9 - La mosca tras la oreja

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Media hora después ambos hombres hablan frente a sendos vasos de vino en una ruidosa tasca de la calle Toledo. Blanxart observa el rostro de su sirviente, sus mejillas de natural rojas, hoy lo están más que de costumbre, y no precisamente por efecto del líquido bermejo con el que calientan sus gaznates. –Señor, dice que el Heriberto ese le confirmó que el asesino de sus parientes fue el Comisario Espina. ¿Zigor Espina?

–Así es, Lander. ¿Le conoces?

El mozalbete asiente vigoroso con la cabeza y tras dar un largo sorbo a su bebida al tiempo que mira en derredor responde a su amo en voz baja. –En persona no, señor. Pero he oído hablar mucho de él. Es el más despiadado de los comisarios de la Villa. Célebre no solo por codearse con lo más ilustre de la ciudad, también por ser el más detestado por el pueblo. Sus interrogatorios son extremadamente sangrientos. Es un auténtico carnicero. Las paredes de la cárcel de Corte conocen bien sus métodos de tortura.

Dídac frunce el cejo y enrabietado contesta. –los cuerpos de Almudena y Manuel presentaban signos de haber sido torturados. Sin duda ese animal se ensañó con ellos. –Se reclina sobre la rancia silla que le sirve de asiento y su mirada se pierde en algún punto indefinido del oscuro tabique que tiene enfrente. Recordar los momentos en que encontró los cadáveres le anudan el estómago y hacen que le hierva la sangre con el calor propio de la bulimia de venganza. Si es cierto que ese Espina mató a su gemela y al esposo de ésta no tendrá piedad para con él. Se tomará su tiempo para hacerle sufrir tanto como sufrieron sus parientes. Le dará a probar de su propia medicina.

El vasco le contempla casi con el mismo nudo en la garganta. Al fin su señor ha dado con la identidad que tanto anhelaba. Sabe que su vindicta está cerca si bien también intuye que no será fácil cumplirla pues tendrá que enfrentarse a un temible adversario que paradójicamente lejos de ser un delincuente está en el otro flanco. En el de la Ley y la Justicia. Un lobo, o más bien, un zorro disfrazado de cordero. –¿Qué piensa hacer, señor?

–Ya lo sabes, Lander. Mataré a ese asesino. Sé dónde encontrarlo esta noche. Aunque he sido tan estúpido que he roto la maldita invitación a esa ridícula fiesta de la baronesa de Castro. –Aprieta los labios indignado consigo mismo, y éstos se convierten en una fina línea, al recordar la otra novedad de su entrevista con Núñez. Antía es amante del sanguinario agente real. –« ¿Estará la mujer implicada con la organización criminal Vulpini?». –Desde ahora en adelante tendrá que tener cuidado con la aristócrata a la que quizá deba añadir una nueva cualidad a su ya extenso currículo. El de conspiradora.

–No se preocupe por ese detalle, señor. Yo me ocuparé de ello.

Blanxart sale de su ensimismamiento e inquiere interesado. – ¿Cómo piensas proveerme de otra invitación?

–Tengo mis recursos. No olvide, señor, como me conoció. –El catalán sonríe por primera vez esa mañana y vuelve a sondear.

–Pero eso no es todo, Lander. También tengo que hacerme con un buen disfraz y una máscara.

– ¡No se preocupe! También le ayudaré con eso. Déjemelo a mí. Debe ser cosa de la Providencia pero tengo solución para ese problemilla. No hay mejor sitio para pasar desapercibido que uno en el que nadie muestra su verdadero rostro. –el mozalbete guiña un ojo cómplice a su amo. De repente la oscura mirada del criado se centra en alguien a la espalda de su amo y alzando la voz pregunta.

– ¿Qué hacéis aquí, Cruces?

Sorprendido el gerundense se vuelve en su silla y contempla al tabernero gallego que llega junto a ellos casi sin resuello exhibiendo unos vivos coloretes en ambas mejillas. –No esperaba veros por aquí. Lander... Blanxart.

–Deberíais estar en vuestro negocio. ¿Qué ocurre, Cruces? –Interroga interesado, sabedor de que nada bueno le ocurre a su amigo.

–La angustia me reconcome, Blanxart. Baldomero está desaparecido desde anoche.

El entrecejo de Blanxart se arruga en demasía y exclama. –¿Baldomero... desaparecido?

–¡Sí! El último lugar en el que estuvo fue en mi taberna. Estuvo allí como siempre. Con su eterno discurso sobre «El Nuevo Mundo» y sus sueños de grandeza. Lo mandé a su casa. Era muy tarde ya. Pero a diferencia del resto de los días ayer no apareció por casa. Alma ha llegado esta mañana a la fonda hecha un mar de lágrimas y lo peor es que no podía entretenerse en buscarlo por las tabernas de la Villa. Su señora hoy da una fiesta. Tiene mucho trabajo. Así que... ¡aquí estoy! Buscando a ese viejo borracho.

Tras darle el último trago a su vino Dídac se pone en pie. Su instinto de soldado se ha encendido e interroga al tabernero una vez más. – ¿Habéis mirado en la herrería? Puede que esté allí.

– ¡No! –exclama el hombre dándose un golpe con la mano en la cabeza y añade. –Lo cierto es que solo he pensado en las tabernas. Barto es un bebedor consumado.

– ¡No os preocupéis, Cruces! Lander y yo iremos allí. Vos seguid revisando la zona. –En pocos segundos los tres hombres se afanan en la búsqueda del chispero.

........

Tras la larga caminata que hay desde la calle Toledo hasta la calle Barquillo señor y criado arriban frente a la humilde herrería de Baldomero Martín. La puerta del establecimiento está cerrada a cal y canto y Lander exclama. – ¡Aquí no hay nadie! Está más cerrado que culo de muñeco, señor.

Blanxart arquea una ceja hacia el vascuence. –« ¿De dónde sacará esos refranes tan raros?». –Y le contesta. –Hemos de asegurarnos de qué no hay nadie dentro. Puede que se halla encerrado a dormir la borrachera. –Y camina firme hacia la puerta para abrirla de una patada.

–Señor, ¿Piensa allanar la herrería? –vocea el mozo alarmado.

–Solo quiero asegurarme de que Baldomero no está dentro.

–Pues espérese. Ya le abro yo. Ante todo; discreción. –el antiguo ladronzuelo saca de uno de sus bolsillos un par de alambres y manteniéndolos en alto exclama sonriente. – ¡Horquillas! –Acto seguido se agacha sobre la cerradura y en pocos segundos ésta cede. Blanxart maravillado interpela.

– ¿Llevas siempre eso ahí guardado?

– ¡Sí, señor! Hombre previsor vale por dos. –Contesta orgulloso. Se hace a un lado servicial y el catalán pasa adentro. La herrería es el mismo antro oscuro que recuerda de su última visita. Sin duda es el ambiente ideal para un sitio atestado de lumbre y bochorno. Los dos hombres se consagran en buscar al herrero. Si bien allí no hay nadie, menos de las grandes hechuras con las que cuenta Barto. –Esto está vacío, señor. Habrá que buscar en otro lugar.

–Eso parece, Lander... Eso parece. –Resignado echa un último vistazo en derredor. No sabe por qué pero esa desaparición cada vez le resulta más extraña. Al salir el criado vuelve a encargarse de cerrar la puerta entretanto Blanxart observa atento la calle. Los mismos ruidos de siempre. El restallar continúo del hierro sobre el hierro y el calor de las fraguas ascendiendo hacia el grisáceo cielo y también una vieja sensación. La de sentirse observado desde algún recoveco no muy lejano. La primera vez fue su lacayo, Lander Horia, el acechador. Más esta vez el vasco está a su lado. Con la misma corazonada horadando en su interior, enfila la calle de vuelta al barrio.

........

No se equivoca. El sanguinario oriental causante de la muerte del herrero le contempla desde un tejado cercano. Ya sabe dónde está Chairo Nekonome, su ahora enemigo, y con tiento para pasar desapercibido, le sigue hasta el barrio de Palacio. Muy pronto su venganza será una realidad.

Continuará...

El Gato Negro (The Black Cat) [Adam Driver]Where stories live. Discover now