Felicidad y el planeta gigante

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La herida de (la)Felicidad

Parece solo un juego pero te va a matar...
Miss Caffeina

Mamá, lamento ver lo que te hace

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Mamá, lamento ver lo que te hace. Me duele el dolor que te infringe. Me aleja la distancia que ha creado. Mamá, me duele ver que el morado se haya convertido en un uniforme ceñido a tu cuerpo. Mamá, me duele ver el polvo facial agotándose, en un intento de no preocuparme y actúas como si no supiera nada.

La violencia (con amor) es como un planeta gigante flotando en un cuenco de leche y cereales: choca contra las orillas del cuenco pero nunca se sale por arte de magia del mismo, ni se autodisuelve y mucho menos desaparece.
¿Y la felicidad? La felicidad es solo un garabato más en el cuaderno de un niño pequeño. La felicidad, está sobrevalorada.
Mi nombre es Felicidad. Sí, mi madre era una mujer muy idealista.
Me duele el cuerpo, me duele mucho a causa de sus golpes. Mi alma, por otro lado, ya está entumecida: se ha acostumbrado tanto al dolor que ya no hay nada que pueda herirla. Está rota en toda su extensión ¿Lágrimas? Quizás al principio de los tiempos, ya no más. Estoy seca, marchita, muerta en vida.
Colisión. Un golpe impacta en mi cara.
Ira. Explosión. Otro golpe impacta en mi estómago.
Entonces lo sé. Esto es solo el principio. Implosión.
¿Y se supone que me tengo que creer el cuento de que no es su intención? De que todo lo que hace es solo la consecuencia de la crianza a manos una madre terrible y que ese odio acumulado que viene de ninguna parte es culpa única de su pasado.
El daño que hace es como las ondas expansivas de una radiación inevitable que se extiende a una velocidad apabullante y llega hasta quienes más amo. Y lo sé, es mi culpa. Lo es porque no supe captar las señales, el núcleo de la cuestión cuando apenas era la tormenta en un vaso de agua y no una tormenta dentro de otra tormenta. Es mi culpa por no haber captado los parámetros que me trajeron hasta aquí, el momento justo en que el planeta gigante no era más que un incipiente planeta enano.
En mi defensa he de decir que no siempre fue así; se trata de un amplio proceso de evolución de la violencia que les contaré a continuación. El espectrógrafo de sus heridas, de las que hoy quedan solamente cicatrices, constó con una trayectoria que se remonta al inicio de nuestro noviazgo.
Era abril, puede que marzo, tal vez; hacía un calor odioso, se me antojaba un helado en la Heladería Global de los Encuentros Funestos y lo conocí. A mí me gustaba el de pistacho con sirope y a él, el de chocolate con chispas. Entonces pronunció la frase:
-¿Qué hace una chica como tú en un sitio como este?
¡Santo Dios! Era pésimo para ligar.
Primera cita: el mejor restaurante de la ciudad. Quería impresionarme, y lo sabía pero no me importaba hacerme la impresionada. Parecía un buen chico.
Primer beso en la Avenida Central de la Vía Láctea. El tráfico vertiginoso de sus labios sobre los míos parecía venir de otro planeta.
Primer polvo: simplemente estelar.
Casa nueva, salidas los fines de semana y balcón ideal para mis geranios.
<<No uses la falda tan corta y ajústame mi corbata>> Él y sus aburridas corbatas de tonos t(T)ierra.
Las mañanas eran de tregua, soledad y suspiros, y las noches eran una guerra.
<<No ocupes tu tiempo en tontadas y contéstame las llamadas>>
Su cariño se convirtió en imperativo.
Primer insulto, primer golpe, primera decepción. Y sí...con él viví tantas cosas por primera vez.
<<Y se acabó>> le decía a todo el mundo asegurando que nunca regresaría con el astronauta que me lastimó, aunque me prometiera la luna.
<<Perdón>> dijo, seguido de una larga explicación y pensé <<¡Pobre hombre!¿Cómo no va a ser así con lo mal que lo ha pasado? Fue solo un momento de tensión que lo sacó de sus casillas>> me convencí a mí misma y los demás sobre su grave reacción. Yo lo llame TEP (Trastorno de Educación Post-Errónea)
Meses después: un regalo. Una estrellita enana que nació de nuestra relación.
Años después. Misma cuestión: insultos, reproches y algún que otro moretón. Y la cosa parecía ir a peor.
Y le enseñé a mi hija a no seguir el ejemplo de su madre si quería una vida mejor, le enseñé a no dejarse embaucar por palabras bonitas, y a darse valor. A saber cuándo colocar la señal de stop cuando alguien cruza el límite de velocidad y a distinguir celos de posesión y obsesión de amor; que un amor obseso tiene mucho de perverso y muy poco de amor.
Si hace unos años me lo hubiesen dicho, no hubiese creído que el odio y el dolor tuviesen nombre, apellidos y hasta ubicación: In - Felicidad.
Pitido sordo en mis oídos como cuando detona y explota una bomba en las películas surrealistas de acción. Esto no es una película. Es mi vida. Una mierda de vida que no sé por qué carajos sigo aceptando.
Una patada en mi estómago. El aire se escurre de mis pulmones como un proscrito de la justicia y yo solo alcanzo a encogerme hasta hacerme una bola como un armadillo cuando se siente indefenso. Una patada. Y otra. Y otra más.
Grito. Lloro. Mi vientre se contrae a causa de las insoportables punzadas de dolor que me atacan a cada segundo. Líquido rojo y espeso saliendo de mi boca, mezclado con saliva y dolor. Cierro los ojos y me dejo llevar, adonde -todo el mundo dice- se supone que es un mejor lugar.
Nunca planeé una muerte así, y menos a manos de una persona que amé tanto una vez.
Me voy con la certeza de que la violencia (con amor) es como un planeta gigante flotando en un cuenco de leche y cereales y la felicidad...la felicidad está sobrevalorada.

Mamá ¿lo ves que pudimos? ¿No sientes que el mundo gira mejor sin sus golpes, como si, de pronto, después de un chasquido de dedos, se hayan engrasado sus engranajes? Mamá, él también está mejor sin nosotras. Ha rectificado su comportamiento y me han dicho que su sonrisa es ahora más amplia y que su apartamento huele a geranios ¿Recuerdas, mamá, cuánto te gustaban? Ahora es un coleccionista de vidas, al menos a medio tiempo, porque de lunes a viernes sigue usando esas horribles corbatas de tonos t(T)ierra. Mamá ¡si lo vieras! Ahora sí que se merece una de tus disculpas, es una lástima, mamá, que no hayas salido de ahí viva para perdonarlo.

Lo que separa a la Tierra del espacioWhere stories live. Discover now