HashiMada VI

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Aquel día llegó cuando sus esperanzas desaparecieron, el pecho se movía violento cuando ahogaba el agudo estrago de las contracciones y la vida le decía sin piedad que el tiempo no se podía rebobinar. Sus manos temblaban a causa de la ansiedad y el terror recorrer su cuerpo como descargas eléctricas, no podía explicar lo mucho que comenzaban a desesperarlo las contracciones que lo estuvieron acompañando desde la mañana.

Sabía que era peligroso, que podría matar a su bebé si no la sacaba pronto.

Pero, cuando ella conociera el mundo, Hashirama desaparecería de él.

Lo miró a través de la ventana hablando con una genuina sonrisa a su hermano, esa misma que le reconfortó el alma cuando le dieron la espalda y conoció el pozo de la soledad.

Miró en retrospectiva su vida en el trayecto de su embarazo, recuerda en el inicio y cómo todo parecía correcto. Se vio a sí mismo siendo reconfortado en la madrugada por su esposo cuando las náuseas no le dejaban dormir, cuando no encontraba la posición correcta para dormir y las suaves caricias sobre su vientre le calmaban poco a poco. Jamás podría olvidar la hermosa sonrisa que le dedicó cuando su vientre comenzó a crecer, incluso las lagrimas que vio derramar cuando sintió los primeros movimientos del bebé. La calidez que sentía al estar envuelto en sus brazos apoyado sobre su pecho y sentir la sintonía de sus corazones le embriagaron el alma, jamás podría describir de manera clara cuan enamorado estaba de él, de la vida que compartió a su lado y cómo anhelaba la llegada de su hija.

Apretó con fuerza al sentir una contracción que le heló por completo, aquella había sido la más dolorosa hasta el momento y presentía que ella no soportaría estar más dentro suyo. El atardecer comenzaba a presentarse, pronto se llevaría a su único amor.

— ¡Hashirama! —

Se le quebró la voz, sintiendo como lagrimas corrían por sus mejillas y le temblaba el labio. Escuchó los pasos apresurados y como pudo, se acomodó de tal manera que su espalda quedara sobre las almohadas del futón.

Su expresión preocupada, le acarició el rostro con parsimonia y tocó su vientre con ternura. A su lado, Tobirama le miró intrigante.

— ¿Qué tienes? ¿Por qué gritaste de esa manera? —

Se odió por ceder ante su mirada.

— Entré en labor al alba, yo... no puedo más, Hashirama. —

Tobirama palideció, habían pasado muchas horas desde aquello y solo pudo pensar en una cosa.

— Querías matarla, ¿no es así? —le enfrentó, mirándolo con desprecio— Por eso guardaste silencio.—

— Hermano. Ve por toallas húmedas y un cuenco con agua tibia —le observó, entrelazando sus manos con la de Madara.

— ¿Qué? Estás demente si crees que yo...—

— Voy a convertirme en padre y ¿esa es tu respuesta? —

— Pero es que acaso no... —

— ¡Tobirama! —

— ¿Qué tan hijo de puta tengo que ser para hacerle caso a un muerto? —

Murmuró malhumorado el albino y desapareció por la puerta dando fuertes pisadas.

— Bien, te quitaré la camisa y apoyarás toda tu espalda en el futón, necesito hacer la incisión pronto —palmó su vientre por diferentes lugares con la leve presión del chakra actuando sobre él— Escucho sus latidos, así que aún tenemos tiempo.—

— ¿Por qué no me regañas? —

— ¿Por qué lo haría? —lo despojó de sus prendas con cuidado y le recostó con delicadeza.

Oneshot Mpreg.Where stories live. Discover now