05 · Mi nueva fantasía

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Lunes 6 de Julio, 2015

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Lunes 6 de Julio, 2015

DANIELLE

Odio los lunes, los he odiado desde pequeña y siempre me daban ganas de estrangular a la gente que llegaba a clase con las pilas cargadas como si en vez de al colegio fuera al maldito PortAventura. Es más, hasta me atrevería a decir que me daban ganas de apuñalarlos con un portaminas. Y ahora, con veinte años, sigo odiando los lunes. Pero ya no pienso en apuñalar a la gente con material escolar. Ahora solo pienso en escupirles en el café cuando me tocan mucho la moral. Pero no lo hago. Lo prometo. De hecho, hay muchas cosas que me gustaría hacer pero que no acabo haciendo nunca.

—Bonica, ¿por qué no te sientas un rato a mi lado ahora que no hay nadie y me cuentas cómo estás? —me pregunta la señora Catalina.

Gracias a ella, trabajo en el café. Fue la clienta a la que casi aplasté por culpa de Ángel y la que me acompañó, literalmente, hasta la barra para decirle a Benoît que me interesaba el puesto como camarera. En su momento, me dio el empujón que necesité y ahora, dos años después, prácticamente me trata como si fuera su nieta. Porque la señora Catalina está casada, pero nunca ha tenido hijos. Y no porque no lo intentara, me recalca siempre con una sonrisa pícara. De muy jovencita tuvieron que hacerle una cirugía interna de urgencia y los médicos le dijeron que, probablemente, nunca podría tener hijos. Y, por desgracia, así había sido. Cuando conoció a su marido y se casó, intentó quedarse embarazada durante muchos años, pero nunca lo consiguieron. Al final, aceptó que su destino no era ser madre y decidió estudiar para convertirse en maestra. Había querido a sus alumnos como a sus propios hijos y estos la habían hecho la mujer más feliz del mundo, junto a su marido, un hombre bastante abierto de mente, teniendo en cuenta que nació en 1923. Su marido, Eduardo, la acompañaba de vez en cuando al café, aunque le gustaba dejarla a su aire para que disfrutara de sus amigas. Lo dicho, ese hombre era mi ídolo.

El problema era que, en el último año y medio, a la señora Catalina le habían diagnosticado alzhéimer y la enfermedad se estaba desarrollando cada vez más deprisa, por lo que Eduardo debía tener mil ojos para que no se perdiera y no le pasara nada. Benoît y yo le ayudábamos también. En cuanto nuestra querida Catalina entraba al café, no le quitábamos la vista de encima y procurábamos que siempre se sintiera acompañada.

—Claro, señora Catalina, me siento con usted un rato a descansar que Benoît no tiene piedad conmigo —bromeo, riéndome.

Esta mañana ha venido sola. Eduardo la ha traído, nos ha pagado lo que quería tomar y se ha ido a pasear un rato por la calle. Sus amigas no han podido venir, así que la señora Catalina se ha quedado leyendo un libro, aunque al final lo ha acabado dejando a un lado para hablar conmigo.

—¿Cómo estás, bonica? ¿Cuándo tienes vacaciones?

—Estoy muy bien, señora Catalina. Y sobre las vacaciones... —empiezo, girándome y buscando a Benoît con la mirada. Estiro el cuello y lo miro con una ceja enarcada—. ¿Cuándo tengo vacaciones, jefe?

Alguien que te ame ✔️Where stories live. Discover now