17 Reuniones clandestinas al anochecer

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Sin que la muchacha lo advierta, al otro lado del jardín unos ojos la estudian con fijeza. Deleitándose en su figura, en su hermoso cabello suelto y salvaje, en su largo cuello, en la voluptuosidad de sus formas tapadas tan solo con un sencillo camisón que deja traslucir mucho más de lo permitido, y en el chal que resbala paulatinamente por sus hombros. Poco a poco va acercándose sigiloso hasta ella, atraído como una abeja a una radiante flor. Ya se encuentra al otro lado de la barandilla de forja. No quiere asustarla. No desea acabar con ese momento mágico, con ese instante robado a su belleza única. El esplendor singular de la dueña de su corazón, más debe hablar con ella. Es la última posibilidad que le queda. Su proximidad a Antía Cucalón y al Cardenal la convierten en la mejor baza que puede jugar. Si la andaluza accede a sus peticiones podrá conseguir esa valiosa información que precisa para desenmascarar de manera definitiva a los enemigos del Rey y la Corona Española.

El encanto de su amada le distrae y sin querer pisa una rama. Esto alerta a la muchacha que sorprendida abre los ojos e intenta gritar. Veloz, el Gato Negro salta por encima de la barandilla y se abalanza sobre ella tapándole la boca para que no grite. Con el aliento pegado a la oreja femenina, el justiciero le susurra. -¡Callad! ¡No gritéis! Soy yo, el Gato... He venido para hablar con vos.

........

El corazón de la joven comienza a cabalgar desbocado. -« ¿Qué hace aquel enmascarado allí? ¿Es que no puede tener ni un momento de sosiego?».

Con la voz pausada y ronca que ya conoce, el hombre sigue susurrándole al oído. -Si os quito la mano de la boca, no gritaréis, ¿Verdad? – ella asiente con la cabeza todavía asustada por la sorpresa. El asaltante le quita entonces la mano y ella se revuelve indignada para enfrentarle.

-¿Se puede saber qué hacéis vos aquí? –Baja la voz en un siseo para evitar ser descubiertos.

El osado sin perder su quietud habitual y en el mismo tono bajo le contesta. -Siento haberos asustado. No era mi intención. Pero tengo que hablar con vos de algo importante.

La joven irritada por la falta de sueño y sobre todo por el susto recibido explota. -¡Algo importante! ¡Ah!... ¡A estas horas de la madrugada!... Me habéis dado un susto de muerte.

El Gato enarca las cejas sorprendido ante el arrojo de la chica y acto seguido dice. -Ya os he dicho que lo siento.

Ella no escucha sus disculpas. Alterada y asustada a partes iguales le explica. -¡Lo sentís! ¡Ja! Tal vez vos estéis acostumbrado a aparecer así de la nada y en plena madrugada, pero yo no. Además la casa está tomada por la guardia Real y hay corchetes vigilando toda la hacienda, por ese cura que ha venido desde Italia. ¿En tan poco aprecio tenéis vuestra vida? Su voz se oye en un tono un poco más elevado. El héroe mira hacía el jardín. Ella intuye que busca en las sombras a los hombres de su majestad Felipe IV. Se vuelve hacía ella y la insta a callar.

-¡Chsss! ¡Lo sé! Así que no alcéis la voz o seremos descubiertos. Precisamente de ese hombre quiero hablaros. ¡Vamos dentro! Aquí estamos muy expuestos.

Malhumorada, frunce el entrecejo y se pregunta qué diablos tiene que ver ella con el narcisista hombre venido desde Italia, y que por otra parte le produce aversión. Sus ademanes, sus ínfulas de grandeza la repelen. Pasan dentro del dormitorio. Paloma hace ademán de encender una luz, pero el embozado se lo impide tomándola del brazo. – ¡No encendáis la lámpara! Llamaremos la atención.

Para ella esa situación es muy embarazosa. No está nada bien. Un hombre enmascarado y desconocido en su recámara y encima a oscuras. «Aunque no me sea del todo desconocido, esto no está bien». Piensa.

En la penumbra de la alcoba no puede verle, tan solo intuye su proximidad a través de su respiración y del calor que desprende su cuerpo, mientras la toma por el antebrazo que él todavía no ha dejado de aferrarle. -Bien, ¿De qué se trata? –Le demanda en cierto modo azorada.

El Gato Negro (The Black Cat) [Adam Driver]Wo Geschichten leben. Entdecke jetzt