00 · Dos años antes

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19 de Noviembre, 2013

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19 de Noviembre, 2013

DANIELLE

Después de llevar media hora fuera de casa, me di cuenta de que había sido mala idea salir a correr sin desayunar. Reduje el ritmo poco a poco y comencé a caminar hacia el hostal en el que había pasado la noche. De camino, me encontré con una cafetería de la que salía un olor increíble a chocolate caliente. Estuve a punto de pasar de largo, ya que solo me quedaban diez euros para pasar el resto de la semana y debía administrarlos bien, pero acabé deteniéndome en seco al ver el nombre del local.

Café Roulant —pronuncié, recordando vagamente el acento francés que había aprendido en el instituto.

La fachada del edificio, pintada de beige y blanco, lucía un dibujo con varias flores y plantas que recorrían el gran ventanal desde el que se veía el interior de la cafetería. Parecía acogedora y fuera hacía bastante frío, así que eso terminó de convencerme por completo e hizo que siguiera adelante con mi decisión de gastarme casi la mitad de mi presupuesto semanal en un chocolate caliente. Puse la mano en la manivela de la puerta y estaba a punto de tirar para entrar cuando me encontré, pegado en el cristal, con un cartel blanco con grandes letras negras que ofrecían un puesto como camarera. No había ningún dato adicional, ni edad ni experiencia previa. Nada. Tan solo unas cuantas palabras que podrían regalarme la oportunidad de empezar de cero.

Empujé con fuerza y entré, con la idea de desayunar y luego preguntar si seguía disponible el puesto de trabajo. El sonido de una campanita que arrastró la parte superior de la puerta de cristal hizo que levantara la cabeza y me fijara en ella. Era de color azul, con delgadas varillas de metal y unos cuantos delfines que giraban, produciendo un suave tintineo. Al pasear la vista por el interior, me di cuenta de que no era solo una panadería, sino un acogedor café con varias mesas redondas y de madera. Las paredes estaban pintadas en tonos claros y las adornaban pequeños marcos de color blanco, en cuyo interior había hojas y flores disecadas. Del techo colgaban macetas con plantas verdes y brillantes que llenaban de vida aquel pequeño negocio. El hilo musical, a diferencia de la mayoría de sitios a los que había ido por el momento, era suave y tranquilo. De hecho, solo sonaban canciones de jazz que hacían de la cafetería un lugar mucho más confortable.

El local estaba ocupado por gente de edades muy distintas. Había desde un matrimonio de ancianos que disfrutaba de un café recién servido hasta un grupo de cuatro adolescentes que reían y hablaban mientras se ponían perdidas de chocolate caliente. De la funda de mi viejo Samsung, saqué uno de los dos billetes de cinco euros que llevaba encima. Estaba a punto de ir hasta la barra a pedir un chocolate cuando los gritos del dueño acabaron con la tranquilidad de la cafetería. Apareció vestido con un delantal manchado de harina y caminaba detrás de un chico que salía del interior de lo que me pareció que era el horno.

J'avais confiance en toi... [Confié en ti...]

Benoît, écoutez-moi! Je vais le rendre, tu peux me faire confiance! [¡Benoît, escúchame! ¡Voy a devolverlo, puedes confiar en mí!] —le dijo el chico, alzando la voz.

Alguien que te ame ✔️Où les histoires vivent. Découvrez maintenant