49 · Dos años en admitirlo

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Viernes 16 de Marzo, 2018

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Viernes 16 de Marzo, 2018

BRUNO

Danielle me abre la puerta de la casa de mi hermano con una preciosa sonrisa, y yo me olvido por unos segundos de que no puedo tirar de su cintura, quitarle la ropa y follármela sobre el mueble de la entrada. Sin embargo, antes de que la cague del todo, mi cerebro reacciona y logro darle un abrazo como una persona. Aunque más que abrazo son un par de palmadas en la espalda y una manera poco disimulada de intentar no notar sus tetas contra mi pecho.

—¿Comemos? —digo frotándome las manos y sonriendo con nerviosismo.

Ella asiente y cierra la puerta a mi paso. La casa está recogida, llena de plantas y huele a las barritas esas que suele poner Danielle a todas horas. Sin duda, su presencia en el piso de mi hermano es más que evidente. La acompaño hasta la cocina, donde empieza a sacar la comida de unas cuantas bolsas de plástico. Echo una ojeada rápida por el piso con las manos en los bolsillos y arrugo la frente.

—Oye, ¿y Ángel? —le pregunto.

—Se ha ido a comer con Víctor —responde distraída.

—Ah, guay —digo acercándome hasta ella—. Dame, te ayudo.

Servimos entre los dos la comida, que va en varios recipientes de plástico, y la repartimos en cuatro platos. Mientras ella recoge los restos de los cacharros, yo los voy sacando al comedor y dejándolos sobre la mesa de centro que hay entre los sofás. A mi hermano no le hace especial ilusión que comamos aquí pero, como no está, hoy decido tomarme un par de libertades. Y, cuando veo a Danielle avanzar descalza hasta el comedor, enfundada en unos pantalones vaqueros que le sientan jodidamente bien, pienso por un momento que no estaría nada mal tomarme unas cuantas más...

Mi vista asciende por sus piernas y acaba sobre la camiseta ajustada y negra que lleva puesta. Se ciñe a sus tetas, las cuales se le ven más abultadas. Aunque, para ser sincero, toda ella parece más abultada.

—Oye, ¿has ganado peso? —inquiero con curiosidad.

Danielle me mira con el ceño ligeramente fruncido.

—Esas preguntas no se le hacen a una chica —dice a modo de respuesta.

—Lo siento —digo levantando las manos y dedicándole una sonrisa que logra ablandarla lo suficiente para que ella también me dedique otra.

Al final, acaba riéndose por lo bajo y respondiendo a mi pregunta.

—Sí. Desde que empecé a hacer ejercicio con tu hermano controla él mi dieta y he recuperado los kilos que me faltaban —me cuenta.

—Tienes un cuerpo de la hostia —digo, sin poder evitarlo. Danielle se aclara la garganta con incomodidad y yo me doy cuenta de que la he cagado—. Digo que... estás buena. Mierda, eso no. O sea, sí. Pero no quería decirlo. Lo que quería decir es que...

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