03 · Macizo misterioso

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Sábado 4 de Julio, 2015

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Sábado 4 de Julio, 2015

DANIELLE

Encuentro a Mónica en la cocina, sirviendo una ensalada de pasta en dos platos mientras tararea la melodía de lo que creo que es una pieza de música clásica. Porque mi amiga, allá donde la ves, con un ligue distinto cada día y guapa como ella sola, encima es toda una cerebrito. Sus notas siempre han sido de matrícula, toca el contrabajo que te deja con la boca abierta y puedes hablar con ella de, prácticamente, cualquier tema que sabrá rebatirte la opinión con destreza y coquetería.

Termina de servir la ensalada en el último plato, se lava las manos y, mientras se las seca con un trapo, se gira para mirarme.

—¿Ha habido suerte? —pregunta, emocionada.

—¿Suerte con qué? —me hago la tonta.

—Venga, Dani... ¡Con lo guapa que ibas hoy seguro que has debido ligar un poco! —se queja Mónica, haciendo un puchero.

—Con un par de abuelos, ya te lo he dicho yo esta mañana —bromeo.

Mónica suelta un suspiro y se da por vencida. Yo me voy de la cocina, dejo mi bolso en el suelo de mi habitación, a pesar de todas las veces en las que mi abuela me decía de niña que no lo hiciera. «¡No lo dejes ahí, Dani, que trae mala suerte y se te irá el dinero», solía gritar llevándose las manos al pecho como si fuera a darle un infarto. Al final, le dio. Pero no por el bolso, creedme. Le dio porque tomaba demasiada sal y fumaba como un carretero. A pesar de eso, mi abuela era la mujer más buena que había conocido en toda mi vida.

Escojo ropa cómoda y me voy al cuarto de baño para darme una ducha rápida antes de comer. Salgo con el pelo recogido en un moño y casi empapado, unos pantalones vaqueros cortos y una camiseta de manga corta de los Ramones. Nunca he escuchado su música, de hecho, la camiseta ni siquiera es mía, sino de Cristian. Pero es ancha, cómoda y fresca, por lo que suelo recurrir a ella a menudo.

—¿Por qué te has puesto eso? —me pregunta Mónica, arrugando la nariz en cuanto me ve.

—Estaba en mi armario —digo, a modo de respuesta.

Me siento en la barra, frente a ella, cojo mi tenedor y me llevo una espiral a la boca. La pasta está al dente y, aunque no sabe tan buena como la italiana, está bastante aceptable. Vuelvo a coger unas cuantas espirales más y las saboreo con tranquilidad.

—Es del imbécil de Cristian, ¿te crees que no me acuerdo? —insiste Mónica, con la boca llena.

Mónica no es demasiado fanática del amor, supongo que por eso nos llevamos tan bien. Sus padres son un matrimonio rico e influyente de la ciudad, trabajan como inversores en unos cuantos negocios que han salido de maravilla y tienen mucho dinero. Los dos crecieron bajo el ala de una gran fortuna familiar y ambos fueron lo suficientemente inteligentes como para no solo mantener dicha fortuna, sino como para aumentarla con creces. Eso, y traer al mundo a Mónica, es lo único que han hecho bien. O al menos eso es lo que asegura mi mejor amiga, quien ha vivido siempre presa de las apariencias. Porque aquí en España se dice mucho eso de que los trapos sucios se lavan en casa y, por lo que suele contarme Mónica, su familia tiene una lavandería entera allí dentro.

Alguien que te ame ✔️Where stories live. Discover now