13 - La llegada del Maestro Oscuro

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En el formidable Palacete de Castro situado a las afueras de la Villa, todo es actividad. Los criados y doncellas trabajan frenéticos para que cada rincón, pieza y ornamento reluzca resplandeciente de limpieza. Al lugar arriba un distinguido invitado y la baronesa: Antía Cucalón quiere que su ilustre visitante se lleve una grata imagen de su fastuoso hogar.

Alma; la gobernanta, ordena agitada a todos los sirvientes a diestro y siniestro tratando de agradar y sobre todo no disgustar a su rígida señora. Recuerda cada detalle de los múltiples que le ha exigido la severa dama. Por fin, a mediodía todo está dispuesto para recibir a tan magna visita que no es otra que la formada por el delegado de la Santa Madre Iglesia y Prelado Papal: El Cardenal Conrado Pacheco y todo su séquito. El hombre llega desde Italia a la mansión de los Castro poco después del mediodía bajo un sol de justicia, en una hermosa carroza tirada por cuatro magníficos rocines de gran lustre y alzada perfectamente enjaezados. El carruaje luce en las portezuelas el escudo de la «Corte Pontificia». Le preceden otras en las que viajan sus lacayos particulares, además de algunos sacerdotes y ayudantes personales de tan eminente personaje. También llegan con ellos al lugar, soldados de escolta, tanto enviados por el mismísimo Papa, cómo por la Corona de España avisados de tan importante visita. Felipe IV no quiere dejar nada al azar con respecto a aquella relevante visita, pues las relaciones con el Vaticano no son especialmente satisfactorias en los últimos años.

Los sirvientes de los Castro, encabezados por su señora la baronesa, esperan ansiosos el momento de recibir al prelado, uniformados lustrosamente y en una fila perfecta. También se hallan expectantes por ver por primera vez en sus vidas a un distinguido y destacado miembro de la Santa Madre Iglesia. El ama de llaves y su mejor amiga Paloma Obando; doncella personal de la aristócrata, se miran sonrientes, atentas al notable acontecimiento que están a punto de vivir.

Antía se halla inquieta y mitiga su nerviosismo abanicándose enérgica bajo la canícula que comienza a caer con fuerza tras el mediodía madrileño. La mujer espera la bajada del rico carruaje del poderoso hombre, enfundada en un hermoso y recatado vestido de color verde brillante con lirios bordados en su parte delantera, mangas acuchilladas y un hermoso escote alto tipo cisne que se ajusta a la perfección a su largo cuello. La creadora de tan estupendo diseño es Isabel de Este, baronesa de Mantua que idea sus modelos con la ayuda de famosos pintores. Al parecer, hasta el mismísimo Leonardo da Vinci la ha ayudado en algunas ocasiones.

Las damas de toda Europa esperan anhelantes la llegada del último modelo de Italia vestido por maniquíes de ese mismo país. Aquel bello vestido armoniza a la perfección con un grandioso recogido alto en el oscuro cabello de la cortesana con un gran volumen frontal los abundantes cabellos se encuentran bien distribuidos en dos bucles delanteros sobresaliendo el más extremo en un moño trenzado y decorado con lujo que deja caer en toda la nuca graciosos y espesos tirabuzones. Antía se siente orgullosa de no necesitar para tan grandioso peinado ninguna peluca o postizo, ya que tan magnos recogidos no siempre pueden realizarse en el cabello natural de la dama y, por tanto, a muchas mujeres les surge la necesidad y demanda de pelucas.

Entre los bucles, la presuntuosa baronesa luce hilos de perlas y peines de marfil diseñados por el gran artista Benvenuto Cellini, y para sus delicados pies ha escogido unos ricos borceguíes.

Se siente hermosa y distinguida, aunque en los últimos minutos ha notado como comienzan a rodar las gotas de sudor por su nívea frente. Con un blanco lienzo y con discreción las seca, entretanto implora a los cielos para que el eclesiástico se retrase lo mínimo y no tenga que estropear su estupendo maquillaje, pudiendo entrar al refugio de la vivienda para mitigar el bochorno con una rica y refrescante limonada. No es mujer que deje nada al azar. Su objetivo es impresionar a su invitado. Pues no sólo ha de recibir a un alto cargo de la Iglesia también recibirá a un maestro de los «Vulpini», que no solo viene para entrevistarse con el Gobernante Español enviado expresamente por el Papa Inocencio X sino que también detenta una secreta misión: Preparar el ataque definitivo contra el Soberano español. Tanto aquel hombre como ella misma van a jugar un papel importantísimo en ese lance. Del triunfo de su misión dependerá en el futuro su estatus y posición frente a la sociedad secreta a la que pertenece, desde que unos años atrás su esposo, Juan Luis Ibáñez, barón de Castro la iniciara en ella como aprendiz. Su corazón comienza a latir deprisa, incapacitado para contener su anhelo; está a punto de conocer a un miembro muy notorio de la organización. «Vulpini» han extendido sus tentáculos hasta llegar al corazón del mismísimo Vaticano. Ni siquiera su mayor mandatario: Inocencio X, sabe de su pertenencia a dicha orden.

El Gato Negro (The Black Cat) [Adam Driver]Where stories live. Discover now