01 · Moldeado por los dioses

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Viernes 3 de Julio, 2015

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Viernes 3 de Julio, 2015

DANIELLE

—Deberías maquillarte para ir a trabajar —me aconseja Mónica.

Guarda una cartera azul celeste dentro del bolso que piensa llevarse a la playa. Sus uñas rojas cierran la cremallera con rapidez. Estamos en pleno mes de julio, son las cuatro y media de la tarde, hace un calor sofocante y no tenemos aire acondicionado, pero mi mejor amiga se preocupa porque no me he maquillado. Claro que ella está a punto de irse a la playa con su nuevo novio, mientras que yo en menos de diez minutos me voy a trabajar.

¿Comprendéis por qué ahora mismo la estoy mirando como si tuviera unos rayos láser en los ojos capaces de fulminarla, verdad?

—¿Para qué? —inquiero, pestañeando varias veces e imitando su técnica suprema del coqueteo—. ¿Para ver si enamoro a alguno de los abuelos que vienen a tomarse el café de las seis?

—Oye, pues a lo mejor hay alguno soltero. O viudo —apunta, encogiéndose de hombros.

—Mónica, estás como una regadera —sentencio, negando con la cabeza.

Me acabo el vaso de agua helada que sujeto entre mis manos y la observo seguir recogiendo sus cosas mientras se pasea de un lado a otro por la casa. Se recoge su pelo largo y rubio en una perfecta coleta alta y me guiña un ojo, antes de coger las llaves que hay sobre la encimera. Las llaves de mi coche. Mi bonito Seat Ibiza rojo. Ese que todavía sigo pagándole al banco y que me aterra que estrelle de camino al puerto. Hago un esfuerzo por controlar el tic que intenta adueñarse de mi ojo izquierdo.

—Te lo devuelvo esta noche, ¿vale? —Pone ojos de cachorrito y yo respiro hondo, dándome por vencida. Mónica lo celebra con una sonrisa—. Te quiero, tía.

Me da un sonoro beso en la mejilla y sonríe como una niña pequeña a la que acaban de regalar el juguete que ha pedido para Navidad.

—Yo soy la mejor, pero tú eres una consentida —le digo, señalándola con el dedo.

—Pero me quieres igual —contesta, formando un corazón con los dedos de sus manos y metiéndome dentro de él.

—Vete ya antes de que cambie de opinión y te quite las llaves del coche... —le advierto.

—Vale. Pero tú hazme caso —dice, antes de salir por la puerta—. Ponte guapa, Dani. ¡Tengo un presentimiento!

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De camino al Café Roulant, mientras cruzo el paso de peatones que divide la gran avenida junto a la que vivimos, mi teléfono empieza a sonar. El monigote del semáforo se pone a parpadear y me toca echar a correr para que los conductores no se pongan a pitarme como unos histéricos. Llego a la otra parte de la calzada, fatigada y de mal humor. Me pongo a buscar en el interior de mi bolso el insoportable aparato que empieza a ponerme nerviosa. Cuando veo el nombre que figura en la pantalla, mi estómago se retuerce, y no precisamente de emoción.

Alguien que te ame ✔️Where stories live. Discover now