Danielle no cree en el amor, no quiere depender de nadie y tiene unos cuantos demonios que no está dispuesta a compartir. Lo único que se plantea tener con los hombres es sexo. Se ha acostumbrado a protegerse bajo una coraza, pero esta se ve amenaza...
Йой! Нажаль, це зображення не відповідає нашим правилам. Щоб продовжити публікацію, будь ласка, видаліть його або завантажте інше.
Sábado 20 de Enero, 2018
ÁNGEL
Esta ha sido, con diferencia, la mejor noche de los últimos dos años de mi vida. Lo más triste es que apenas he pegado ojo, me duele el cuello y estoy medio muerto. Pero despertar con Danielle entre mis brazos hace que la falta de sueño merezca la pena. Y, en cuanto lo pienso, soy consciente de lo jodido que estoy. Porque no puedo quitármela de la cabeza, y lo peor de todo es que ha llegado un punto en que no quiero hacerlo.
Suelto un suspiro y ella se mueve, acomodando la cara en el hueco de mi cuello. Está completamente abrazada a mí y me hace cosquillas con el pelo, a pesar de lo corto que lo lleva. No sé en qué momento exacto de la noche la abracé, solo sé que me he levantado rodeándola con uno de mis brazos y que ahora no puedo moverlo sin despertarla. Dejo caer la cara contra su pelo y cierro los ojos. La he echado tanto de menos estos dos años...
Estoy a punto de quedarme dormido de nuevo cuando noto la suave mano de Danielle acariciar despacio mi pecho. Me tenso, y es entonces cuando sabe que estoy despierto y levanta ligeramente la barbilla. Me observa con calma y sigue acariciándome el pecho, descendiendo por mi estómago y acercándose hasta mis pantalones. Llevo mi mano hasta la suya y la detengo. Ella me mira con los labios entreabiertos y la respiración acelerada.
—Dije que yo quedaba fuera de esto —le recuerdo intentando sonar calmado.
—¿Por eso hemos dormido abrazados toda la noche?
Le suelto la mano, Danielle aparta las sábanas y va hasta el final de la cama para bajarse. Sin embargo, antes de que lo haga, me incorporo y la cojo de la cintura. Se queda completamente quieta. Tiro de ella con suavidad, haciéndole retroceder. Queda sentada sobre sus piernas flexionadas. Me coloco detrás de ella y la rodeo con mis brazos. Su piel se eriza y jadea en cuanto mis dedos acarician la piel de su estómago. Tiembla ante mi contacto y acaba retrocediendo más, acercando nuestros cuerpos, buscando lo mismo que busco yo.
Cierro los ojos y trato de mantener el control. Pero ya no recuerdo cómo hacerlo, quiero que sea mía de nuevo, y no creo que aguante mucho más tiempo disimulándolo. No me detiene, así que mis manos juegan durante un pequeño rato por la suave piel de su estómago pero luego siguen subiendo. Rozo sus costillas, se encoge ligeramente y le da un escalofrío.
—¿Te hago cosquillas? —le pregunto en voz baja.
—Un poco —admite.
Entonces, subo un poco más y acabo rodeando sus tetas. Suelta un suspiro entrecortado, sus labios se separan y arquea la espalda. Tiene los ojos cerrados y aprieta las sábanas entre sus delgadas manos. Trago saliva, mientras noto cómo mi propia respiración se va desbocando.
—¿Y ahora? —vuelvo a preguntarle.
Esta vez no contesta en voz alta, se limita a negar con la cabeza. Yo sigo acariciando sus tetas, jugando con sus pezones y erizándole la piel a mi paso. Termino separando una de mis manos de sus curvas solo para llevarla hasta su cuello y apartarle el pelo. Me muero por besar y morder su piel, pero el deseo que pueda tener queda congelado cuando veo la palabra que tiene tatuada en su nuca. Dejo de acariciarla, me tenso y Danielle lo nota. De forma automática, se lleva la mano hasta la nuca y se la tapa con el pelo, separándose con violencia de mí y bajándose de la cama.
