Capítulo 13.

25.6K 2.3K 417
                                    

Había algo que odiaba y eso era tener que levantarme demasiado temprano, sobre todo si me imponían hacerlo como lo estaba haciendo Daniel en este preciso momento cuando salimos de la casa, todavía ni amanecía, pero mi esposo y su agenda ocupada nos había conseguido un turno para que vea a una ginecóloga, se negaba a usar un puto condón y yo no quería usar anticonceptivos, así que teníamos dos opciones que no nos gustaba para nada, un embarazo en pocas semanas o nada de sexo, por ser ambos testarudos terminamos durmiendo enojados esa noche.

Está claro que ninguno de los dos quería hijos, no era el momento y no sé si éramos la pareja perfecta para llevar acabo semejante locura, más sabiendo que mi estadía en Nápoles tenía fecha de vencimiento. Tampoco queríamos negarnos a poner un especie de celibato entre los dos porque sabíamos que la pasión tarde temprano nos haría perder los estribos haciendo que nos perdamos uno en el cuerpo del otro.

— Daniel — me quejo cuando subimos a una camioneta.

— Basta de quejarte, Rachel — contesta molesto.

— Te odio — mascullo irritada.

— Ódiame todo lo que quieras, igual iremos a la consulta — acota centrando su atención a una carpeta que llevaba en sus manos.

— Todo porque no quieres usar un puto condón — siseo molesta.

— Cierra la boca, Rachel, ni Alessandro ni Cristóbal deben enterarse nuestros problemas — declara sin mirarme a los ojos.

Por unos segundos bufo descontenta, miro mi atuendo elegido sintiéndome sexy vistiendo esas largas botas negras que tenía puestas y que sin dudas me las llevaré a Chicago porque me queda pintada en mis piernas.

— ¿Qué haces? — lo escucho preguntar.

— Mirando lo sexy que estoy — reconozco. La verdad que mi atuendo me encantaba, unos shorts negros, una camisola blanca, las largas botas negras y un saco negro, todo parecía simple, pero el valor del precio de estas marcas me hacían ser candidata a un secuestro absoluto.

— Eres sexy por naturaleza, Rachel — comenta provocando que lo mire.

— ¿Qué tan sexy? — inquiero.

— Demasiado sexy, amore — asegura subiendo sus manos en la parte de piel que no esta descubierta de ropa.

— Estoy enojada contigo — le recuerdo.

— Me importa un carajo eso — contesta tirando de mi pierna quedando acostada sobre el asiento y él encima mío con una mirada hambrienta.

— Tus guardaespaldas — murmuro.

Así como dije esas palabras una ventanilla negra se subió creando una ambiente íntimo entre nosotros dos.

— Espera — lo empujo. — ¿A cuántas te follaste en este auto? — pregunto frunciendo el ceño.

Me muestra una cara de desconcierto. — ¿Qué tiene que ver eso? —

— Mucho, no voy a follar contigo en este auto donde seguro que habrás follado a miles de mujeres — declaro acomodando mi cuerpo en el asiento.

— Yo nunca reclamé que te hayas follado al rubio ese — contesta cabreado.

— ¡Qué te den Salvatore! — exclamó irritada.

Para mí suerte llegamos a la clínica donde con solo decir el apellido de mi esposo parecía que a todos les temblaban las piernas y me trataban como una reina. Hice la consulta ginecológica, le pregunté a la doctora cuan efectivas eras las pastillas de emergencia y ella explicó punto por punto, por suerte la había tomado solo pocas horas después de follar sin condón.

Esposados (3° SAP)Where stories live. Discover now