54 · Quiero lo mismo

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Lunes 23 de Abril, 2018

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Lunes 23 de Abril, 2018

ÁNGEL

Benoît nos observa a Danielle y a mí con incomodidad. Estamos sentados en su sofá, pero cada uno en una punta. Ella trata de no mirarme y yo no sé cómo arreglar todas las cagadas que se me han ido acumulando en los últimos meses de mi vida. Lo único que sé es que no quiero perderla. Ahora que hemos sido capaces de rozar la felicidad plena con la yema de los dedos, no quiero volver a la más absoluta miseria de perderla para siempre.

Prefiero arriesgarme a que me rompa el corazón de nuevo y a abandonar toda esperanza en el amor, que a quedarme sin la posibilidad de pasar toda una vida a su lado.

—Creo que aquí ha habido un malentendido —empieza Benoît, viendo que, si depende de nosotros, esto no se solucionaría ni en veinte años—. Niña, lo del anillo...

—Recapacitó y cambió de idea —lo corta Danielle, levantándose del sofá con brusquedad—. Es lógico. Yo no puedo darle la vida que quiere, ¿para qué va a aguantar todas mis locuras?

La amargura de sus palabras me hace darme cuenta de lo dolida que está y, por unos segundos, me planteo la posibilidad de no ser yo el único que quería dar un paso más en la relación. Su frustración y rabia activan algo en mi cerebro y creo que, desde que la conocí, por primera vez soy consciente de que su rechazo hacia mí no es otra cosa sino su herramienta de defensa ante la posibilidad de que le haga daño.

—¿Para qué? —repito poniéndome en pie y avanzando hasta ella despacio—. ¿En serio lo has preguntado, Danielle? ¿No te ha quedado claro todavía?

—No, Ángel —responde dolida—. Contigo nada me queda claro.

Trato de no reírme. Me limito a mirarla con los ojos muy abiertos, sin dar crédito a que acabe de decir eso.

—¿Yo soy el que no deja las cosas claras?

—Desde luego —afirma ella.

Esta vez sí que me río.

—Tú eres la que me está volviendo loco —declaro alucinando.

—¡¿Yo?! —exclama Danielle indignada.

—¡Pues claro que tú! Pero desde el principio además —apunto—. Con tus idas y venidas, tus ahora te quiero de rollo pero luego me quedo en tu casa, con tu conozco a tu familia pero en dos años me tiraré a tu hermano.

Me cruza la cara. Recibo su guantazo en silencio y maldiciendo por dentro por ser tan bocazas. Aprieto los labios, contengo la respiración y me paso la mano por la mejilla. Me aclaro la garganta y levanto la vista despacio, observando a Danielle, cuyo pecho sube y baja con brusquedad mientras me mira resentida.

—Me lo merecía —es lo único que digo.

—Si no te lo hubiera dado ella, lo habría hecho yo —declara Benoît acercándose hasta nosotros con sus ojos fijos en mí—. Y te aseguro que el mío habría sido con el puño, chico.

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