39 - El terror se instala en la Villa

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Olivia Mastrangelo baja hasta el saloncito. Es una estancia más reducida y acogedora contigua al gran salón, que Antía utiliza en los meses de invierno, mucho más reducida que la enorme sala, más propia para los grandes eventos, y que también es mucho más fácil de calentar. Allí es donde se reúne con sus amigas para charlar tranquilamente durante las largas y tediosas jornadas invernales. Decide esperar en esa estancia, al marqués de Santa Gala, dado lo secreto del tema a tratar. Mientras espera su llegada trata de mantener la calma, pero a duras penas lo consigue. La manera en la que retuerce sus manos, la delata. Apenas logra mantenerse quieta y pasea por la salita, intranquila.

Esa mañana se despertó temprano. Llamó al servicio y desayunó como lo hacía de forma habitual; en la cama. Después las sirvientas la ayudaron a vestirse con sus ropas negruzcas, de luto riguroso. Su hermoso cabello castaño se lo peinaron con su acostumbrado recogido, en un moño bajo. Más tarde, dio orden para que a la llegada, el aristócrata fuera informado de que le estaba esperando en la salita. Salió de sus aposentos y se encaminó hasta ella. A la espera del hombre.

El noble siempre llega a la casona muy temprano. No obstante, esa mañana a la romana se le hace muy larga la espera. Sabe que el prócer en ningún modo se retrasa, que es producto de sus nervios e inquietud, lo que le hace interminable su visita. Pero no puede dejar de sentirse así. Esa aviesa situación es bastante nueva para ella, y demasiado trascendente en su corta existencia. Ha pasado toda la noche pensando en ello desde que conversó con Antía, y la mujer había sido muy convincente y persuasiva. En realidad, su cita con el Rey le conviene. Su estatus social está a punto de dar un giro radical, y eso la atrae enormemente. Solo debe vencer su aversión hacía el anciano monarca. Eso es lo único que la tiene en tensión. Tras caminar arriba y abajo por la salita, decide tomar asiento. En un lateral se halla un hermoso «Tú y yo» de estilo francés. Frente a un gran ventanal por el que se puede ver el bonito jardín. Fuera, los jardineros se esmeran por mantener el pequeño vergel en perfectas condiciones. La estancia está decorada al igual que el resto de la mansión en estilo barroco francés. Aquella peculiaridad y arquitectura estrambóticos tenían influencias en todos los países europeos, y su cuna era la sublime Italia. La singularidad de sus piezas sobresalía por una decoración muy cuidada y recargada.

En las grandes piezas se empezaban a usar líneas curvadas, como por ejemplo en los armarios o en las cómodas con cajoneras. En las sillas predominaban tallados muy elaborados con grandes respaldos altos, reemplazando partes de la tapicería por estructuras de rejilla y adornos. Los muebles del barroco francés poseían un aspecto diferenciado respecto al barroco general europeo, ya que eran poseedores de un carácter más elegante y meticuloso.

La italiana admira el buen gusto de su anfitriona. Reconoce enseguida la inconfundible elegancia del gran maestro André Charles, creador de formas extraordinarias para la época, junto con motivos clásicos inspirados en los frescos romanos. Sin ninguna duda, la cortesana ha gastado muchos doblones de oro en la soberbia decoración.

Está absorta en sus pensamientos, que lo mismo derivan hacía lo mundano como hacía lo divino, cuando la puerta se abre de par en par. Una sirvienta pasa entonces y anuncia la llegada del marqués de Santa Gala. El caballero entra y la saluda cortésmente. -¡Buenos días, señorita Mastrangelo! ¿Queríais hablar conmigo? –La muchacha le dedica una educada sonrisa y espera a que la doncella se retire. Una vez a solas le indica que se siente en el otro asiento contiguo del «Tú y yo», que ella ocupa. El hombre rechaza el ofrecimiento galante y se mantiene en pie. La italiana presiente que el hombre no desea ser pillado en un nuevo renuncio por su prometida. Olivia se levanta entonces de su asiento y camina hasta la chimenea. Por unos segundos da la espalda a su interlocutor. Trata de serenarse y templar sus nervios. Y para ello respira pausadamente.

El gentilhombre la estudia con atención. Sabe de sobra para lo que le ha hecho llamar. Han transcurrido los dos días de plazo que le había dado Felipe IV, y va a darle su respuesta. Nota su intranquilidad y envaramiento. Es demasiado joven e inexperta aunque trate de disimularlo bajo una capa de vanidad y orgullo. Finalmente se gira hacía él y habla. -marqués, le he hecho llamar para darle mi contestación a la carta de su majestad, el Rey. –el noble asiente respondiéndole.

El Gato Negro (The Black Cat) [Adam Driver]Where stories live. Discover now