La vuelta al día en 80 mundos

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Kate

Mírate, sabes bien que mañana saldrá el sol.
Miss Caffeina

Es triste ver la vida pasar detrás de un frío ventanal de cristal mientras es de día

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Es triste ver la vida pasar detrás de un frío ventanal de cristal mientras es de día. Ver como el sol sale, se esconde y yo sigo en el mismo lugar, observándolo desde el banquillo.
Entonces buscas una forma para intentar vivir una vida, las películas, o las series de moda, son como un aliciente para ser algo parecido a "feliz" y sus protagonistas o sus autores se convierten en espíritus ficticios y seres únicos a los que suplantar.
A mí me sucede con la autora de El diccionario del diablo- cuyo nombre desconozco a pesar de haberlo leído mil veces- .Amo particularmente su concepto de pasado:
Pasado, s. Pequeña fracción de la eternidad de la que tenemos un leve y lamentable conocimiento. Una línea móvil llamada Presente lo separa de un período imaginario llamado Futuro. Estas dos grandes porciones de la Eternidad una de las cuales borra continuamente a la
otra, son eternamente distintas. Una está oscurecida por la pena y el desengaño, la otra iluminada por la prosperidad y la alegría. El Pasado es la región de los sollozos, el Futuro, el reino del canto. En uno se acurruca la Memoria, vestida con un sayal, la cabeza cubierta de ceniza, musitando plegarias penitenciales; en la luz solar del otro vuela la Esperanza llamándonos a los templos del éxito y los pabellones del placer. Sin embargo, el Pasado es el Futuro de ayer, el Futuro es el Pasado de mañana. Son una misma cosa: el conocimiento y el sueño.
Admiro a esa mujer, es como un mito de lo insuperable, un ejemplo de que lo imposible tiene mucho de posible y muy poco de im-. A través de ella descubrí que lo difícil que es lograr hacer algo único, algo insólito, algo original, algo que lleve implícito tu firma.
Aquí estoy: habitante de las sombras, residente de las mil y una noches en mi Macondo de soledades. Observando al tiempo en su inmensurable carrera con la rueda mientras contemplo el sol desnudo haciéndose dueño del alba de Saturno.
Siendo como Kartniss Everdeen, y sintiéndome como la reina de los condenados a pasar la eternidad viendo solo sus reflejos que mueren sobre las sábanas de mi habitación.
Desear ser solo en una ocasión la protagonista de tu propia historia de amor, encontrar un alma que te murmure a queda voz los secretos del corazón.
Y era eso, era eso lo difícil, encontrar a alguien que recitara en voz alta las incontables líneas de texto que danzan en tu cabeza, alguien que al parecer es capaz de leer tus pensamientos, alguien que ha decidido vivir en tu mente y adueñarse de su espacio. Alguien que está muy lejos de ser tu otra mitad, alguien que es solo alguien con quien compartir tu soledad. Alguien que, a ratos te recuerdes que no eres solo una estrella fugaz de paso en este lugar, que las supernovas no se mueren jamás, que las estrellas como tú no se crean ni se destruyen, solo se transforman en un espíritu más libre que merece un sitio mejor que el cosmos para descansar. Que tú, toda tú, estás más allá del caos de este universo que parece estar a punto de colapsar.
La ciudad y las estrellas parecen, sin embargo, estar tan lejanas, habitar otra galaxia a la que no estoy destinada a pertenecer, como si fuera un astronauta sin traje espacial, sin piel, capaz de darle la vuelta al día en ochenta mundos pero solo en mi biblioteca sideral.
Pero la tristeza es un privilegio que no me puedo dar; entonces sería como el pesimista que pide ayuda a Dios no para que lo libre de su mal, sino para crear algo que lo justifique y olvida que el mundo ya está creado.
Vivir en las profundidades es el castigo que me toca pagar por cometer el crimen de viajar en primera fila, sin pagar el peaje. Ya sabía yo que los agujeros negros son el faro del mundo.
Me toca ser quien emprenda ese viaje de la tierra a la luna ya que en mi claro de Tierra no forma parte del plan infinito el hacer contacto con la luz ultravioleta, cotizada por cada astronauta desde antes del Edén.
Y si los hombres son de Marte y las mujeres de Venus, yo sería ese punto intermedio que no es más que el narrador omnisciente de los cuentos del planeta tierra; esos en los que te animan con la frase "Alcanza el mañana" en una bolsita de té, donde los mundos perdidos son los recovecos de calles oscuras donde descansan los benefactores de los agujeros blancos y el temor a las historias de fantasmas.
Soy esa estrella suspendida a la que le ha tocado volar cinco semanas en globo, y aprender de memoria el cúmulo de la mariposa y sus constelaciones aledañas como el último acto de humanismo existente en su multiverso telescópico, por siempre a osuras.

Lo que separa a la Tierra del espacioWhere stories live. Discover now