3 - Con dolor en el alma y fuego en el corazón

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Otra noche vuelve a caer sobre Madrid con la misma virulencia y frialdad que las anteriores desde que Almudena y Manuel fueran asesinados. El invierno no solo se ha recrudecido en la Villa, también lo ha hecho sobre los corazones de los tres habitantes de la casa Ventura, trayendo con él a dos compañeros de viaje: El miedo y la angustia. Miedo por no saber quién está detrás del doble homicidio y angustia por lo perdido y por lo que pueda esconderse tras una esquina. Quizá el criminal que ha matado a sus familiares les aceche también a ellos.

Blanxart descansa sus cansados huesos sobre las desgastadas tejas de la vivienda tras un día agotador. Por fin, a primera hora de ese interminable día, llegaron a la Villa todos los enseres que esperaba, y tras sortear las curiosas preguntas de Paloma y Luz sobre su equipaje, se encargó en persona de acomodarlos todos, en el desván, subiéndolos en la precaria escalera con la que contaban. Otra cosa más que tendría que solucionar.

La buhardilla seguía teniendo las mismas dimensiones que recordaba de antaño, pero estaba aún más sucia y repleta de roedores cuyos dientes habían roído con saña cuanto habían encontrado a su paso. Se propuso acabar con las alimañas y para ello sembró de trampas toda la estancia. Se encargó de acondicionarlo todo para lo que iba a ser de ahora en adelante, ese lugar.

Esa fue casi la última tarea del día. La otra. La principal, había consistido en darle el visto bueno al solar que la baronesa de Castro; Antía Cucalón, le había buscado para dar sus lecciones.

Nunca pensó que su amiga de adolescencia, llegara a ser una reputada aristócrata, y que todavía guardara contacto con el pobre barrio de Palacio. Alma, la esposa del herrero trabajaba como gobernanta en su palacete, y Paloma le servía como doncella personal. Nada más hablarle de su llegada había aparecido por la barriada. Él sabía que había usado la excusa de darle el pésame por sus pérdidas, para acercarse de nuevo a él. No obstante, deseaba ofrecerle el beneficio de la duda. Así surgió el asunto de cómo ganarse la vida ahora que volvía a ser un mero civil, y además había trocado forzosamente en cabeza de familia. Le habló a la mujer de su intención de ejercer como maestro de esgrima y combinarlo con la docencia, oficio que siempre le había atraído.

Su sorpresa fue mayúscula cuando a la ahora noble, le pareció una idea brillante y le aseguró que se encargaría de encontrar los fondos necesarios para su empresa. Así había hallado una inesperada y oportuna benefactora.

Esa misma mañana, la mujer le había hecho llamar para ver el solar que le serviría como escuela y también recinto donde formar a los pequeños espadachines, que ilusionados con correr mil batallas empuñando una espada, también aprenderían con más rapidez las «Cuatro Reglas».

A altas horas de la madrugada aún medita sentado sobre el tejado, al que ha salido por una de las dos ventanas con las que cuenta el altillo, y que sirven para airearlo además de ser el único punto que da claridad a su interior. Las palmas de sus manos acarician la rugosa superficie de las corintas tejas que tiene debajo. Se ha convertido a la fuerza, en el cabeza de familia y pese a que la tarea le resulta engorrosa, no abandonará sin esforzarse. Aunque su sobrina no se lo está poniendo precisamente fácil. Desde que perdió a sus padres, se ha empeñado en vestir como un niño y llevar a todas partes, una espada de madera. Su infantil cabecita solo piensa en vendettas, y nada ni nadie puede convencerla de lo ridículo de su empresa. Pues hasta ahora nadie ha sabido darles razones del ilógico homicidio. Ni siquiera la propia guardia, que lo atribuye al asalto de unos ladrones.

«Todo es una falacia». Él lo sabe muy bien. El matrimonio no llevaba nada de valor encima. Apenas unos cuantos maravedíes de cobre para la compra de Nochebuena y además, estaba el hecho de que habían sido torturados antes de abandonarles a las puertas de su humilde vivienda. ¿Qué ladrón hacía eso? ¡Ninguno! Algo olía a porqueriza en todo ese asunto.

El Gato Negro (The Black Cat) [Adam Driver]Where stories live. Discover now