29 - Confidencias a medianoche

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La noche ha caído sobre la Villa. La luna reina redonda y blanca sobre el negro cielo nocturno. Paloma arriba a la calle de Los Bordadores. La gran puerta de madera tallada de la Iglesia de San Ginés de Arles, la recibe al llegar.

Al principio de la década de 1640 el viejo edificio se hallaba medio destruido. Pero, la iglesia había sido reconstruida cinco años más tarde, de la mano del arquitecto Juan Ruiz. Tras doce años, tan sólo existe el cuerpo de la iglesia. Todavía faltan algunos años para ver construida por completo la capilla del Santo Cristo. Aun así los madrileños, devotos del templo, siguen frecuentándola pese a encontrarse en obras. Se ha habilitado el recinto central de la parroquia para así, facilitar la visita de los feligreses.

La andaluza cubre su cabeza con un mantoncillo y se interna en la iglesia. Al fondo, está el presbiterio presidido por un gran crucifijo de oro. Detrás, un enorme tapiz con pasajes de La Biblia da la bienvenida a los visitantes. Devota, se dirige a una pequeña pila de piedra. Toma en sus dedos unas gotas de agua bendita y se persigna ante el cristo. A continuación, se encamina a una de las hornacinas que hay en el santuario. Éste cuenta con tres. la hornacina de San Antonio, la de Santa Lucía y la del Niño Jesús de Praga. Se acerca a la última. La pequeña imagen representa a un chiquillo de pie y de cuerpo entero, con una bola en la mano y vestido de tela bordada. Es una réplica en diminuto de la verdadera, que se halla en la Iglesia Santa María de la Victoria en Praga. Se cree que fue esculpida en España en el siglo XVI y que pertenece a la familia de los condes de Treviño y Duques de Nájera, y que pasa de padres a hijos varones de la familia. Éstos son embajadores perpetuos en Praga. Doña Polixena Lobcowicz la regaló a los «Carmelitas Descalzos» que regentan el templo, en el año 1628. La imagen es objeto de gran devoción por parte de los fieles, por su fama de milagrosa.

Enciende una vela y la deposita cerca de la imagen, en el lampadario. Luego marcha a los bancos de madera con reclinatorios para orar. Se arrodilla y comienza a rezar. Ora largo rato. Pide por sus seres más queridos muertos. Por su madre y su hermano menor; después por su mejor amiga Almudena y su esposo Manuel asesinados cruelmente, también por su ahijada Luz y por último; por Blanxart. Incluso reza una oración por el impenitente de su padre, ladrón, secuestrador y proxeneta. Las lágrimas corren por sus mejillas y empañan sus hermosos ojos verdes. Concluye sus oraciones y se sienta en el duro asiento de madera de caoba. A su alrededor no hay nadie, excepto dos mujeres mayores vestidas de negro. Las típicas beatas que rezan por la salvación de la humanidad, y a las que no les importa las intempestivas horas; pues ya están más allá de todo formalismo. Las contempla compasiva y piensa que no le gustaría acabar sus días como ellas. Refugiada en los rezos y lamentándose por no haber gozado de la vida a cada instante. Saca su pañuelo de encaje y se enjuga el llanto. El día de mañana, de lo único que va a arrepentirse es de los besos robados al gerundense. El maestro de esgrima la ha rechazado de una manera intolerable, y eso es algo que le lacera el alma como un puñal con la punta candente.

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El Gato se adentra en el santuario a hurtadillas. Sin hacer ruido. Analiza por unos instantes a las personas que copan las banquetas. A esas horas tan solo alumbran el templo las velas encendidas a los santos como una plegaria que se alza al aire en busca de respuesta a los enigmas sagrados. Hay tres personas. Las primeras son dos ancianas arrodilladas en los primeros bancos más cercanos al retablo. La tercera es Paloma. La sevillana le espera sentada. Sus rubios cabellos escondidos bajo un mantón. La examina largamente. En esos instantes, la muchacha limpia su cara con un lienzo. Está llorando. El Gato siente una punzada de pena en el pecho. No soporta su dolor. Verla así, tan herida. Tan rota. Cubre su cabeza con la capucha de su capa para que nadie repare en su máscara de felino y se acerca a ella por detrás. En absoluto sigilo. Nadie debe verle y mucho menos hablando con ella. Eso podría ponerla en peligro. Pasa al asiento de detrás y le pone una mano sobre el hombro. Le acerca la cara a la altura del oído y en un susurro le indica. -Señora... No os volváis. Aquí hay gente todavía. No es seguro. Levantaos e id hacia el confesionario. Os estaré esperando dentro.

El Gato Negro (The Black Cat) [Adam Driver]Where stories live. Discover now