Capítulo 31.

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¿Afortunada?

Si, me sentía la mujer más afortunada y feliz de este mundo. Bendito sean las penas amorosas, bendito sea ese alcohol que tomé esa noche en que nos conocimos. Se que tengo pocos recuerdos de ese momento, casi nada a excepción de la noche de bodas, pero esos tres años en incierto donde no tenía idea de él solo su nombre, me hicieron no olvidarme nunca ni de esos hermosos ojos aqua que siempre me atormentaron en sueños. Nunca imaginé volverlo a ver, hasta que llegué esa noche a mi departamento y él estaba ahí, con ese aura de misterio combinado con peligro que tanto lo caracteriza, desde ese momento toda mi vida cambió.

De ser una simple perito forense de la policía de Chicago pasé a ser la dama de Camorra, la esposa del líder de la mafia napolitana. Toda la vida del lado de la ley escuchando las palabras del bien y el mal de la boca de mi padre y de la nada me pasé al otro bando, pero no me arrepiento de haber dejado todo para seguir a mi esposo en su mundo.

— Daniel — me quejo. Estábamos en la cama, recién acababa de despertar y sentía mi estómago revuelto, pero mi esposo me tenía aferrada a él sin poder moverme.

— Sigue durmiendo — contesta.

— Quiero ir al baño — digo bufando.

Daniel me suelta y se gira en la cama, suspiro aliviada cuando salgo directo al baño. Con solo cerrar la puerta me arrodilló en el inodoro al sentir la necesidad de vomitar. De todos los síntomas que había presentado estos últimos días, era la primera vez que aparecía esté.

— ¿Rachel? — escucho la voz de mi esposo.

— Déjame — contesto mientras me acerco a lavar mis dientes.

— Rachel — golpea la puerta.

Ayer me había enterado del embarazo, los síntomas eran casi claros y debía salir de mis dudas, en ese momento Marena me acompañaba mientras Pía nos hacía el apoyo a través de una videollamada. Si, como escucharon la menor de las Cairo, estaba con vida, solo había fingido su muerte con un solo propósito y es que lentamente empiecen a destruir a Josefina, que bastante mal hizo a este mundo, pero la sorpresa no solo fue verla a ella sino que apareció con una pequeña bebé de casi tres meses, anonadada quede al enterarme de la verdad detrás de la pequeña Brina.
Volviendo al tema, ellas fueron mi apoyo mientras me hacía ese test casero en casa, lloré a mares cuando esas dos líneas rosas se marcaron, anunciando que estaba embarazada de nuestro primer bebé, Daniel quería cinco niños y yo estaba tan loca como él que me gustaba la idea de tener una gran familia, niños corriendo por toda la casa, solo imaginar eso me ponía muy sentimental.

— Tu hijo me hace vomitar — me quejo cuando abrí la puerta del baño para encontrarme con Daniel preocupado.

— Ya da dolores de cabeza dentro de tu vientre — acota atrayendo a sus brazos y su mano se apoya en mi panza plana. Si los cálculos no fallan creo que tengo un embarazo de dos o tres meses, no creo que supere ese tiempo.

— Tengo turno con una obstetra — le cuento dejando que sus brazos se envuelvan en mi cuerpo.

Amo esa sensación de protección que solo él me brinda.

— Perfecto, iré contigo — afirma besando mi mejilla.

— Claro que irás conmigo, estarás en cada etapa del embarazo y en cada una de nuestro hijo — sentencio.

— Estaré para él o ella, siempre — declara con seguridad.

— Lo sé — digo sonriendo.

Daniel será un maravilloso papá, un poco obsesivo con el control, cuidado y seguridad de nuestro hijo, pero después de todo, este pequeño todavía faltaba para que llegue a este mundo y ya tenía bastantes con ser el próximo líder de la mafia de su padre.

Esposados (3° SAP)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora