Danielle no cree en el amor, no quiere depender de nadie y tiene unos cuantos demonios que no está dispuesta a compartir. Lo único que se plantea tener con los hombres es sexo. Se ha acostumbrado a protegerse bajo una coraza, pero esta se ve amenaza...
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Lunes 23 de Abril, 2018
ÁNGEL
—Me parece increíble que haya tenido que venir tu hermano pequeño a mi consulta a contarme algo que deberías haber hecho tú mismo hace mucho —declara mi madre en cuanto entra al taller—. Suelta las herramientas y ven conmigo, Ángel.
Aparto la vista del coche y la miro con los ojos entrecerrados y completamente agotado. Mi madre respira hondo y aprieta la mandíbula.
—He dicho que vengas —repite muy seria—. Ya.
Dejo las herramientas sobre la mesa de madera que hay pegada a la pared y voy hasta el cuarto de baño para lavarme las manos. Cuando salgo, mi madre coge las llaves del taller y las levanta en el aire.
—Cierra —me ordena firme.
—Mamá, tengo que traba...
—He dicho que cierres el taller. Son las nueve de la noche —dice cabreada—. ¿Voy a tener que llamar a tu padre, con casi treinta años que tienes, para que te lo diga él?
Suelto un suspiro, avanzo hasta ella con poco entusiasmo y cojo las llaves antes de hacerle caso y cerrar el taller. Nos alejamos de la calle y no tardamos en llegar a la avenida. El aire fresco de la noche y la tenue luz de las farolas me logra distraer lo suficiente como para poder dejar la mente en blanco durante un rato. Mi madre, por suerte, me da unos minutos de tranquilidad antes de ponerse a hablar.
—Siento muchísimo que hayáis perdido al bebé —dice con tristeza—. La muerte de un hijo es lo más horrible que puede vivir un padre, y no es algo que se supere de un día para otro ni algo que puedas ignorar.
No digo nada. Me limito a respirar hondo y a seguir escuchándola.
—Ángel, quieres a Danielle, ¿verdad? —me pregunta despacio.
—Quiero casarme con ella —respondo sin dudar—. Claro que la quiero.
—Pues voy a permitirme darte un consejo, hijo. Deja de esperar el momento perfecto para actuar. Deja de esperar a que Danielle esté bien para demostrarle que es la mujer de tu vida —me dice mi madre con firmeza—. Demuéstrale que lo que ha pasado no ha cambiado tus sentimientos por ella.
—Pero es que siento que sí han cambiado los suyos por mí —digo con incomodidad.
—Te equivocas, Ángel. Han cambiado sus sentimientos por ella misma —me dice mi madre con tristeza—. Necesita perdonarse y quererse, y en eso tú puedes ayudarla.
—¿Cómo? —pregunto
—Haz que se vea a sí misma con los ojos con los que tú la ves.
—¿Y cómo hago eso?
—Esa respuesta tienes que encontrarla tú, hijo —responde mi madre con una sonrisa triste.
