donde Louis, un detective del departamento de policía toma una llamada de ayuda, proveniente del centro de Londres. Al llegar, solo puede encontrar a un chico rizado atado a una silla, inconsciente y no estaba seguro de si estaba herido, así que, de...
Algunos días pasaron. Todo parecía tan...tranquilo. Harry siempre vivió corriendo apurado de un lado al otro, por los entrenamientos en la milicia o por alguna misión en el campo. Nunca tuvo un momento de paz, en el cual poder relajarse y mucho menos a una persona con quién pasar ese rato.
Pero, aquí estaba Harry. Con Louis aún durmiendo en el departamento, mientras él se dirigía a al negocio de un tatuador que encontró en internet. Él puso su máquina de tatuajes en venta. Esa cosa rara que tenía varias agujas y venía acompañada de algunos frascos de tinta.
Y ustedes se preguntarán...¿para que Harry querría una maquina de tatuajes?
Bueno, el aniversario de Louis y Harry era hoy. Ya hacía un año que se conocieron. Un año desde que Harry se mudó con el mayor. Y tenía planeado una sorpresa algo...cursi y significativa para su chico. Claro, Louis también tenía algo pensado para el rizado.
En fin, aquí estaba Harry. Entrando al lugar. Había demasiadas luces azules brillantes y un mostrador de vidrio enorme, en el cual, estaban representados en papel, varios diseños de tatuajes. En las paredes, había varios cuadros con fotos de personas que, Harry supuso, eran los empleados del lugar, los tatuadores.
No pudo seguir detallando el lugar en su mente, pues apenas un hombre salió de la puerta, Harry se vio obligado a dirigirse a él. El muchacho era un joven de edad media, Harry pensaría unos treinta y cinco años, con dos piercings en su nariz y uno en su labio inferior. Tenía el cabello negro a medio largo, por los hombros, y vestía de negro con algunos collares de púas.
—Buenas tardes, ¿en que puedo ayudarlo?—preguntó respetuoso el hombre.
—Yo...hablé con un tal...Alex...Alex Claremont. Dijo que trabaja aquí y yo venía a retirar una máquina de tatuajes que le pagué por transferencia.— el morocho asintió.
—Oh...si, me avisó que vendrías. Lamento que no haya podido recibirte, su novio, Henry, enfermó y tuvo que salir apurado. No creo que vuelva hasta mañana, pero, yo puedo darte la máquina.—
—Descuida, lo entiendo, dile que no se preocupe, también dejaría todo de lado por mi novio.— el muchacho sonrió y Harry imitó la acción.
—Espera aquí, traeré la máquina.— Harry asintió y el morocho salió por la puerta, para volver algunos segundos después con una especie de pistola.
El rizado pensó que quizás estaba traumado cuando casi saca su propia arma de su cinturón, hasta que se dio cuenta de que lo que sostenía el morocho era solo la máquina de tatuajes.
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El morocho frunció un poco el ceño ante la reacción asustada del rizado, pero, no le dio muchas vueltas y le entregó la pequeña máquina junto a los frascos de tinta. Le explicó todo el funcionamiento al rizado sobre como colocar correctamente la tinta en la máquina, y como presionar para que la tinta salga y poder dibujar el tatuaje.
