- ¿Su secreto?

- Ellos eran asesinos de dioses, causantes de una época cruel que casi desestabilizo al mundo. Al menos sus antecesores lo eran - tenía bien grabada aquella historia. Mientras relataba aquello podía recordar bien el día que se enteró de lo que eran los Lebca.

Los ojos de Fiama se abrieron en completa sorpresa - ¿Es posible para un humano asesinar a un dios?

- No sé bien cómo lo hacían, o su propósito, pero fue posible, al menos antes, fue posible tal cosa.

- Entonces, ellos ahora...

- Supongo que ya no lo hacen, ciertas reglas fueron creadas para proteger a los que mantienen el balance de nuestra existencia, aunque no conozco muy bien los detalles.

- Antes dijo que nacían con alas, ¿acaso ya no es así?

- No. Fueron maldecidos, así que perdieron esa característica.

El breve desvío de sus ojos, fue evidencia de que algo más se ocultaba tras esa respuesta.

- Eso es todo lo que sé.

Se dispuso a salir, pues había dicho lo justo y necesario. El resto lo llevaba a una vieja historia personal que era imposible de olvidar y muchos menos era necesario compartirla.

Eso había sido información importante para empezar a armar un rompecabezas que cada vez parecía tener más piezas, piezas que en un principio estaban perdidas.

No le impidió irse, eso había sido suficiente por ahora, aunque ciertamente le gustaría saber la historia que provocó que los ojos de Kay se oscurecieran, era más importante ahora conocer lo que Akergin mencionó. Necesitaba saber de la conexión que existía entre los Lebca y Shinge, pero viendo al emperador, ni siquiera podía decir si conocía que había algo relacionado entre los asesinos de dioses y el reino de Liza.

- Le agradezco a su majestad por responder mis preguntas.

- Claro.

No dijó nada más mientras caminaba a la salida, si ella llegaba a necesitar algo, allí estaría para cumplir cualquier petición.

Mikhe lo fue siguiendo, dejó un vistazo sobre la niña y le sonrió antes de retirarse por completo.

Fiama los observó hasta que sus figuras ya no fueron visibles. Nada más comer su almuerzo se dirigió a su habitación y se acomodó sobre la cama, no sin antes comentarle todo lo que sucedió a Valdovino.

- Shinge - murmuró observando el techo con un decorado de líneas que dibujaban flores doradas - Ir allí será diferente, más complicado.

- ¿Que haremos, querida ama? - preguntó esta vez subiendo a su estómago y acurruncadose como  si fuese un gato.

- Por ahora nada, Shinge esta lo bastante lejos como para que los portales no funcionen, tiene que ser un viaje en barco y no puedo irme sola - respondió - Tendré que esperar a que el tío Ryu regrese, quiero que él me acompañe en ese viaje. Debo mantener la calma, pronto sabré bien que es lo que ocurre. Solo... solo debo esperar.

- La paciencia es una virtud - el familiar le sonrió con suavidad.

- Es más como resignación.

- ¿Resignacion?

- Si... de nada me sirve estar ansiosa o actuar sin pensar, así que me toca esperar apesar de que quiero resolver esto con rapidez, así que solo me resigno a esperar.

- No lo había pensado así.

Sus párpados se sentían pesados, toda esa carga de información otra vez la había agitado, odiaba estar sin energía, y que más le quedaba sino era dormir.

El destino de una princesaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora