apresta a leer la misiva, mientras su buen escudero continúa su plática con una amplia sonrisa en el rostro. -¡Sí! La señora Paloma ha resultado ser la idónea para esta difícil tarea. Y su plan ha funcionado a la perfección, señor. Aunque mis riñones todavía estén resentidos. –Y se echa una mano a la espalda para tratar de calmar el dolor punzante que le aun le acribilla.

El monje sōhei sonríe el comentario del bueno del criado, y curioso pregunta al jovenzuelo. -Lander, Dídac no me ha explicado como lo hicisteis. ¿Cómo habéis podido dar por muerto al Gato Negro?

El vascuence ocupa una de las sillas vacías y se apresta a relatarle al japonés la odisea de la noche pasada y de la última mañana. -¡Ay, Padre! Eso ha sido toda una aventura. Al bueno de mi señor... -mira por unos instantes al maestro que parece ensimismado y continúa. -se le ocurrió la feliz idea, -y esto lo comenta con una buena dosis de resignación. -de vigilar el cementerio parroquial frente a la iglesia de San Andrés. Allí estuvimos apostados durante gran parte de la noche pasada. Hasta que dimos con lo que andábamos buscando, que no era otra cosa que un buen cadáver que presentara las mismas condiciones físicas del señor. Misma complexión, estatura, peso, etcétera. Después me tocó desenterrarlo, por eso tengo los riñones al Jerez... Más tarde y después de despedir a Lucita, cargamos con el muerto, (nunca mejor dicho), hasta el castillo de Torrejón de Sancho, y usando los viejos túneles accedimos a una de las torres. Allí, en la cámara situada en lo más alto esperé a que mi señor, se dejara caer... Oí un disparo. Espina disparó contra el Gato. Mi señor esquivó su bala y se dejó caer por el otro lado del muro, en el último momento, y dando un giro magistral en el aire, entró por la ventana a la cámara que yo ocupaba. Rápidos, lanzamos el cadáver, vestido con las ropas del Gato Negro, por la ventana. Así fue como dieron por muerto al enmascarado. Más tarde, cuando todos se hubieron ido recogimos a Moño y lo llevamos con su familia. Mi señor dejó todo apañado para que el crío y toda la prole viajaran fuera de Madrid por unos meses, lejos de todo lo malo que se está cociendo aquí, y así evitar posibles represalias del demonio... -Se persigna devoto. -de Espina. ¡Esa es toda la historia, padre! –Oshiro oye el relato con gran admiración y contesta al criado.

-Un plan brillante, desde luego, y ha surtido efecto por lo que veo.

Blanxart apenas les escucha. Se siente ávido de noticias. Ha desdoblado el papel y leído para sí, el contenido. De inmediato, una sonrisa curva sus labios y exclama dirigiéndose al oriental. -¡Por fin lo tenemos! Paloma ha conseguido la información que buscábamos. –Y le extiende la nota a su buen amigo para que éste lo ojee. Raiden lee la escueta nota.

«Dentro de tres días en la Torre de la Parada. Serán muchos hombres y algunos de ellos actuaran desde dentro para facilitar la entrada a los demás».

Aún dolorido, el nipón se frota pensativo la barba y dice. -En la Torre de la Parada... es bastante peligroso. Es una pequeña fortaleza que Felipe usa como coto privado de caza. Al noroeste de Madrid. Y aquí dice que serán muchos hombres, y vos estaréis solo. ¡Maldita sea! –Impreca colérico. -estoy enclaustrado en esta cama y todavía me siento débil. No podréis contar con mi ayuda. –El catalán se levanta de su asiento y coloca una mano sobre el hombro del monje para infundirle ánimos, optimista responde.

El Gato Negro (The Black Cat) [Adam Driver]Where stories live. Discover now