Ad-mirando el universo

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Y buscar una forma mejor, saber disimular donde empieza el dolor. Ven aquí, cógeme, que yo solo no puedo.
Miss Caffeina

Carta a Dios:Señor, antes de todo, tengo que pedir perdón

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Carta a Dios:
Señor, antes de todo, tengo que pedir perdón. Perdón por las veces que he dudado de tu existencia y por aquellas en las que he confiado demasiado en la misma, o por aquellas en las que ha habido dificultades en mi camino y las he solucionado culpándote a ti o al Destino.
Señor, después de todo, tengo que darte las gracias. Gracias por todos y cada uno de mis días, que aunque algunos fueron malos, no todo es un desecho cósmico si tienes a quienes te quieren a tu lado. Gracias por todas y cada una de mis noches. Sí. Sobre todo gracias por mis noches. Ellas fueron testigos de mis mayores euforias y mis más terribles desplantes. Que el sol ha de estar celoso de la luna, que siempre se lleva la mejor parte.
Señor, he tenido estaciones mejores, lo sé: he florecido y también me he marchitado, he sido víctima de mi propio frío, he visto mis hojas caer, me he bebido mi propia lluvia, y he bailado desnudo bajo mi propio sol, pero Señor, a veces no puedo con el invierno. El invierno, es sin duda, la estación más difícil. Entonces quisiera encontrarme con el/los hacedor/es de vidas y preguntarle/s por qué todo tiene que ser tan jodido, por qué hay designios que no admiten cambios, por qué hay planes que se estropean por su cuenta y no nos ofrecen nunca la hoja de reclamación. Entonces recuerdo que eres tú, Señor, el hacedor de vidas. Y me odio por culparte. Y me pregunto ¿qué haces tan solo? ¿Acaso te ríes a carcajadas de estos astronautas sumisos que van por la galaxia sin rumbo fijo, pero sabiendo que van a ir a parar a algún lugar? ¿Acaso estás enojado porque nos hemos encargado de destruir más aun este planeta que con un empeño increíble y en seis días has creado?
Señor, solo ahora sé que mis años de niñez fueron los mejores, esos de los que tanto renegué, esos en los que mi máximo anhelo era ser una persona mayor. Señor, ahora sé que debí haberle pedido a los Reyes Magos, quedarme en aquellos años en los que mi felicidad dependía de descubrir de dónde venía esa luz tan extraña de la nevera que se apagaba cuando cerraba la puerta. Aquel "el año en que vivimos peligrosamente" cuando el número que más me gustaba era el que marcaba el reloj a la hora de la salida del colegio.
Si te preguntas por qué nos hemos dedicado a fragmentarnos en religiones, cuando esa alternativa no aparece en ningún versículo de la Biblia. Si te preguntas en qué momento creímos que tu diario de la adolescencia era un vaticinio del futuro y no un recuento de los errores pasados que no debemos volver a cometer. Señor, perdónanos, porque no sabemos lo que escuchamos, o lo que leemos, o lo que interpretamos.
Señor, te pido- y en ocasiones sé que te pido demasiado- que ilumines el camino de todos estos astronautas insensatos para que se den cuenta de que somos descendientes de un mismo linaje, que Allah, Elohim, Brahama, Visnú y Olofi son la misma persona e insisten en que nos tendamos las manos. Señor, tú que con tu amor infinito perdonas la gravedad de todos nuestros actos, la mezquindad de algunas decisiones, tú, señor, ilumínanos para ser mejores.
Tú, Señor que no estás en los cielos, que estás entre nosotros, enséñanos a aceptarnos los unos a los otros a pesar de nuestras diferencias. Enséñanos a aprender que lo que nos hace distintos es como las curvaturas de las piezas de un puzzle cuya función no es otra que la de hacerlas encajar mejor porque ¡qué aburridos son los puzles de piezas cuadradas!
Señor, tú que en las noches te sientas a ver el fútbol, justo como nosotros y le pides a Dios- perdón, a ti- que algún día seamos capaces de ser uno solo hasta que solo exista la División Interestelar de Futbol. Demuéstranos, Señor, que no eres tan diferente a nosotros, que no eres un ser suspendido en una estrella que nos es imposible tocar, que te pareces más a los humanos de lo que nos conviene aceptar. Ad-mirando el universo eres tan humano como cualquiera de estos insensatos astronautas terrestres ¿a que sí, Dios?
¿A que existes para recordarnos que el perdón es aquello que solo seres superiores pueden ofrecer, que nuestras almas están tristemente corroídas por envidias, odios y doble moral, de resentimientos antiguos que escapan a nuestra misericordia?
Sé que en algún punto detrás de las constelaciones que adornan las ventanas de tu balcón que dan a los Campos Elíseos, orbita la posibilidad de encontrarnos un día, a la izquierda del descubrimiento de la maldad que hemos bautizado como nuestra.
Señor, escucha a este discípulo que humildemente te ruega que hagas de este un mundo mejor. Tú eres el único que puede lograrlo, porque yo, Señor, no hago milagros.

Atentamente, Ad.

Lo que separa a la Tierra del espacioWhere stories live. Discover now